Si algo diferencia a los independentistas vascos de los catalanes es que a los de Vitoria les importa más arrancar “mercedes” del Reino de España que andar reclamando su separación de España. Es verdad que lo intentaron con Ibarretxe en 2008 pero sin armar tanto jaleo como Puigdemont y tras ello nombraron a otro lehendakari menos radical volvieron a lo suyo.
Cuando uno de sus lehendakaris, Juan José Ibarretxe, intentó en 2008 hacer un referéndum para la independencia vasca, fue el gobierno de Zapatero, con el apoyo del PP de Rajoy y de los jueces del Constitucional los que acabaron políticamente con él, lo mismo que años después le ocurrió al presidente de la Generalitat, Carlos Puigdemont, aunque éste huyó a Waterloo y ha mantenido, al contrario los vascos la pugna con el gobierno central.
Viene todo esto a cuento de que ahora la UCO ha puesto al descubierto algunos de los entresijos de las negociaciones secretas que mantuvieron en 2018 los dirigentes del PNV y Santos Cerdán, entonces secretario de Coordinación Territorial del PSOE, para apoyar la moción de censura contra Mariano Rajoy, entre ellas la continuidad en la administración de Sánchez de tres altos cargos del gobierno de Rajoy que lo venían haciendo bien para los intereses vascos.
El PNV se ha apresurado a negarlo todo, aunque esté sobre el papel en negro sobre blanco, y a pesar también de que, conociéndolos como actúan, nadie les vaya a creer. No se trata, en este caso, de nada semejantes a lo que entendemos como corrupción sino como un modo de sentirse cómodo para poder tener poder efectivo sobre las cosas de la economía y los negocios.
Los sucesores de los empresarios catalanes, que consiguieron en 1891 obtener “regalías” históricas, para su industria textil, de la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII, se convirtieron con Alfonso XIII y con Franco en las familias más poderosas de España, pero hoy están de capa caída no solo por la crisis que han sufrido sus empresas, sino también por incapacidad de sus políticos de mantener una buena relación con el gobierno de Madrid. Lo consiguieron durante el “reinado” de Jordi Pujol, que ya ha explicado que nunca estuvo de acuerdo con la independencia, pero luego todo fue un error tras otro.
En mayo de 2017, tras anunciar la celebración del referéndum previsto para el 1 de octubre, Puigdemont se trasladó a Madrid para dar un discurso en el que hizo una crítica feroz al pujoslismo y, de paso, como tituló la web de información abretzale: “El recado de Puigdemont al pujolismo... ¿y al PNV?”.
Decían en Naiz: “La enmienda al pujolismo y al juego de ”la puta y la ramoneta” que durante décadas marcó el devenir de Catalunya –similar al papel asumido en la actualidad por el PNV de Iñigo Urkullu–, fue antológica en el discurso que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ofreció ayer en Madrid, en el transcurso del cual ofreció por última vez a Madrid negociar los términos de un referéndum sobre la independencia”.
Uno de los diputados del PNV que asistió a la conferencia, Aitor Esteban, es hoy el presidente del PNV. Se acercó a saldarle y no sabemos lo que le dijo, pero hoy, ocho años más tarde, podría llamarle a Waterloo y bromearle con un “ya te lo advertí”.
Los políticos independentistas catalanes deberían ir a recibir clases privadas de sus congéneres vascos. Nada tiene que ver un Aitor Esteban con Puigdemont y mucho menos con Oriol Junqueras, aunque a veces celebran reuniones conjuntas para enarbolar la bandera soberanista. Los vascos no han pedido hablar euskera en el Parlamento europeo, les basta con hablarlo en el Congreso de Madrid.