ECONOMIA

España invertirá en diez años el 5% de su riqueza en la industria de Defensa

Tur Torres | Sábado 11 de octubre de 2025
El último mensaje de Donald Trump contra Pedro Sánchez no puede ser más claro y más falso. Ambas cosas son posibles. Claro, pues menciona a España dentro del Contexto OTAN y la “necesidad” de que todos los países miembros inviertan el cinco por ciento de su PIB, de su riqueza mal contada, en armamento militar y todo lo que rodea su fabricación, desarrollo y compraventa. Ningún país de la Alianza cumple cn ese requisito y la media actual está por debajo del 3%, con España en los puestos de cola. El año en el que ese porcentaje debe aparecer en todos los Presupuestos nacionales es 2035 y eso se cumplirá esté quien esté en la Moncloa y sea cual sea el estado de las finanzas públicas de nuestro país.

El presidente norteamericano ya sabía que el Premio Nóbel no se lo iban a dar. Las candidaturas se hacen a primeros de año, no en los últmos treinta días. Hubiera sido un disparate que hundiría un poco más esa distinción que se otorga en el ayuntamiento de Oslo, a diferencia del resto de los Nobel. Trump es un mandatario distinto a todos los demás, el más parecido a los autócratas de la Europa del Este, un negociador empresarial acostumbrado a sentarse a la gran mesa del “poker planetario” y apostar por el todo o nada, seguro de que su “saldo de respaldo” es el mayor del mundo.

No son siete las guerras que él ha “terminado”, son ocho los conflictos en los que se ha conseguido una tregua, comenzando por el de Gaza. Sus veinte puntos son tan imposibles de cumplir hoy como hace dos semanas. Sea bienvenida la tregua para que los secuestrados -los vivos y los muertos - regresen a Israel y que los habitantes de la Franja puedan regresar a sus hogares, si es que siguen en pie y no son ruínas. Los carros de combate se han retirado de la última línea pero siguen dentro de ese territorio y Hamas ha firmado un protocolo en el que su desaparición como organización armada no se contempla, al igual que no se contemplan los abandonos d elos libutan que ha ido creciendo en Cisjordania, y mucho menos la existencia de un estado palestino con todas las características que tiene un estado, empezando por su independencia en la toma de decisiones.

Gaza y Cisjordania van a ser en realidad dos protectorados bajo la vigilancia del propio Trump y de un pequeño contingente de fuerzas especiales de Estados Unidos. Habrá un “consejero delegado” para administrar los miles de millones de dólares que hacen falta para construir de nuevo ese territorio, que al final se parecerá más a la imagen que mostró el presidente USA que a la que había hasta el nefasto y terrible octubre del asalto de Hamas. Nace un periodo de “vigilancia” parecido al que existió entre laa dos grandes guerras mundiales, antes de que en 1948 se reconociera por la ONU el Estado de Israel y los países árabes desataran una guerra que perdieron.

Demasiados muertos se han acumulado en ese pequeño espacio geográfico a los que se intentará olvidar con un nuevo desarrollo económico y social. Un objetivo que más pronto que tarde se volverá imposible. Las venganzas estarán a la espera y los intereses del mundo árabe, por un lado, y del mundo judio, por otro, son Incompatibles, al margen de que operan otros factores externos que necesitan mantener el conflicto por encima de todo. Si ahora se adormedece, se despertará cuando alguno de los grandes actores mundiales lo necesite.

A Trump, en su cruzada mundial, le queda la gran asignatura de Ucrania por aprobar - el 5% e la OTAN tiene mucho que ver - y el mismo Zelensky ya ha dicho que el ejemplo de Gaza puede ser imitado en el pañis centroeuropeo. No será lo que quieren los actuales contendientes reales, pero si se paran los bombardeos y la destrucción, será un paso necesario por pequeño y conflictivo que sea. Si el Báltico, con el acceso de los buques al Artico y el equlibrio entre bloques se extiende a la industria y al Comercio mundial, a la espera están los Balcanes, cuyas guerras se cerraron en falso y con aspiraciones regionales en las que Serbia no acepta a Kosovo, ni Croacia quiere desprenderse de su posición de privilegio en el Mar Negro. Cada guerra, al terminar, deja sembrada la semilla de la siguiente.


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