Los problemas estructurales de España, que son muchos y vienen de muy lejos, no se afrontan por parte de la clase política por dos motivos: no saben cómo explicárselo a los ciudadanos, se han creado por la indoloencia y la avaricia de las diferentes Administraciones, y tienen en su mente una fecha fija: la duración de la Legislatura, que suele coincidir para muchos de ellos con la duración de su cargo y de sus sistema de vida. No hay pactos de estado que eviten la guerra entre los partidos sea cual sea el tema del que se trate. Ayer la energía de las centrales nucleares era muy dañina y hoy se ha convertido en energia verde, si que se hable el qué hacer con los residuos que produce; ayer las políticas de inclusión social de los colectivos más marginados eran prioritarias para construir una sociedad mejor y hoy están abandnadas y siulenciadas; ayer a España la respetan en el exterior como pieza indispensable de la Unió Europea y hoy nos tienen arrinconados en una tercera fila.
La disputa política, la diferencia en los programas, el lógico y necesario control de la acción del Gobierno es una parte de la existencia de un sistema democrático; la pelea contínua, los insultos contínuos y personalizados, es una prueba de la falta de madurez, de la falta de conocimiento, de la falta de sentido del estado y de la inutilidad de tener, cada vez más, una nómina política profesional que se ocupa de forma primordial de mantener a salvo los escaños y los puestos administrativos que proporcionan las urnas.
Golpe a golpe, insulto a insulto, descalificación a descalificación, los dirigentes de los gobiernos y de los partidos -incluyendo a los desaparecidos e inexistentes sindicatos, antes llamados de clase, demuestran al resto de la sociedad que son prescindibles, que los ciudadanos se limitan a soportar las cargas que les ponen sobre sus espaldas y a buscar soluciones personales en su día a día. Malo para el sistema democrático y malo para el futuro de las siguientes generaciones. Para que no falta ninguno de los actores que mueven los combates, malos medios de comunicación y las pujantes redes sociales contribuyen de forma decisiva a echar leña al fuego a cada minuto. Más madera, esto es la guerra, y las mentiras, que son muchas y cada vez más gordas, se alimentan de las mentiras,