Si Guardiola no acepta las condiciones, Abascal se guarda una bala en la recámara, pedirle a Feijóo que el PP designe otro candidato más accesible. Se trataría de un órdago muy difícil de digerir por parte del PP pero que se podría suavizar con una dimisión de Guardiola por problemas personales si los populares no desean ir a unas nuevas elecciones de las que podría salir cualquier cosa.
Si Abascal se niega apoyar a abstenerse en la votación de investidura de Guardiola, que puede ser el órdago de Feijóo, el problema de Vox sería también el ir a una nueva incertidumbre porque a estas alturas es ya muy difícil saber qué pensarían los extremeños ante unas nuevas urnas. Parece claro que las votaciones le han dado un gran respaldo a Abascal, pero no parece que sea un seguro para siempre y que su oposición sistemática al PP le lleve al precipicio político.
Vox ha logrado sangrar al PP y al PSOE esos 40.000 votos que ha logrado de más en estas elecciones, pero no ha conseguido, como les pasó a Ciudadanos y a Podemos, acabar con el bipartidismo que ya ha demostrado que renace al poco tiempo y que termina matando a sus enemigos. Eso lo sabe muy bien Abascal que ya ha dicho que no piensa entrar en un gobierno porque desgasta rápidamente a sus componentes y que prefiere controlar al PP desde otras instituciones. Una estrategia que hasta ahora le ha salido bien, gracias también a los errores de los dos grandes partidos.