NACIONAL

El independentismo catalán necesita reparación con urgencia

Raúl Heras | Domingo 11 de septiembre de 2022

Fueron juntos pero no revueltos en busca de una quimérica independencia de Cataluña, que se conseguiría a través de las resoluciones políticas del Parlament, el control del gobierno de la Generalitat y la presión ciudadana desde las organizaciones sociales como la ANC y la CUP.



Ese era el plan de Junts per Catalunya y de Esquerra Republicana hace cinco años. Hoy, con la Diada 2022 a la vuelta de la esquina, las diferencias entre la derecha independentista y la izquierda independentista han hecho que el objetivo común salte por los aires. Incluso dentro de ERC las opiniones son distintas.

Ya no hay unidad de acción y es muy difícil que se vuelva a reconstruir. Sus proyectos políticos, los de Aragonés y Junqueras y los suyos, por un lado, y los de Puigdemont y Borrás y sus seguidores, por otro, son diametralmente opuestos. Relegada la independencia al futuro, lo que queda es la gobernanza del hoy y el liderazgo de Cataluña. Siempre con la sombra del PSC y sus ofertas de futuro, tanto a nivel autonómico como nacional.

Lo que quiere la derecha catalana no lo quiere la izquierda, y los que están bajo el mando a larga distancia del “exiliado” Puigdemont no quieren ni oir hablar de las exigencias “izquierdistas” de ERC y mucho menos de las que demanda la CUP a través de una de sus portavoces, Mónica Sirvent.

Desde Esquerra se aspira a mantener la presidencia de la Generalitat como primer partido y de nuevo ganador de unas futuras elecciones autonómicas. Su base: los resultados que espera obtener en las municipales de mayo 2023; y la desaparición en Cataluña de Ciudadanos, muy lejos ahora de los resultados que tuvo Inés Arrimadas y que ella misma se encargó de arruinar.

Por esa razón y desde su “ exilio” y a la espera de las decisiones del Supremo, Puigdemont, que se sabe perdedor en lo político y en lo personal busca un poder que realmente ya han perdido desde que fueron expulsados de la presidencia de la Generalitat.

La propia respuesta social y política ante la más que previsible respuesta que salga del Supremo les divide: Aragonés y Junqueras apuestan por una respuesta a través de las urnas; Puigdemont la desea desde la movilización ciudadana en base a una hipotética mayoría social que ya no tiene, ni controla. Puede que el ex-presidente consiga la división y el alejamiento entre la ANC y la CUP pero no que logre mantener a todo el espectro político catalán favorable a una independencia detrás de su persona. Son tiempos pasados.

Este once de septiembre, se va a comprobar en la Diada la fuerza del independentismo en la calle, y las diferencias dentro del mismo en los mensajes que transmitan sus dirigentes. Todo ello frente a una Ada Colau y el Podemos catalán que tienen más dudas que certezas a la hora de definir su propio futuro; un PSC que se ha recuperado moderadamente de los desastres electorales que ha vivido en los últimos tiempos; un Ciudadanos que ha perdido claramente la posición que consiguió de la mano de Inés Arrimadas y que tiene muy difícil el recuperar; y una derecha, representada por el PP y por Vox, que camina por el filo de la irrelevancia política, tal y como se demostró en las últimas elecciones.

Partido claramente por la mitad, el independentismo tal y como lo concibieron Puigdemont, Junqueras y los dos Jordis ha perdido la batalla. Les queda mirar al pasado, encontrarse con las fotos de Artur Mas y de Jordi Pujol como ejes de una reestructuración política, económica y social casi imposible, y volver a empezar como en la película de José Luís Garci. Cambiar revolución por nostalgia.


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