El miércoles 9 de julio, ante el Pleno del Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, defenderá por la mañana la reacción de su partido ante los casos de corrupción, intentando que las acusaciones se queden en los nombres conocidos y evitar que esos casos personales contaminen y anulen la acción de gobierno del Ejecutivo; y por la tarde, en el mismo escenario, defenderá la posición de España en la esfera internacional, con especial incidencia en su posición dentro de la OTAN y el choque directo con Donald Trump por las inversiones que desea el presidente norteamericano en el ámbito de la Defensa.
Cinco días durante los cuales es más que probable que aparezcan más nombres y más acusaciones, más audios incriminatorios, más declaraciones de los acusados y más peticiones, desde la oposición, desde los socios del Gobierno y desde el Interior del PSOE de la necesidad de un adelanto electoral, que de por terminada la actual Legislatura y que permita a otro dirigente del PSOE encabezar su lista electoral. Ciento veinte horas bajo la misma tormenta y la misma tortura política, psicológica y personal que afronta desde hace más de un año.
La situación política en España, con un Gobierno sin Presupuestos y unos socios cada vez más divididos y en busca de sus particulares salvaciones para el futuro, ha hecho que no se hable de las necesidades comunes de los ciudadanos y se mantenga cada día y todos los días el discurso de las dirigentes centrado en la corrupción. Ya es tarde para salir de esa telaraña con una moción de censura o una moción de confianza. La exigencia de las urnas para que los españoles decidan a quién quieren en el Gobierno y qué desean para su futuro irá creciendo. De forma imparable.
El sábado, pero Sánchez, tendrá que asumir sus errores dentro del partido y en la elección de sus dos últimos secretarios de Organización, elegidos por ser los que le acompañaron en su difícil y hasta impensable regreso a la dirección del PSOE, a conseguir que se aprobar a una moción de censura contra Mariano Rajoy y el Gobierno del PP y una posterior formación del actual Gabinete merced a la suma de escaños distintos y distantes pero que confluían en un rechazo a la posibilidad de que el PP de Núñez Feijóo gobiernase. Terminará ganando a los puntos a sus adversarios internos pero con una mayor debilidad para la batalla importante, la del miércoles en el Congreso.
Ese día nueve, durante la sesión plenaria de la mañana, tendrá que escuchar por enésima vez las mismas peticiones de dimisión y de adelanto electoral junto a las más duras descalificaciones personales que se hayan escuchado en el Hemiciclo desde que regresó la Democracia a nuestro país. Saldrá con enormes heridas y puede que hasta ingresado de urgencia en la UVI política. Resistir hasta 2027 puede estar en sus Manual pero no en el de la Ciencia política.