La crónica del último acto de la Vuelta ciclista a España estaba escrita desde hace semanas. El escenario pensado y planificado desde la izquierda cumplía varios propósitos, desde unificar uno de los pocos mensajes en los que todo el Gobierno y una gran parte de los ciudadanos están de acuerdo, la violencia del Ejecutivo de Netanyahu sobre el pueblo palestino que está extendiendo por todo el mundo un sentimiento contra Israel; a intensificar la presión sobre el Partido Popular desde su centro neurálgico, que es la capital de España. El PSOE se ha colocado al frente de las manifestaciones con las sucesivas declaraciones del propio presidente y de algunos de sus ministros.
La intención de Pedro Sánchez es evidente: su salvación política, al igual que la de su partido, depende de la captación del voto de toda la izquierda. Ha dejado a un lado el espacio del centro político, un fenómeno que le coloca en igualdad de condiciones con Alberto Núñez Feijóo, que ha abandonado ese mismo espacio para intentar que todo el voto de la derecha se canalice hacia sus siglas. Si Sánchez , tal y como señalan todas las encuestas, no va a poder contar con los votos y escaños que representan hoy las formaciones que están en Sumar y que de mantenerse la dispersión del voto puede quedarse en apenas un tercio de sus actuales escaños en el Congreso, su intento ee concentrar las papeletas que van a las urnas en unas mismas siglas está más que justificado. En ese movimiento lleva ventaja a su máximo rival.
Desde hace meses, muchos meses y de forma acelerada en los últimos, Núñez Feijóo ha dejado el centro político para cerrar el paso a un disparado Vox de Santiago Abascal en las encuestas. Si el voto de la derecha sociológica se divide, habrá provincias en las que la Ley D´Hont perjudicará la obtención de escaños. Esa realidad, tan conocida como histórica, ha hecho que los dirigentes del PP se hayan implicado en una carrera con Vox en la que, hoy por hoy, no parece que est´èn obteniendo el éxito que pretenden.
Hoy, en España, la necesidad de una fórmula política que abandone las aristas y busque los acuerdos es evidente. El malestar ciudadano por los problemas reales de vivienda, paro, educación, pensiones y sanidad pública se está canalizando hacia las protestas sociales en la calle. El Tibet está muy lejos, pero lo que ha ocurrido en las cumbres del Himalaya tiene más de un punto en común con lo que está ocurriendo en la Europa de parís, de Berlín, de Londres…Los jóvenes están hartos de buscar un futuro que la clase política no les muestra. Los sucesivos intentos de construir ese centro con un nuevo partido han fracasado, ya se intentará desde la derecha o la izquierda. PSOY y PP se preocuparon de ocupar ese espacio y de comprimir esa posible alternativa.
Es más que evidente que Sánchez está aprovechando la guerra de Gaza para sus intereses. Es de Manual de Supervivencia puro y duro. Ha convertido la destrucción de Palestina como la mejor de las banderas que puede exhibir y el más eficaz de los arietes contra el Feijóo que está compitiendo con Abascal. Si además eso le sirve para trasladar los focos de atención de los tribunales a las protestas sociológicas y emocionales, uno de sus objetivos está conseguido. Sin la masacre diaria en Palestina el presidente del Gobierno y la izquierda política tendrían que haber buscado otros motivos de movilización. Algo difícil cuando en los tribunales se acumulan los sumarios que dañan gravemente la propia estructura del Ejecutivo y del PSOE.