Desde su “exilio” en lo que llama la Cataluña Norte, el ex president justifica la derrota del independentismo en dos motivos, la abstención y la división que representan tanto la ERC como la Cup. Su crítica al españolismo, con el PSC a la cabeza, unido a las palabras de Pere Aragonés de “pasar” a la oposición, colocan al futuro de Pedro Sánchez y su Gobierno en dificultades. Si llevan sus amenazas al Congreso la actual Legislatura estará muy debilitada.
Ha perdido el independentismo pero no el nacionalismo catalán. Sigue siendo un problema para el resto de España. El Referendum fantasma y el posterior enjuiciamiento y condena de sus líderes ha llevado al cansancio a la sociedad catalana, que desea que sus dirigentes se preocupen de sus problemas diarios y no de las peleas políticas entre partidos.
Veremos si Puigdemont cumple con su palabra de abandonar si no lograba la presidencia. No lo ha logrado pero puede intentar convencer al resto de fuerzas que desean y defienden la índependencia para bloquear la investidura y hacer que se repìta la cita con las urnas. De ser así la caída de ERC puede ser mayor, al igual que la de la Cup, siendo Junts el único beneficiado.
Hay cansancio social y puede que hayamos asistido al primer intento de un gran sabotaje de unos comicios con la caída inexplicable de las Cercanías, con el robo de los cables de cobre en un punto esencial para el funcionamiento de los trenes, algo que ha dejado a unos miles de catalanes sin la posibilidad de votar, o al menos lo ha dificultado. La investigación no cambiará los resultados.
Ganadores y perdedores justificarán los resultados a la espera de la próxima cita electoral dentro de tres semanas, las europeas que permitirán a los ciudadanos de toda España que emitan un juicio sobre lo que ha pasado desde el 23 de julio del año pasado a este 12 de mayo, con los resultados de Euskadi y Cataluña por medio.