González, heredero

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EL PRÍNCIPE Y LOS LIBROS

Semana intensa. Todos los acontecimientos se concentran en este martes, y nos darán para muchos días de comentarios, pero yo pasé la tarde con algunos de sus protagonistas, en el cincuenta aniversario del Círculo de Lectores, esa empresa privada que ha creado tantos apasionados por el libro, en todas sus formas. Allí estaba Mario Vargas Llosa, que quizá estaba escribiendo las primeras líneas de su apología de Esperanza Aguirre, la “Juana de Arco liberal”, como la llama. Allí estaba también Pere Gimferrer, aspirante al Premio Nobel, y Víctor García de la Concha, antes presidente de la academia, hoy del Cervantes, como un Fouché de las letras nacionales. Me senté junto a Herman Terscht, y saludé a Juan Cruz, que ha hecho de la falsedad impostada un género literario, que domina como un buen gimnasta. Todos escuchamos a Vargas, que hizo una disertación sin papeles sobre literatura y periodismo. Don Mario pronuncia los discursos como si escribiera, de tal forma que es fácil seguirle, marcar los puntos, las separaciones, las líneas y los párrafos. La sintaxis de su oratoria es precisa, rigurosa. También me llamó la atención la intervención del Príncipe. Este hombre ya no lee sus discursos: los interpreta, los siente. A veces se para, y hace como que improvisa, acentúa los énfasis, y es dueño del verbo y de los silencios. Ya no gallea, como antaño. Se intuye el trabajo en casa de su esposa, las horas de ensayo, el látigo del domador cada vez que falla. Ahí hay también un trabajo bien hecho. Una monarquía que no interprete bien su papel, está condenada al fracaso.

ADIÓS DE CARRILLO

Se fue el martes, a la hora de la siesta, cuando dormía. Como la muerte es un futuro inevitable, todos firmaríamos por salir de la vida de esa forma: acostarse lúcido a una edad casi centenaria, y escapar del mundo sin notarlo, sin dar guerra. Está claro que la forma de la muerte no es un premio por la vida que uno haya dado a los demás. Por las manos de Carrillo pasaron los de Paracuellos, por mucho que ahora algunos historiadores intenten repartir culpas y echar los muertos a las espaldas de los agentes soviéticos que animaron las ejecuciones en una ciudad sitiada. Pero además don Santiago fue un dirigente implacable que limpió el camino de opositores que le pudieran hacer sombra, con una frialdad escalofriante. Ahí están los archivos del Partido Comunista, o los testimonios de la familia de Grimau, aquel dirigente que fue enviado desde el exilio a la clandestinidad de la España de Franco, y que terminó fusilado por un pelotón de guardias. Dicen que era un seductor, un hombre que dominaba la palabra. Quizá. En los últimos años la usó también para marcar terrenos de confrontación, como cuando de la mano de Peces Barba celebró una cena en la que volvió a resucitar las dos Españas, la de los buenos, en la que se sentía, y la de los malos, que atribuía al PP. Ha muerto en la paz de la siesta, sin aparente remordimiento por las matanzas de la Guerra Civil, asunto que apenas le producía una cierta incomodidad, cada vez que se aventaba.

GONZÁLEZ, HEREDERO

Se fue Aguirre, y dejó a González, su sombra durante veinte años, al mando de la Comunidad. Una transición difícil, una herencia complicada. Tomar el relevo de una presidenta carismática, en ocasiones populista, siempre comunicadora, incluso en sus susurros captados por micrófonos abiertos, no es fácil. Si uno además cuenta con el recelo de Rajoy, peor. Todos recuerdan cómo fue vetado para dirigir Cajamadrid, y añaden que el presidente habría pedido informes para estar seguro de que el sucesor no tiene cadáveres en el armario o el suelo de cristal frágil, y un fondo de cocodrilos al otro lado. También se cuestiona su capacidad de atraer votos y repetir la mayoría absoluta que hereda. Parece un hombre destinado a la segunda fila, un hábil fontanero, un leal guardián. Pero en política caben todas las sorpresas, y a González, hombre duro y temperamental, empezaremos a conocer ahora que tiene un cargo visible, con mucho poder. De González se ha sospechado todo, pero nada se ha demostrado. Prisa le ha seguido los pasos con ganas de morderle en la yugular, pero nunca lo ha conseguido. González es buen torero de salón, y lleva en la nuca un mechón blanco, no se si de algún susto o producto de una genética arrabalera y taurina. El reto que tiene ante sí es enorme. Los que gobiernan el partido recelan de su ascensión y calculan las declaraciones para que parezca que le apoyan cuando en realidad quieren darle un empujón para controlar Madrid. Y mientras Aguirre se baña Ibiza, en un mar sin tiburones.

EL REY E INTERNET

Esta pasará a la historia como la semana en la que el Rey se estrenó en Internet. Ya no bastan los discursos de la Pascua militar, ni los mensajes de Navidad con el recuerdo de que todos somos iguales ante la ley. Ahora está la red, y en la Casa se han dado cuenta, tarde, pero han llegado al convencimiento de que se deben utilizar esas herramientas. Le han dado unas cuantas vueltas a la página oficial, donde ya cuelgan fotos nuevas, frescas, cargadas de mensajes, y ahora el Rey se lanza a enviar mensajes en un momento de turbulencias en la vida política nacional centrifugada con esas tensiones nacionalistas desde Cataluña y el País Vasco. Internet le ha dado al Rey una gran oportunidad de intervenir de forma pública, en las cuestiones nacionales que requieren del papel moderador de la Corona. La prueba de la eficacia de su carta colgada en la red, es que algunos nacionalistas se han molestado, mientras otros, como Artur Mas, se hacen los locos, y dicen que con ellos no va, porque no alimentan “sueños y quimeras”. La voz del Rey ha sonado esta semana fuerte, quizá por contraste con algún silencio del gobierno, que parece huir de la confrontación para no animar más un pulso entre Barcelona y Madrid, una dialéctica de enfrentamientos que es la que busca el gobierno de la Generalidad.

MEMORIAS DE BONO

Vuelve Bono, con sus memorias. Dijo que se marchaba de la vida política, pero no puede vivir sin ella. Hace unas semanas hablamos de este libro que llega ahora, con una foto de Pepe Castro en la portada, gran fotógrafo de retratos que vive en Toledo y viaja de aquí para allá con sus máquinas y sus luces de flash. Bono es hombre minucioso y sus recuerdos son prolijos y detallados. Para no perder detalle lleva siempre en el bolsillo un disco duro externo que va llenando cada día con notas precisas de lo que hace, de lo que dice, de a quién recibe, de lo que le proponen. En el libro hay mucha política, y en los avances se habla con fruición de Alfonso Guerra, y del enfrentamiento que tuvieron porque Alfonso quería dominarlo todo, y ser, como dice Bono, “el dueño de voluntades” y de personas. No esperen del libro ninguna confesión íntima sobre amores y desamores, aunque a Bono a veces le guste la frivolidad y el folclore, como cuando convirtió su toma de posesión como ministro de Defensa en una especie de Corral de la Pacheca con himnos y banderas. Hay otro capítulo interesante: el de las relaciones de Bono con algunos empresarios, en especial aquellos que se dedicaron a la construcción y al ladrillo, actividad ya muerta en nuestra economía. Ahí prefiero que ustedes lean y buceen en los cientos de páginas de este libro que se venderá bien, porque Bono es un experto en crear morbo y expectativas.

CEBRIÁN, Y LA ESPAÑA FEDERAL

Horas después de cortar cabezas en la cadena Ser, Juan Luis Cebrián, el hombre de los Eres en el grupo Prisa se lanza a la aventura del estado federal como propuesta para salir de la crisis institucional que sufrimos en España. El federalismo es una empresa promovida por Prisa y defendida por el Partido socialista de Rubalcaba. Los dos, al alimón, han decidido que es la mejor forma de mantener integrada a Cataluña, y contento a Artur Mas, aunque en realidad el presidente de la Generalidad no quiere federalismo, sino ser como Puerto Rico en los Estados Unidos, un estado asociado. O sea, que hay que ser primero puertorriqueño antes de ser catalán. Todo con tal de no ser español. Habla Cebrián, el académico, de que hay que establecer una forma de estado que pueda integrar la pieza singular catalana, como si las demás no fueran singulares, o tuvieran una consideración inferior. No son singulares Navarra, ni lo es Galicia, ni Andalucía. El federalismo es ese modelo que funciona en los Estados Unidos y en Alemania, países donde los territorios tienen más cosas en común que la España de las 17 autonomías, y donde es impensable que un niño por nacer aquí o allá no pueda estudiar en inglés o en alemán. Aunque quizá en lo que está pensando Cebrián es en un federalismo para unos días, un federalismo de usar y tirar, un federalismo al que se pueda aplicar un Expediente de Regulación de Empleo, para que Cataluña pueda ser luego Puerto Rico, o Zimbabwe, según quién la gobierne.

ROSELL Y LOS EMPRESARIOS

El presidente de los empresarios, Joan Rosell, se ha convertido en una voz imprescindible para buscar una salida a la tensión creada por Artur Mas, una situación que va encaminada a resolverse, al menos de momento, en unas elecciones anticipadas. Rosell sabe que una independencia de Cataluña sería un desastre económico, para Cataluña y también para España. La cuestión preocupa en Bruselas, pero inquieta sobre todo a los catalanes, que desde hace un par de semanas, en conversaciones privadas, contemplan con estupor la deriva nacionalista, y esta aceleración de las señas de identidad, que no tiene otro propósito que el de enmascarar la ruina del desgobierno catalán. Rosell se ha convertido en la terminal que recibe mensajes de los grandes empresarios, inquietos ante esta crisis, y que le reclaman una voz única, una postura firme y contundente de la clase empresarial para evitar los males mayores. Rosell va a tener un papel político fundamental, mucho más importante que el que tienen los empresarios en cualquier negociación económica. Muchos, entre la gran empresa, se alegran de tener a un catalán con prestigio y crédito al frente de al CEOE.

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