NACIONAL

Qué es lo que impide a Pedro Sánchez marcharse, su ego o su miedo?

Rafael Gómez Parra | Sábado 22 de noviembre de 2025

Pedro Sánchez se resiste a marcharse a pesar de todo, ya lo demostró tras las elecciones de 2019 y las de 2023 cuando tuvo que hacer lo posible y lo imposible para lograr reunir los votos necesarios para seguir en La Moncloa: dormir con su enemigo, Pablo iglesias, y negociar con el exilado en Waterloo, Carles Puigdemont. Los analistas no saben a qué atenerse cuando analizan su resistencia a irse, unos opinan que es solo su voluntad personal la que le hace seguir y otros, en cambio, creen que es el miedo a quedarse solo ante los problemas judiciales.



Aunque el presidente del gobierno insiste en que va a completar su legislatura y que se presentará a las próximas elecciones generales de 2027, su situación tanto política como personal es evidente que tienen que haberse resentido y que habrá noches en las que piense seriamente marcharse y otras en las que sueña con nuevos triunfos. Todo ello muy normal y muy humano. Es también evidente que habrá asesores y familiares que le vengan recomendando marcharse, igual que habrá otros que le animen a seguir. En todo caso será una decisión personal.

Si Pedro Sánchez abandona y se marcha podría hacer dos cosas, dejar la política o refugiarse en su despacho de Ferraz para tratar de seguir dirigiendo el partido. En el primer caso, tendría que hacer frente a todos los casos judiciales que tiene pendientes sin el apoyo de los nuevos dirigentes socialistas que le sucedieran. Serían tres o cuatro años de embrollos judiciales, parecidos a los que tuvo que soportar Felipe González desde 1996 en que perdió las elecciones frente a Aznar.

Si, como dicen miembros del gobierno y sus socios de legislatura todo se trata de un golpe judicial para echarle parecería evidente que todos los casos quedasen en nada una vez conseguida su salida de La Moncloa.

En el segundo caso, si siguiera dirigiendo el PSOE eso le obligaría a presentarse de nuevo a las elecciones y volver a jugarse todo a una carta: la de lograr los votos necesarios para volver a La Moncloa y todos los procesos seguirían su marcha. En caso de perder las elecciones su posición empeoraría mucho más. Sería lo peor que podría ocurrirle. La idea de poner a un sustituto, como hizo ZP con Rubalcaba, podría habérsela pasado por la cabeza, pensando sobre todo en Salvador Illa que le ha demostrado una gran fidelidad y que podría obtener una gran victoria en Cataluña a costa de muchos de los votos independentistas.

Hasta ahora, Pedro Sánchez ha logrado superar todos los problemas políticos que a otros dirigentes les hubiera obligado a dimitir: dos secretarios de organización corruptos, tener que gobernar sin presupuestos, meter en el gobierno a dirigentes ajenos al PSOE, forzar y enfadar al Poder Judicial con una amnistía a los independentistas catalanes, etc, etc, dando la sensación de que lo hace no porque crea en ello sino para salvarse él mismo.

Gran parte de sus ministros/as están agotados de tanto seguirle por una senda tortuosa que solo él conoce de antemano. Obligar al fiscal general a meterse contra el novio de Ayuso o a sus colaboradores a poner la mano en el fuego por Santos Cerdán, rompe a cualquiera porque en realidad no les da tiempo a medir las consecuencias de sus actos. Su obsesión contra Ayuso le ha cegado sin haber conseguido nada tangible.

En la actitud de sus ministras/os da también la sensación de que ninguno de ellos, incluidas Yolanda Díaz o Mónica García, no se atreven a llevarle la contraria o a recomendarle, al menos, más calma en sus decisiones. Lo mismo ocurre al grupo de periodistas, que se ofrecen al servicio de La Moncloa, que no son capaces de hacer una información seria de su situación. Son “hooligans” de Sánchez, igual que hacen los del PP con sus líderes.


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