Diego Armario

El liderazgo es otra cosa

Lunes 23 de mayo de 2016
Hay gente a la que se le calienta la boca y dice cosas de las que luego se arrepiente, y otros, con absoluta frialdad, dicen barbaridades y no les tiembla la voz porque están persuadidos de que su misión en la vida es defenderse a sí mismos y desentenderse de los demás.

Uno de estos personajes es Joan Rosell, Presidente de la patronal, al que hace hoy exactamente dos años le dediqué una de mis columnas, porque por entonces, en plena crisis económica propuso algo que me parecía sencillamente escandaloso, pero a él no le tembló la voz al hacer pública su propuesta.

El catalán decía entonces que los padres con contratos indefinidos deberían rebajar sus derechos para mejorar los de sus hijos con contrato temporal.

“Para este señor – decía yo entonces – que no sabe lo que es pasarlo mal, el Estado social y de derecho que contempla nuestra Constitución debe desaparecer, y la riqueza que generen los trabajadores no tiene por qué beneficiarles a ellos, porque para ayudarles a sobrevivir están sus padres, si es que los tienen”.

Pues bien, hoy ha vuelto a sacar su insoportable insensibilidad social a pasear y ha proclamado que en el futuro no habrá un trabajo fijo y seguro porque ese es un concepto del siglo XIX.

Además de que se ha equivocado de siglo al hacer esta cita, el trabajo fijo y seguro nunca ha estado asegurado – salvo los españoles que ganaban una plaza de funcionario por oposición – pero muchos hombres y mujeres han tenido la posibilidad de mantener su empleo, incluso durante la crisis.

Esa debe ser la expectativa de los trabajadores y de los empresarios, y el gobierno debe establecer reglas que lo permitan, pero tirar la toalla a priori y apostar por unas relaciones laborales en las que las empresas europeas actúen como las asiáticas en las que la mano de obra está esclavizada, sin derechos y mal pagada, no es de recibo en una Unión Europea en la que, en teoría, hay que respetar los derechos laborales.

Lo peor de algunos personajes españoles que ocupan posiciones de liderazgo social, es que se parecen más a Donald Trump que a Mark Zuckerberg, y así nos va porque el liderazgo económico, si no tiene valor ético y social, no es liderazgo sino aprovechamiento.

No vivimos momentos para tirar la toalla, ni para pintar un futuro desolador. Eso lo hace cualquiera. Lo que necesitamos son elementos políticos y sociales capaces de afrontar estos momentos con menos palabrería y con más decisiones inteligentes.

En este empeño debemos estar todos. Para señalar con el dedo que las cosas están mal no hace falta haber estudiado en Harvard: cualquier lo puede hacer, pero para intentar resolver los problemas se necesitan menos canta mañanas – que los tenemos a montones en todas partes – y más líderes.


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