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Los grandes cambios sociales

Los grandes cambios sociales

Por Padre Ángel

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Veo la España 2020 y voy a luchar por vivirla porque creo que va a ser mucho mejor. En momentos difíciles se demuestra lo que es verdaderamente importante, y en estos días lo estamos viendo. Uno de los significados de "crisis" es "cambio". En japonés lo es también de "oportunidad2. sin duda, que esta crisis va a traer cambios y oportunidades para el cambio.

Va a traer cambios en la sociedad y también en la Iglesia, como parte que es de la scoeidad, una parte que quizá ha retrasado -o frenado- más los cambios y que, pr eso, los grandes van a llegar en tropel los próximos años. Yo creo que la sociedad, y cuando hablo de sociedad me refiero a todos, se está dando cuenta de su influencia, de la importancia de sus opiniones e iniciativas. es algo que ser está poniendo de manifiesto especialmente cuando "otras" iniciativas y opiniones, las de los de siempre, las de los políticos o las de los "tradicionalmente" poderosos, no nos valen. No nos son últiles para solucionar los problemas, para salir de donde estamos, y especialmente cuando pensamos que precisamente "estamos donde estamos" por ellos.

El que, por ejemplo, a menos de un mes del 15M los partidos políticos empiecen a hablar seriamente de listas abiertas -que ha sido casi un tabú en 40 años de democracia- es un triunfo de los jóvenes que acudieron a la Puerta del Sol y de otras plazas. Jóvenes mileuristas, jóvenes parados, sin casa, sin cargos, pero con poder. Y eso es lo que ellos y todos nosotros hemos visto: el poder de los sin poder, pero que están y que son.

En la Iglesia pasa, y si no, pasará algo parecido. PAra los que no me conozcan, y antes de nada, quiero decirles que soy sacerdote católico, apostólico y romano desde hace 50 años recién cumplidos. Me mantengo en el seno de la Iglesia, a la que quiero muchísimo. Pero precisamente porque la quiero, me disgustan tanto algunas cosas... Yo tengo promesa de obediencia y, créanme, hago esfuerzos por mantenerla. Pero también tengo libertad, la que Dios nos dio a todos los seres humanos. Especialmente, libertad para pensar y para hablar. Luego, a veces, he de pedir perdón. Pero no me importa. En muchas ocasiones prefiero perdir perdón a pedir permiso.

Yo eché de menos a los jóvenes cristianos en el 15M porque creo que allí también tenía mucho que decir. Añoro los tiempos e ideas de Monseñor Joseph Cardijn y los inicios de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) que muchos de vosotros habréis conocido. Fue un precursor de muchos movimientos de jóvenes de hoy, y que fue también una importante puesta al día de la Iglesia con el apoyo de Pío XI. Me da un poco de pena que los jóvenes cristianos de ESpaña tengan la imagen que tienen, casi todos peinaditos, con la guitarra cantando sevillanas al Papa. Y me da pena porque creo que esa imagen no se corresponde con la realidad. Me gustaría saber por qué no fueron jóvenes cristianos al 15M. O, si fueron, por qué no se hicieron más presentes.

Lo que me gustaría ver, de verdad, es una concentración de indignados, de indignados en esa plaza enorme qu ehicieron delante de la Almudena. U ocupando, por qué notoda la calle Añastro, donde está situada la sede de la Conferencia Episcopal. 2020 está a la vuelta de la esquina, pero la Iglesia de hoy no será la del 2020. La Iglesia es, además de todo, una gerontocracia. Y, por ley natural, ni el Papa ni la inmensa mayoría de los miembros de las Conferencias Episcopales estén entonces.

No es que quiere que desaparezcan, pero en 8 ó 9 años, si no se nos han ido al cielo, sí estarán todos en un merecido retiro. Si la medida de edad de los curas en España supera los 63 años la de los obispos y cardenales debe rondar los 75. Yo creo que la Iglesia del 2020 será distinta: fiel a sus raíces, pero más abuerta, con las manos hacia el Cielo, pero con los pies en la tierra. Más rica, más vital. Estoy convencido.


La presencia de las mujeres en la Iglesia

Pienso que los próximos años, en la Iglesia española del 2020 y en la mundial, van a tomar el protagonismo que les corresponde todos sus miembros, y especialmente los que menos voz y poder han tenido durante siglos. Hablo, por ejemplo, de las mujeres. Las mujeres son el sector social mayoritario de los fieles, como practicantes, como asistentes a los actos religiosos y como transmisoras de fe a las nuevas generaciones. Las mujeres, en las últimas décadas, han ido ocupando puestos importantes en la sociedad, los gobiernos, las grandes empresas...

En cambio, en la Iglesia no es que no haya "cardenalas" u "obispas". No puede si quiera "curas". Sin embargo, en 2016 tendremos a la primera mujer General en el Ejército Español. "No es dios quien prohíbe a las muejeres el acceso al sacerdocio", y y aunque lo diga yo, la frase no es mía, sino de la moja dominicana teóloco Teresa Forcades quien acaba de publicar un libro muy bien fundamentado sobre la teología y las mujeres en la historia. Y no sólo lo dice esta monjita, aunque lo piensen muchos. El patriarca de Lisboa, presidente de la conferencia episcopal portuguesa José Policarpo decía recientemente que "no hay razones teológicas para excluir a las mujeres del sacerdocio". En Austra, más de la mitad de los sacerdotes se declaran favorables al sacerdocio femenino.

Hace un tiempo que me aposté un café con un periodista a que durante este papado veríamos el sacerdocio femenino. Y estoy dispuesto a seguir apostándomelo con cualquiera de ustedes porque, apostarse esos cafés es apostar por una Iglesia acorde con los tiempos. Y es necesaria. Igualmente, la Iglesia debe tomar una postura más clara y más abierta respecto a otros asuntos importantes, como el acceso de los divorciados a los sacramentos que, me consta, es algo que está en estudio.

También habrá que revisar su postura por contra la homosexualidad y abandonar de una vez por todas su condena y, por su puesto, creencias y afirmaciones como que homosexualidad es una enfermedad o "un estado" que puede cambiar, que se soluciona, que se cura. Y recomienda leer textos bíblicos para "evolucionar". No es una broma, ni una leyenda medieval. Es algo que a principios de este mes se ha colgado en la página web de una diócesis española. Pero de verdad, lo que yo creo y espero de la Iglesia para el 2020, es una postura verdaderamente decisiva en la lucha -en el más estricto sentido de la palabra lucha- contra la pobreza.


Otro reto de la Iglesia: luchar contra la pobreza

Pocos como yo conocen y reconocen la ingente obra social de la Iglesia y la ayuda que, interrumpidamente desde hace 2011 años, con dedicación plena y con sacrificio de miles de vidas, viene prestando la Iglesia a los pobres, a los desvalidos, a los perseguidos. La Iglesia es, y ha sido, un verdadero Ministerio Mundial de sanidad, educación, asuntos sociales... Ha sido motor de desarrollo en cuentos de países en los cinco continentes. Pero, sinceramente, creo que podía hacer más. No los misioneros seglares o religiosos, no las monjitas. Sino la jerarquía. Acabar con la pobreza en el mundo está en manos de todos, los políticos y ciudadanos de a pie. Pero yo creo, de verdad, que si la Iglesia volviera -que volverá- a la sencillez evangélica y a la pobreza de los primeros cristianos, se acabaría la necesidad en el mundo. Ojalá que en 2020 lo veamos todos.

Todos estos cambios pienso que es necesario hacerlos desde dentro, con valor, coherencia, y no después de que la concentración de ingnados tomen la plaza de la Almudena, sino de San Pedro en Roma. Es de todos conocido el que a las bases de la Iglesia no les falta el valor ni las ganas de cambio. Pero he de decir que me consta que ese valor, también lo he percibido en la cabeza de la Iglesia. Todos vivimos como el ahora Beato Juan Pablo II se opuso tan valientemente a la guerra de IRaq, en contra de la postura de los gobiernos occientales.

También hemos visto rasgos de esa valentía necesaria para el cambio en Benedicto XVI quien, por ejemplo, en la última revista-libro que le han hecho, el Papa dice que "ante el SIDA hay que poner todos los medios posibles para evitarlo". Todos los medios -condones- dijo así. Luego ha habido muchos desmentidos -y mentidos- sobre estas declaraciones, pero no hicieron retroceder al Papa. Se expresó rotundo: "He dicho lo que quise decir, déjense de interpretar", manifestó.

Me parece que en la Iglesia para lo mismo que en la sociedad o en los partidos políticos, las bases y los vértices son los más valientes, los de mayor y más alta visión. Los los del medio, los que se creen algo, los qu eponen obstáculos y frenos. Esos que da igual de qué color vistan, de negro, de rosa, de rojo... son los que deben aceptar la realidad del mundo.

Yo creo que el Papa, como los líderes políticos, quieren lo mejor para su gente, para su país. Como los indignados, por cierto, no me gusta esa palabra, quién la habrá elegido. Parece que suena a 'indignos' y su postura es lo más digno que he visto. Pedir y luchar por la dignidad del hombre. Ese es el gran reto y la mejor apuesta para la sociedad.


(*) Padre Ángel es Presidente y Fundador de la Asociación Mensajeros de la Paz

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