Desde hace demasiado tiempo, ya dos años, los que han transcurrido tras las elecciones generales del 23 de julio de 2023, Pedro Sánchez ha mantenido una política exterior que apenas responde a los verdaderos intereses de España, se enfoca mucho más a sus ambiciones personales y partidistas de mantenerse en el poder a cualquier precio.
En esa estrategia, algunas decisiones se enmarcan en el objetivo evidente de rebañar votos por la extrema izquierda de cara a una más o menos próxima cita electoral en la que la táctica del miedo a la ultraderecha demuestre su agotamiento y la corrupción conlleve su castigo, y el recurso sea presentarse como el gran líder de la izquierda internacional en detrimento de Sumar y Podemos.
Decisiones con enfrentamiento directo con la actual administración Trump, con Israel y también con sus socios y aliados europeos que llevan más de un año sin contar con España en reuniones clave del núcleo de países cuyos gobiernos son los que toman las decisiones: Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. Ministros de Defensa, de Asuntos Exteriores o de Interior han incorporado a Polonia, por ejemplo, en detrimento de España.
La exclusión de Pedro Sánchez de la reunión virtual de los líderes europeos que mandan, organizada por el canciller alemán Fiedrich Merz, con Trump antes de su cumbre con Putin, resultó grosera y contundente. Fue colocado después en la Coalición de Voluntarios por Ucrania. Lo mismo ocurre con el diseño de la nueva Europa, sobre todo en seguridad y defensa. Y ahora, claro, no acompaña al presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, para su reunión con el presidente norteamericano, Donald Trump, en Washington. Van los líderes de Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Finlandia y Comisión Europea.
Sánchez, y por desgracia España, está recogiendo la exclusión y el castigo por parte de Washington, pero también de sus socios europeos por Palestina, por negarse a incrementar al 5% el presupuesto de Defensa cuando lo había firmado en la cumbre de la OTAN, incrementar las relaciones con China por su cuenta con contratos con la empresa Huawei que tantos recelos provoca en Estados Unidos y en la UE, mantener una cumbre en América Latina con los líderes de extrema izquierda lanzando mensajes que chirrían en todas las cancillerías occidentales y el colmo es suspender la compra de aviones F-35 norteamericanos. Algunas consecuencias han sido inmediatas. En Bruselas se publican informes donde Sánchez queda muy entredicho como con la ley de Amnistía para los independentistas catalanes o los datos de los miles de millones de euros de los fondos europeos que quedan sin ejecutar y el plazo termina en 2026.
La pérdida de confianza que destilan los movimientos de Sánchez ha provocado la reducción de inversión extranjera en España y la salida del puerto de Algeciras de las rutas de contenedores comerciales de Estados Unidos. Continuará con el fútbol y posibles sanciones por algún contrato extraño con el gobierno de la República Democrática del Congo.