El presidente del Gobierno y su “Comité de Salud Pública” sigue ofreciendo cabezas a la guillotina sin tener en cuenta que la afilada hoja sirvió para cortarle la cabeza al mismísimo Robespierre. Una vez que se instala en la plaza pública para deleite de los ciudadanos se convierte en un Moloch sediento de sangre. Para no viajar tan lejos y mientras la vieja Europa se inclina con reverencia ante uno de los sucesores de aquella Revolución que se trasladó al llamado Nuevo Mundo, podemos quedarnos en el último tercio del siglo XX cuando los sueños de los pobres de la Tierra eran aplastados por la gerontocracia del que presumía de ser la interpretación realista del marxismo teórico de dos burgueses alemanes.
Si Pedro Sánchez quiere saber lo que desean sus adversarios puede adentrarse en la historia que rodeó una de las grandes batallas del ajedrez, la que disputaron el 1972 en la ciudad islandesa de Reikiavick el entonces campeón mundial, el ruso Boris Spasskt, y el norteamericano Bobby Fisher, con victoria de este último. Europa y el mundo vivían en plena Guerra Fría entre la Europa Occidental y la OTAN y el Pacto de Varsovía. El presidente de USA era Richard Nixón y en el Kremlin estaba Leonidas Breznev.No era un juego de maestros, ni el escenario se limitaba a las 64 casillas del cuadrado en blanco y negro.
Era parte de la guerra entre dos modelos de ver y controlar el mundo. En una de las frases de Fisher están las claves de la permanente búsqueda de la destrucción de Pedro Sánchez a la que asistimos desde hace veinte meses por parte de sus declarados y públicos enemigos: mi objetivo principal en el tablero no solo es ganar, es aplastar la mente del adversario, destruir su ego”.