El próximo día 22 de noviembre se cumplirán los 50 años del regreso de la Monarquía a España, pero no de la Democracia. Para que eso sucediera tuvimos que esperar otros 19 meses, hasta que el 15 de junio de 1977 se celebraran las prmeras elecciones con presencia de todos los partidos, incluído el Partido Comunista que encabezaban Dolores Ibarruri, como presidenta, y Santiago Carrillo como Secretario General. Ese tiempo es el que empleó Juan Carlos I para comenzar a construir el futuro de una Monarquía parlamentaria y constitucional y de una Democracia liberal basada en un texto que votaron la mayoría de los españoles.
La lucha de la izquierda española contra la Dictadura durante 36 años no logró establecer una Régimen de libertades. Tuvo que morirse Franco para que comenzara su trabajosa andadura el actual sistema político. Puede que sin Juan Carlos de Borbón hubiese llegado la Democracia a nuestro país merced a la imposibilidad de mantener una Dictadura sin dictador al frente, pero eso nunca se podrá comprobar. Lo cierto es que el recien elegido Rey por las Cortes franquistas propició que nacieron los partidos políticos y que se estructura el sistema que se conslidó con la aprobación de la Constitución el 31 de octubre de 1978. Un año y medio antes se celebraron las elecciones generales de junio de 1977 sin tener aún un cuerpo de leyes democrático.
El sistema actual, con todas sus ventajas e inconveniente, con todas sus virtudes y defectos, comienza con la cita a las urnas del uno de marzo de 1979. Si en el primer resultado de las urnas, en 1977, le dió ganador al partido que fundó Adolfo Suárez, aquella mezcla de franquismo falangista, socialdemócratas del Régimen y democristianos de dentro y fuera de las fronteras se desmoronó de la misma forma que lo hizo el PCE, y surgieron las estructuras actuales de los dos grandes partidos. Juan Carlos de Borbón tuvo mucho que ver en ese proceso, que no transcurrió de forma pacífica y sí con muchos temores y esperanzas.
Hoy, el Rey emérito, el Rey mayor o el exRey real es un holograma al que vemos de forma fugaz en Galicia o de invitado invisible en la que fuera su casa, a la que no puede volver sin que él o los que pueden hacerlo terminen de explica las razones.
Su conducta no era ejemplar pero sí conocida por los que detentaron el poder de gobernar, desde la izquierda a la derecha. Y por su familia. Era imposible que no lo supieran. Sin detailes concretos pero sí de forma global.
Cincuenta años de Monarquía y da vergüenza o miedo a los que tienen en sus manos el regreso. Juan Carlos. asegura que quiere volver, pero se queda en esas dos palabras mientras su domicilio actual está en una lujosa residencia entre el mar y la arena.
Ha escrito su propia versión de este tiempo, con tantas mentiras como verdades. Ninguna le impide el regreso y todos esperan a que el holograma se materialice en forma de funeral. Otra de esas tragedias que aparecen en la historia de España para explicar la distancia entre el poder y el pueblo.