Era el inicio oficial del curso político por parte del hombre que lleva siete años en La Moncloa dirigiendo los destinos de este país gracias a su “habilidad”, “ductilidad” o “falta de sentido del estado”, que son una de tantas acusaciones que se le hacen desde la derecha, para transformar la derrota en las urnas en victoria dentro del Congreso. El presidente del PP se ha ido escorando a grandes zancadas hacia el espectro más duro y extremo del conservadurismo hispano, tan preocupado por quitarle votos al socialismo de Sánchez como de quitárselos al agresibo populismo de Santiago Abascal.
La entrevista se convirtió en un acto teatral mal concebido, con un peor guión y una muy mala actuación por parte de sus dos protagonistas. El político quiso mostrarse como un gobernante serio, dialogante y hasta generoso; y la periodista intentó cumplir por momentos con esa obligación profesional de “molestar” con sus preguntas al entrevistado, pero dejando que éste eligiera la puerta de salida que mejor le convenía. Atacó a algunos jueces, pero sin ponerles nombres, pese a que todo el mundo los conoce; y atacó al lider de la oposición ninguneándole con la cita del gusto por la fruta que realizó la presidenta de la Comunidad de Madrid desde la tribuna d einvitados en el Hemiciclo del Congreso.
Habrá presentación de Presupuestos Generales para 2026 y se dejará a la “voluntad de sus señorias que se aprueben o no”. El si mayoritario depende de Carles Puigdemont, que mantiene su amenaza de impedir que esos suceda mientras no tenga resuelto el tema de su amnistía, algo que Salvador Illa, de la mismos forma que lo han hecho antes, Santos Cerdán y José Luís Rodríguez Zapatero, no se lo pueden acelerar al estar los tribunales europeos por medio.
Si Pedro Sánchez lo consigue se apuntará una victoria tanto frente a la derecha como a sus socios de la izquierda y podrá llevar la actual Legislatura hasta su final.
Si se rechazan, la culpa será de los Irresponsables que prefieren perder los fondos europeos con tal de impedir que él se mantenga en La Moncloa.
Dejó claro que no será un obstáculo insalvable y que su sufrimiento, visible en su rostro anguloso, es el precio que tiene que pagar por no sentarse frente a Donald Trump como el resto de mandatarios europeos.
En esta obra de engaños teatrales que ofreció la televisión pública no había tercer acto. Sigue pendiente. Ni Sánchez es Felipe González, ni Pepa Bueno es Iñaki Gabilondo. Los mayores de 50 años lo entenderán; los componentes de las Generaciónes Z, seguramente, este lunes estaban navegando por las redes.
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