El descubrimiento de las tramas de corrupción en el corazón del PSOE ha puesto en evidencia un enfrentamiento entre dos bloques muy activos que luchaban por lograr el favor del presidente del gobierno: por un lado Santos Cerdán con José Luis Ábalos y otros dirigentes y empresarios que han salido a la palestra y que seguirán emergiendo; y por otro un José Luis Rodríguez Zapatero que se apoya más en el lobby empresarial clásico que gira en torno al ex ministro de Fomento, José Blanco, dedicado a esos menesteres tras abandonar el gobierno del propio ZP en 2011.
Es evidente que los asuntos a los que se dedicaban Santos Cerdán y Abalos forman parte de lo que vulgarmente se conoce como el “impuesto revolucionario” impuesto a las empresas, principalmente de la construcción, que querían negociar con el gobierno obras públicas. Estas comisiones ilegales han sido una constante en todos los gobiernos de la transición como un modo de lograr remesas millonarias para los partidos, y en parte para los propios conseguidotes.
Ya en tiempos de Rajoy en La Moncloa y de Esperanza Aguirre en Madrid hubo una guerra a muerte entre los tesoreros nacionales del PP y el vicepresidente madrileño, Ignacio González por lograr las comisiones de las constructoras. El PP madrileño consideraba como suyo todas las grandes obras que se hicieran en su territorio aunque las hubiera negociado el Ministerio de Fomento estatal.
El lobby clásico socialista tiene las miras más altas, como por ejemplo el rescate de Plus Ultra o las ayudas a Air Europa, por poner dos ejemplos que ya han salido a la palestra, pero que podrían salir alguno más. Si en estas operaciones ha tenido o no una participación directa del ex presidente socialista el tiempo lo dirá, pero parece cada vez más claro que en los últimos tiempos Zapatero se ha convertido en el consejero áulico de Sánchez.
En el tema de Venezuela, Pedro Sánchez sorprendió a todo el mundo apoyando en 2018-19, justo cuando Ábalos y Cerdán formaban su cohorte principal, a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela frente a Nicolás Maduro. Ahora se sabe que detrás estaban las relaciones de los dos sucesivos secretarios de Organización socialista con el empresario Víctor Aldama que quería tener el campo libre para traer a España barcos de petróleo de una empresa afincada en Miami y que contaba con el apoyo de Guaidó.
Fue entonces cuando, poco a poco, Zapatero fue convenciendo a Sánchez de que era mucho más provechoso políticamente negociar con el gobierno de Maduro, cosa que llevó a cabo personalmente el ex presidente español y que provocó que Sánchez rompiera, poco a poco, con Guaidó.
ZP también ha estado detrás de la estrategia española hacia Palestina, que culminó con el apoyo entusiasta del presidente hacia las manifestaciones contra la participación del equipo Israel en la Vuelta a España, y el auxilio, más de palabra que de obra, a la Flotilla de barcos a Gaza, así como las acusaciones de genocidio , sabiendo que todo ello iba a provocar el desquiciamiento de la derecha como logró ZP con la aprobación del matrimonio gay.
Y, por último, el acercamiento económico a China, también más teórico que real, pero que sirve para crear la ilusión en los votantes de la izquierda de que se puede vivir al margen de los Estados Unidos, cosa que también preconiza ahora Pablo iglesias que ha estado invitado en China a dar unas de sus lecciones magistrales de estrategia.
Zapatero apoyó abiertamente a la andaluza Susana Díaz frente a Sánchez en las elecciones para elegir al nuevo secretario general del PSOE en 2017, pero luego explicó que tras ver a este último administrar la durar crisis de la pandemia de 2020 y su capacidad para llegar a La Moncloa uniendo a toda la oposición, se convirtió en uno de sus máximos admiradores.