SOCIEDAD

Leve, livianos, o sea, la nada

Diego Armario | Lunes 20 de febrero de 2023
No es cierta la teoría que sostiene que los hombres no sabemos hacer dos cosas al mismo tiempo. Lo más aproximado a este infundio es la reconocida torpeza que tenemos para explicar lo inexplicable cuando nos pillan con el carrito del helado, porque en ese momento nos sentimos culpables, empezamos a dar explicaciones absurdas que nadie nos ha pedido y la cagamos.

Para soplar y sorber o nadar y guardar la ropa hay que tener unas habilidades que se aprenden en el ejercicio de la política, oficio en el que se requiere lealtad al absurdo, tragaderas del 20, ambición sin límite, insensibilidad a prueba de dejar caer al amigo, y obediencia ciega a un jefe imbécil o sin principios.

Hecha esta caricatura en la que no está reflejada la buena gente que se dedica a este oficio de servicio público hasta que un día se hartan, se van a su casa y regresan a su trabajo anterior, los demás no sienten el mínimo pudor ni vergüenza porque fuera de la política hace mucho frio para quienes no tienen oficio ni renuncian al beneficio que les garantiza ser un ciudadano robotizado a las órdenes del prior trapense que les obliga a ver, oir y callar.

Llevo muchos años conociendo el percal y como sé que no hay nada nuevo bajo el sol, no me sorprenden los Alberto Casero ni los Paxti López : el primero más simple que el mecanismo de un chupete y el segundo obediente hasta helarle la sangre a la madre de Joseba Pagazaurtundúa .

Pero yo no venía hoy a hablar de esto, aunque me he liado con los ejemplos, porque lo que me lleva escribir estas líneas después de más de una semana de ausencia en mi blog dedicado a otras curiosidades, ha sido la imagen de la gente leve, demasiado leve, que termina siendo insoportable según decía un checo, novelista y autor de cuentos cortos.

Dicen que en estos tiempos hay demasiada gente que no sabe lo que es la cultura del esfuerzo, que nadie se lo ha enseñado ni tampoco le ha sometido a una mínima disciplina continuada para crearles ese hábito. En mis años lejanos de juventud , época en la que también había vagos, nos educaban sin edulcorantes ni gilipolleces, y el que no estudiaba, trabajaba porque por entonces aún no se había inventado el concepto filosófico del “ni ni”, que no hace ni una cosa ni la otra..

Menos mal que la nueva normalidad que consiste en aupar a los más inútiles para que lleguen incluso a ser ministros , ha abierto una puerta a la esperanza en España que es el país con más posibilidades de cobrar un sueldo público sin haber conocido antes lo que es una nómina , aunque sea en un trabajo temporal.

¡Viva la Pepa!


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