NACIONAL

La gran oportunidad de España en 2024 con las elecciones en Rusia y USA

Raúl Heras | Viernes 26 de mayo de 2023
España, de cara a las elecciones que marcarán 2004, desde las europeas a las rusas y ucranianas, para terminar en las norteamericanas, se ha convertido en la aguja necesaria para recoser el Continente y, también en la tijera para terminar de romper una UE que hace aguas de la mano de dos mujeres, una alemana, Úrsula von der Layen, y otra francesa, Christine Lagarde, que amenaza con romperse en pedazos políticos y financieros.

Sólo tenemos que abordar nuestra posición desde un acuerdo de estado entre los líderes políticos. Acuerdo que podría gestarse desde la semana que viene a través de los primeros grandes acuerdos entre el PSOE y el PP como ensayo para el muy necesario y nunca realizado “ pacto de Estado” entre las dos formaciones sobre las que se ha construido la democracia.

Sánchez, Feijóo, Iglesias y Abascal tiene la palabra. Los dos últimos como elementos necesarios para detener la fragmentación autonómica que amenaza a nuestro sistema de convivencia de forma permanente desde hace 300 años.

Altura de miras o gran fracaso. Si en lugar de estar todo el día pensando en cómo destruir al adversario colocaran los intereses del país por delante, tendrían tiempo para plantear alternativas de unión frente al resto de los 27 países de la Unión Europea.

La derecha de la UE se quedó sin su “lideresa”, Angela Merkel, y no quiere a un socialdemócrata como Schultz al frente de su todavía motor económico. Merkel dejó de mandar y Emmanuel Macron no ha llegado a hacerlo pese a intentarlo con insistencia. España tiene una gran oportunidad, que puede desaprovechar por lo de casi siempre: nuestras guerras internas.

Un día sí y otro también los dirigentes políticos llenan los medios de comunicación con declaraciones que exclusivamente hablan de impedir los pactos necesarios para repartirse el poder en las autonomías, y en la forma de boicotear la acción política hasta conseguir que , en estos momentos y tras las acusaciones y demostradas acciones de compra de votos, se tengan que celebrar de nuevo elecciones en muchos ayuntamientos e incluso alguna autonomía al final del verano.

Nuestros dirigentes se han encerrado a este lado de los Pirineos y no parece que exista Europa, ni que el mundo esté girando muy deprisa en torno a Estados Unidos y China, con Rusia intentándonosla convertirse en un satélite de la segunda. De las consecuencias del Brexit, con tres primeros ministros en Gran Bretaña en apenas unos meses y los sentimientos independentistas creciendo en Escocia e Irlanda, no se habla. De la firma del acuerdo entre la UE y Mercosur sabemos que se firmó un papel, pero no lo que contiene, pese a que España debería tener una posición de liderazgo. Incluso con las tensiones que se manifiestan con el Brasil de Lula da Silva, la Colombia de Gustavo Petro, y el Mexico de López Obrador.

Siempre Cataluña a la espera de sentencias de los Tribunales, ya sean europeos o del Supremo y sus consecuencias, con el posible efecto sobre las distintas elecciones en esa autonomía, y si jurídicamente Puigdemont y Junqueras tienen derecho a liderar en la sombra a sus respectivas formaciones y todo lo que ello significa, lo mismo pueden hacer el resto, incluido Vox.

De nuevo ETA y la cuestión vasca, y de nuevo mezclada con la futura formación de gobierno en Navarra, el único lugar de España en el que el PP, Ciudadanos y Vox decidieron juntarse en una única candidatura. Y ganaron, pero sin la mayoría suficiente. El PSOE tiene ahora el problema de Bildu sobre sus espaldas.

Los viejos fantasmas que la actual democracia no supo desterrar y que salen de los armarios en los que estaban. La tumba de Francisco Franco, que estaba olvidada y el interés político y partidista colocó frente a la memoria de los españoles. La propia Constitución votada y aprobada en 1978, con todos sus logros y todas sus carencias, puesta en cuestión para “rejuvenecerla” y de paso colocar en su reforma la pregunta clave: Monarquía o República.

Es más que posible que Pedro Sánchez necesite un cambio de pactos para gobernar con urgencia en los próximos meses, y que el PSOE consiga estabilizarse como referencia socialdemócrata en Europa aprovechan la presidencia del último semestre. Es una ambición legítima pese a sus escasos 120 escaños. E igualmente es entendible que Núñez Feijóo necesite un tiempo para reforzar su presencia en Europa mientras el PP consigue gobernar en el mayor número posible de Comunidades y Ayuntamientos.

La supervivencia de las otras dos fuerzas de carácter nacional depende tanto de sus actuales líderes que es difícil de predecir su futuro si Iglesias y Abascal desaparecieran. Es posible que una parte de la herencia de Podemos se canalizara hacia nuevos herederos del 15M como quiere lograr Yolanda Díaz con Sumar como nombre pero sin estructura, pero lo que es seguro es que sin Santiago Abascal al frente, Vox tendría los días contados, y en el PP se frotarían las manos todos los días.

Apenas se han marchado por una puerta, y ya están esperando a la semana que viene entrando por la otra. Son las encuestas electorales y sus consabidos pronósticos. En el retrato sociológico, que no político y partidista, sale mejor la izquierda que la derecha; y mejor los viejos partidos que los nuevos. Una forma de entretener al ciudadano mientras arde, de verdad, media España.


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