Robur no muere en ninguna de las dos novelas de Verne, simplemente desaparece tras ver como su “Albatros” estalla en pedazos, al igual que sus sueños. Deja un desafio para los que le siguen: no hay límites para la imaginación de los hombres, ni para la de los malos, ni para La de los buenos. Cada uno escoge el camino que prefiere.
Trump, hasta ahora, no ha parado las guerras que dijo que iba a parar en sus primeros cien días, ni en Ucrania, ni en Palestina; y las ha aumentado con la intervención directa en Irán, sin declración de guerra por medio, ni debate en el Congreso USA. Decisión presidencial acogida con dudas y temores por el resto del mundo, pero con una aceptación implícita por parte de los países que integran la OTAN.
Dentro de unos días se celebra la cumbre de la Alianza Atlántica y el gran tema no va a ser la necesidad de que la diplomacia se imponga a la violencia, salvo las siempre declaraciones que a nada llevan, ni nada significan. De nuevo la ONU es un cascarón vacio y de nuevo, aquellos países que pueden utilizas la fuerza de sus armas y su dominio militar, impondrán la ley del más fuerte. Pensar que USA ha atacado Irán para impedir que desarrolle en el futuro una bomba nuclear es tan estúpido como ignorante. Desea, junto a Israel, que el gobierno de los clérigos religiosos desaparezca, de la misma forma que desaparecieron los gobiernos de Sadam Hussein y Hafed al Asad.
Su mirada está más lejos, en las Repúblicas del Caúcaso, otro posible frente para la Rusia de Putin y para los gobernantes futuros. La geoestratégica no se queda en el Estrecho de Ormuz, al igual que no se queda en el Mar Negro o las rutas del Artículo. Los imperios siempre quieren alargar su existencia y el norteamericano es lo que está haciendo.