Con la erosión del equilibrio de poderes en EE. UU., estamos obligados a seguir de cerca lo que sale de la Casa Blanca y, solo subordinadamente, la información procedente de los poderes legislativo y judicial. La semana pasada coincidieron en protagonismo estos dos poderes: el primero concluyendo el final del cierre gubernamental que nos ha impedido disponer de información económica relevante durante 43 días; el segundo, porque en la audiencia a las partes sobre la política arancelaria, y a juzgar por sus preguntas, aparenta que son varios los jueces del Tribunal Supremo los que tienen serias dudas sobre su legalidad.
¿CAMBIA ESTO LAS COSAS?
Más allá de lo obvio -que le pregunten a quienes trabajaban sin cobrar-, lo cierto es que no ha servido para resolver nada. El principal argumento demócrata para el bloqueo era prorrogar las ayudas a los seguros sanitarios y, probablemente, llegar en esa situación de bloqueo a los procesos electorales que tuvieron lugar estos días. Superadas las elecciones, un grupo de senadores demócratas que no afrontan renovación de su cargo decidieron que ya era suficiente, y permitieron levantar el cierre sin compromiso alguno de los republicanos en materia sanitaria, más allá de volver a tratarlo en enero, donde habrá que considerar el riesgo de un nuevo bloqueo.
Ocasionales victorias electorales al margen, la falta de liderazgo entre los demócratas sigue siendo evidente. No es tan evidente por qué el presidente se opone a un programa como el Obamacare, que asiste a los estratos de población con menores ingresos -a los que dirigió su campaña y donde encontró buena parte del apoyo-, y a los que ya comienza a reclamar lo mismo de cara a las legislativas de mitad de mandato del próximo año.
ECONOMÍA EN K
¿Cómo están los mercados? Preocupados. Temen las altas valoraciones de las empresas tecnológicas y la creciente presencia de la deuda en sus planes de inversión. Tienen dudas sobre la trayectoria de los tipos de interés.
es inquieta que la Casa Blanca dude de que vayan a publicarse los datos pendientes de inflación y empleo... y les preocupa también que los datos que sí se publican -como el índice de confianza de consumidores- pongan de manifiesto, cada vez de forma más evidente, la llamada “economía en K”, que es la forma de referir el divergente comportamiento entre los consumidores de altos y bajos ingresos. Considerando a unos y otros, el índice está en mínimos de más de 3,5 años. Y ya son el 62 % de los hogares los que esperan que aumente el desempleo el próximo año: la proporción más alta desde 1980.
Ocurre que rara vez un cataclismo es algo anunciado. Y que las preocupaciones se han visto amplificadas por la enorme cobertura mediática de las consecuencias -sobre decenas de millones de norteamericanos- del cierre gubernamental. Al recuperarse la actividad y regresar la publicación de datos, el mercado habrá de valorar de nuevo la probabilidad de un tercer recorte de tipos de interés consecutivo -al que ahora se concede poco más de un 60%-, pero con la vista puesta en aquello a lo que la Casa Blanca, consciente de su importancia en clave electoral, está dedicando esfuerzos: tratar de influenciar a la baja en los precios. Es el caso de los medicamentos, pero también de la energía, los alimentos básicos... e incluso considera enviar a cada contribuyente un cheque de 2.000 dólares como dividendo arancelario.
Mejor sería si dejase de interferir en la Reserva Federal. Pero esa es una batalla que, prácticamente, podemos dar por perdida. Un importante clavo en el ataúd de la confianza en el dólar.