NACIONAL

Diez años para que Andalucía cambie del rojo al azul político

Raúl Heras | Lunes 30 de mayo de 2022

En diez años la Andalucía de izquierdas dominado políticamente por el PSOE ha pasado a ser la Andalucía de derechas dominado por el PP. ¿ Principal culpable de ese cambio histórico ?: la izquierda política que ha defraudado a la izquierda social. Explicaciones añadidas hay muchas, desde la influencia de las decisiones del gobierno central de la Nación a las imágenes que dan los distintos dirigentes que compiten en las urnas. Del rojo al azul apenas hab´ñia un paso



Juanma Moreno, si hacemos caso a las encuestas, va a lograr tantos diputados para el PP dentro de veinte días como toda la izquierda de Juan Espadas, Inmaculada Nieto y Teresa Rodríguez juntos. La división se paga y las equivocaciones aún más. El actual presidente aparece sin rivales y la única duda está en si necesitará más o menos a Vox en la persona de Macarena Olona. Es notable que los dos partidos históricos de nuestra democracia mantengan a hombres al frente de las listas - Ciudadanos no cuenta, para su desgracia - mientras que las otras tres formaciones apuestan por la renovación feminista, al margen de sus colores.
El cambio producido en una década en Andalucia es muy similar al que se ha producido en el resto del país. La España de hoy se parece muy poco a la España que arrancaba en la primera década del siglo XXI. Generaciones menos dogmáticas y más práctica, que no tienen a las siglas de los partidos como señales a seguir por encima de todo y que ya no se alimentan de los medios oficiales para formarse una opinión propia, tambiuén recurren - se equivoquen o no - a ese multi universo de las redes sociales. En todo caso, repasar un poco de historia no viene mal. Para analizar y apostar por una u otra opción o para no apostar por ninguna.
En 2012 el más incombustible de todos los líderes de la derecha española, Javier Arenas, lograba por primera vez en treinta años derrotar al PSOE de Andalucía representado por José Antonio Griñán. Por tres escaños y 43.000 votos el socialismo andaluz tuvo que recurrir a la izquierda marxista de Diego Valderas para mantenerse al frente del Gobierno. Lo hizo pese a los viejos, antiguos y muy reiterados ataques que existían respecto a los herederos del PCE. Una vicepresidencia y tres Consejerías premiaron a una Izquierda Unida que había pasado de tener seis a lograr doce escaños en el Parlamento de Sevilla.
Tres años más tarde, con elecciones anticipadas por medio y un brutal cambio de liderazgo, Susana Díaz, a la que había dejado el gran sillón de mando un Griñán ya acosado por el escándalo de los ERE, lograba mantener los 47 escaños de los socialistas mientras que un recien llegado Juan Manuel Moreno pagaba el desgaste de su partido y veía como el Partido Popular perdía un tercio de sus parlamentarios. Entreban en escena Podemos y Ciudadanos mientras que Izquierda Unida era la otra formación que del tercer puesto pasaba a ser la gran colista electoral.
Díaz y el PSOE necesitaban un mínimo de ocho escaños de otros grupos para alcanzar la mayoría absoluta y mantener el Gobierno. A su izquierda tenían los quince del radical Podemos y a su derecha los nueve del centrista Ciuadadanos. Eligieron a Juan Marín, que había abandonado las siglas azules para abrazar el color naranja que representaba Albert Rivera, que se convirtió en vicepresidente. El socialismo andaluz escogió a una derecha moderada para no tener que repetir elecciones.
A finales de 2018 la mujer que había disputado el cargo de Secretario General del PSOE a un hasta entonces desconocido Pedro Sánchez, con apoyo de la vieja guardia del partido, creyó que adelantando de nuevo las elecciones y ganándolas pondría a salvo su liderazgo y que podría intentar de nuevo conquistar el poder nacional de su partido tras lo que consideraba una apuesta segura: Mariano Rajoy volvería a ganar las eleccione generales y Sánchez se vería obligado a abandonar su puesto.
Todos los esquemas saltaron por los aíres. El PSOE perdió 14 escaños, el PP perdió siete escaños, el nuevo Podemos y la vieja IU a banderados por Teresa Rodríguez perdieron tres. Ciudadanos, ya distanciado de los socialistas en un nuevo “regate político” de Juan Marín sentó a 21 representantes en el Parlamento; y la gran sorpresa que cambió el futuro y el hoy presente de Andalucía: el Vox creado por Santiago Abascal se convertía en el comodín indispensable para que Juanma Moreno llegara hasta donde no lo habían hecho sus predecesores del Partido Popular.
El cambio producido por la lucha interna de su partido tras la moción de censura en el Congreso, con la salida de Mariano Rajoy de la presidencia y la llegada de Pablo Casado, le habían dejado de candidato, y sus 26 escaños, sumados a los 21 de Ciudadanos y los 12 de Vox sumaban 59. Las tres formaciones aceptaron sus respectivos papeles con un gran objetivo común: expulsar a la izquierda del poder tras 36 años de ejercerlo de forma ininterrumpida.
Ya en camapaña, el nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha dejado muy claro lo que espera de las elecciones andaluzas: serán el primer escalón de una larga escalera que le llevará al palacio de La Moncloa. Dentro de un año se verá si los doce peldaños autonómicos que le faltan cumplen con su papel o le dejan a medio camino. Es muy posible que mantenga los de Castilla y León y Galicia, que tenga que pelear con Vox en Murcia y sobre todo que en Madrid el PP de Isabel Díaz Ayuso mantenga el dominio demostrado hace un año. Con esas bases de la España el político gallego habrá acertado al abandonar Santiago de Compostela para regresar a Madrid.


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