NACIONAL

Dos cumpleaños de dos Reyes que deben defender a Leonor de Borbón

Raúl Heras | Miércoles 04 de enero de 2023

En este mes de enero y con apenas 24 días de diferencia Juan Carlos de Borbón y Felipe de Borbón cumplirán 85 años, el primero, y 55 años, el segundo, que ha sido el más tardío en llegar al trono y quien tendrá que abdicar - salvo que la salud juegue en su contra - para que su hija Leonor, hoy Princesa de Asturias, no le arrebate ese récord.



El que era Príncipe de Asturias en el inicio de 2014 ya había conseguido su propio record para la historia: convertirse en el rey más viejo en llegar al trono y no por la muerte de su antecesor sino por la “ obligada” abdicación de éste. Acababa de cumplir los 47 años y hasta la caída de Juan Carlos durante el safari de Botswana nada indicaba - salvo la renqueante y recurrente forma física de su padre - que las previsiones sucesorias se fueran a cumplir por una abdicación, tantas veces pedidas desde el área de la política como negadas desde dentro por el propio interesado, en cuantos foros y ocasiones se le presentaron en aquellos meses.

Fueron muchos los que deseaban que las famosas previsiones sucesorias no se cumplieran, ni en esa mitad de la década , ni dentro de los siguientes años, hasta la muerte de Juan Carlos I o su evidente incapacidad. Estaban tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, y pretendían que el declive de la persona y la oportuna publicación de sus excesos financieros y sexuales fuesen la mejor de las bases para llegar a la III República. Un camino que se abriría con cincuenta años de reseteado por la particular restauración monárquica tras la dictadura de Francisco Franco.

Felipe VI ha sido el undécimo Borbón en ceñirse la corona desde que lo hiciera por primera vez el otro Felipe en el inicio del siglo XVIII, trescientos años en los que salvó los breves periodos de las dos Repúblicas, la presencia de Amadeo de Saboya y la dictadura del general Franco, la dinastía ha gobernado España con tanta pena como gloria, pues basta echar un vistazo a los reinados de Fernando VI, Carlos IV, Fernando VII e Isabel II para comprobar el desastre que ocasionaron y que nos ha acompañado prácticamente hasta la restauración democrática en la que hoy vivimos.

Luis I apenas reinò siete meses mientras que Felipe V mantuvo el récord hasta la llegada de Juan Carlos I que ya le ha superado ampliamente. Un Reinado de ida y vuelta, al igual que le ocurrió a la Casa Borbón con el exilio de Isabel II, La Primera República, el breve Reinado de Alfonso XIII y los pactos que tuvieron lugar entre las grandes potencias europeas para encontrar los matrimonios en la Corona española que más les convenían a los intereses de Gran Bretaña, Francia y Alemania. No lo que más le convenía a la declinante España que era nuestro país.

Muchos han sido, en los últimos diez años, los que han querido colocar al hoy Rey Felipe VI en las ambiciones que llevaron al nefasto Fernando VII a conspirar contra su padre, algo que el propio Felipe ha desmentido con hechos, que es la mejor forma de hacerlo. De igual manera que otros más rebuscados y bajo el paraguas de la igualdad de mujeres y hombres han intentado poner en entredicho su sucesión en favor de su hermana Elena, la primogénita, que será la última a la que afecte una norma tan vetusta, injusta y nada democrática como la "Ley Sálica", que el propio Fernando VII derogó para cerrar El Paso a su hermano pequeño.

Despejadas las incertidumbres legales y situada la sucesión en el terreno real y cotidiano de estos tiempos nuestros, desde el polémico y parece más que acertado matrimonio con Letizia Ortiz, a los escándalos judiciales de su ex cuñado Iñaqui Urdangarin y las escapadas cinegéticas y amatorias de su padre, Felipe de Borbón y Grecia se mueve entre dos de las obras más universales de la literatura, aparentemente sin nada en común pero que pueden explicar el hoy y el mañana de la monarquía española.

Felipe VI, desde que nació, estaba condenado a moverse entre dos Príncipe a la vez, el de Maquiavelo y el de Saint-Exupery. Hoy, cumplidos sus primeros años en el trono y con la experiencia demostrada en su “ navegación” en las revueltas aguas de la política española, debe tener en cuenta los consejos y la experiencia vertida en sus Consejos a un Príncipe, durante sus cinco meses de exilio en la casa familiar de San Casciano por el filósofo, político y administrador público florentino; y por las conclusiones que se extraen del universo, nada infantil, que hizo el aristócrata y aviador francés durante su estancia en Nueva York, antes de estrellarse con su aparato de combate en la Primera de las grandes guerras del siglo XX.

Ya ha comprobado, en estos ocho años, que tiene y tendrá que tener en cuenta que, al no gobernar y si reinar, las mayores dosis de temor que infunden los que ejercen el gobierno, sean del color político que sean, deben encontrar en él el antídoto del cariño de los ciudadanos; que las pasiones humanas llevan a los poderosos a moverse entre lo que es y lo que debiera ser, perdiendo siempre la última.

Tendrá que aplicar, por más grima que le de a hacerlo y más temor le produzca, una de las máximas que el Nicolás Maquivelo de 1513 le hace llegar a Lorenzo de Medicis como una forma de ganarse su perdón: " a veces es necesario pecar para conservar el estado y la libertad". Y si en el comienzo del siglo XVI, en la ciudad - estado de Florencia era necesaria la regeneración política por más que el "modelo" fuese el español César Borgia, en la nación - estado española esa misma necesidad de regeneración, en el comienzo de la segunda década del siglo XXI, se deja sentir en todas las capas de la sociedad.

Debería, acompañado de su heredera y antes de su anunciada jura de la Constitución - sea antes o después de las elecciones de este 2023- leer la segunda de las obras que hablan de príncipes y reinos, escrita 430 años más tarde. Descubrirán juntos que los seis planetas que visita el habitante del asteroide B 612, con sus tres volcanes y una única y por eso más amada rosa, representan en el hoy español una buena porción de los problemas a los que nos enfrentamos, desde el Rey al geógrafo pasando por el vanidosos, el borracho, el farolero y el hombre de negocios. Si el italiano Nicolás diseccionaba el mundo real para que el " poder" pudiera controlarlo por el mayor tiempo posible, el francés Antoine recurría a la imaginación para avisar de los peligros que conlleva la pérdida de la inocencia por la que todos pasamos.

La mejor manera de combatir a los peligrosos y gigantescos baobabs sociales y políticos que todo lo complican, sobre todo cuando se les deja crecer de forma desordenada, es seguir uno de los consejos o principios básicos de todo líder que quiera serlo y no aparentar serlo: ser neutral ante los problemas es una desventaja. Ser neutral y estar obligado a serlo ante las disputas políticas no significa que se tenga la obligación de parecer y aparecer alejado de los problemas de 46 millones de ciudadanos españoles.


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