Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el último Consejo de ministros.
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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el último Consejo de ministros.

Los miedos de Iglesias al relevo de Illa

jueves 07 de enero de 2021, 23:46h

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La necesidad de sustituir a Illa ha desatado, en principio sin motivo, los miedos del líder de Podemos, pero también del esto de los ministros, a los cambios que pueda introducir Sánchez.

La salida de Salvador Illa como ministro de Sanidad para irse a competir a Cataluña el 14 de febrero ha puesto nerviosos tanto al resto de los titulares de las carteras en manos de socialistas o de independientes sanchistas como al propio Pablo Iglesias que siempre anda, con razón, con la mosca detrás de la oreja temiendo un nuevo viraje de Pedro Sánchez que ya ha dado muestras en el pasado de romper la baraja cuando lo considera necesario para sus intereses.

En principio no hay ninguna razón para que el presidente socialista introduzca grandes cambios en su Gobierno, salvo la sustitución obligada de Illa, cuya cartera podría ser incluso asumida por la ministra de Ordenación Territorial, Carolina Darias, logrando así disminuir su mastodóntico gabinete formado por nada menos que por 22 carteras, parte de la suya y del todopoderoso jefe de gabinete, Iván Redondo, al que se le considera al menos con el quinto vicepresidente.

Estamos, además, a punto de entrar de lleno en la campaña electoral catalana y no se sabe qué efecto podría tener un cambio profundo del Gobierno e incluso qué pasaría si Sánchez incluye en el gabinete a Miquel Iceta, eclipsado por el ex alcalde de la Roca del Vallés. Todo esto debería llevarle a l presidente a ser prudente y tocar lo menos posible el gobierno que cumple un año en estos días.

Es una realidad que la deriva de Sánchez en sus aparentes concesiones a los independentistas catalanes y vascos –ERC y Bildu- no puede gustar mucho a los ministros socialistas de más pura cepa, como pueden ser la vicepresidenta Carmen Calvo, la ministra de Defensa, Margarita Robles o al propio titular de Transportes, José Luis Abalos, pero ninguno de ellos ha dicho esta boca es mía y si lo han hecho habrá sido en petit comité.

El resto del gobierno está formado por sanchistas que deben su ascenso y posiblemente su futuro a servir lealmente al presidente, como pueden ser los casos de la andaluza María Jesús Montero (Hacienda), Teresa Ribera (Transición Ecológica), el gaditano Juan Carlos Campo (Justicia), el valenciano Luis Planas, la vasca Isabel Celáa o la vallisoletana Reyes Maroto, y mucho más en el caso de los independientes como Nadia Calviño, Fernando Grande Marlaska o Arancha González Laya.

Los tímidos tambores de guerra tocados por los barones socialistas de Aragón, Extremadura o Castilla La Mancha, hace tiempo que ya no preocupan en la Moncloa donde dan por seguro que tanto Lambán, como Vara o García Page, están de retirada y no van a mover un dedo más allá de las palabras. Podría preocupar más la secretaria general andaluza, Susana Díaz, que ya ha dicho que no quiere irse y que lo pondrá más difícil, pero la realidad es que su derrota ante Sánchez en la batalla por la secretaria general en mayo de 2017 fue un duro golpe del que todavía no se ha repuesto.

Pablo Iglesias tampoco debería estar preocupado sabiendo que Sánchez sigue dependiendo de los votos de los diputados de Podemos para cualquier gestión en el Congreso, salvo que en un salto al vacío volviese a cambiar de táctica y decidiese gobernar en solitario sabiendo, eso sí, que el líder morado no se atrevería a hacer ni a apoyar una moción de censura contra él. Con los Presupuestos aprobados y a golpe de decreto se ha demostrado que se puede gobernar.

Tanto Irene Montero como Alberto Garzón se han adaptado enseguida al sistema. Intentan, más la primera que el segundo, sacar adelante sus planes, pero si La Moncloa los bloquea se avienen en pro de las buenas relaciones. Unicamente la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha dicho que si no puede llevar a cabo su programa se iría, pero tampoco parece que se sienta muy incómoda ni hay una presión de los sindicatos para que derogue la reforma laboral que impulsó Mariano Rajoy nada más entrar en La Moncloa en 2012, siguiendo las instrucciones de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo –los hombres de negro- en 2012.

¿De qué tiene miedo, entonces? Pues claramente de la forma tan personal y a veces desconcertante de Pedro Sánchez. Eso no le deja dormir tranquilo a Iglesias. Lo mismo que dijo el socialista sobre el podemita en la campaña electoral de 2019, pero al revés.

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