¿Dónde está el truco para que Pedro Sánchez haya firmado el compromiso del cinco por ciento y mantenga que España solo va a invertir el 2,1 de su PIB?: en el tiempo, en esos diez años que deben transcurrir hasta llegar a ese porcentaje impuesto por Donald Trump y sus Secretarios de Estado. Diez años en los que, con seguridad, habrá otro presidente del Gobierno en España, ese “muerto en el armario” que el actual jefe de Gobierno va a dejar a su sucesor e incluso a sus sucesores. Esa herencia envenenada será la que reciba Núñez Feijóo si las urnas se lo permiten.
En diez años se celebrarán en España, al menos, dos elecciones generales y posiblemente tres, con lo que el cambio en La Moncloa puede extenderse a más de una persona, desde la derecha a la izquierda. Y será ese sucesor o sucesores los que tengan que asumir ante los ciudadanos ese aumento progresivo de la inversión en Defensa, que hará que disminuyan las inversiones en otros sectores. Sin más salida. Si lo aplicamos a nivel europeo, el resultado es el mismo. Las caras de hoy desaparecerán durante la siguiente década.
Habrá otro presidente en el Gobierno español y habrá otro presidente en la Casa Blanca, y otro presidente en Francia y otro primer ministro en Alemania, y otro en Polonia… así hasta el cambio total en la actual composición de los liderazgos. Es más que posible, es casi seguro que ninguno d elos que estaban en la foto final de la cumbre de la OTAN puedan repetir dentro de diez años ese mismo acto. Hasta Marc Rutte, el flamante secretario general, habrá dejado su puesto a otra persona.
En 2035, a lo mejor, ni hace falta ya que cada país dedique el 5% de su PIB a Defensa si miramos los avances tecnológicos de los últimos dos años y que se plasman en las guerras de Ucrania y Palestina. Las grandes inversiones, con repercusión en las estructuras militares, serán tecnológicas y su aplicación se trasladará a más ámbitos que no sean estríctamente de Defensa. Lo saben cada uno de los firmantes. Lo sabe Trump y lo sabe el completo tecnológico y militar de Estados Unidos. Las palabras y las amenazas buscan otros efectos, no el del cumplimiento firmado del cinco por ciento.