NACIONAL

El adiós de Suárez que debe servir de ejemplo para Sánchez y Feijóo

Raúl Heras | Lunes 30 de junio de 2025
El 29 de enero de 1981 el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, explicó durante diez minutos a los españoles su dimisión irrevocable como la mejor forma de servir a España para evitar que se volviera al pasado. Había ganado dos elecciones generales con comodidad pero las tensiones políticas, los ataques personales desde denrro y desde fuera de su partido, la UCD, y la posibilidad de un golpe de estado por parte de una minoría de militares le llevaron a aquel gesto de honestidad política, que nunca más se ha repetido en la historia de los últimos cincuenta años en nuestro país.

El hombre, el político que había servido para traer la democracia a España desde su antigua condición de ministro de la Dictadura, comprendió que la única forma de servir a su país era su renuncia al cargo de presidente y dejar que fuera otra persona la que se encargara de dirigir el Gobierno. Dejó a su tres veces ministro y vicepresidente económico, Leopoldo Calvo Sotelo, para que continuara con su labor, sabiendo éste que no sería el candidato de la UCD para las siguientes elecciones, que se celebraron un año más tarde.

Los diez minutos de su discurso deberían rescatarse en estos momentos para que los españoles de hoy, los que asistimos día tras día a la más que obscena guerra política entre todos los partidos, y sobre todo entre el Gobierno y sus socios de investidura frente la unión práctica de las dos formaciones que representaba la derecha de este país, puedan comprender y comprendamos que la gestión pública exige sacrificios personales, muchas veces en contra de los deseos personales e incluso de la certeza de tener razón. Suárez era un presidente democrático, había logrado dos victorias sin mayoría absoluta pero había conseguido el apoyo de otras fuerzas parlamentarias, sólo tuvo una razón para marcharse: comprendió que su presencia al frente del Gobierno se había convertido en un obstáculo para que España avanzar en su proceso democrático. Era injusta para su persona, pero necesario para el país.

Quiso evitar un intento de golpe de estado que, finalmente, se produjo apenas un mes más tarde. Nunca sabremos qué hubiera pasado si en lugar de dimitir se hubiera mostrado inflexible ante los que le pedían su renuncia, empezando por el entonces Rey Juan Carlos y con la constante presión y descalificación personal ( tahúr del Missisippi) por parte del PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra. El 23 de febrero, el teniente coronel Tejero entraba en el Congreso, pistola en mano para exigir que un militar ocupase la presidencia del Gobierno. No lo consiguió, el golpe fracasó y aquí estamos, hoy, 30 de Junio deb 2025, en una situación parecida pese a que sean muchos los que no la reconozcan.

Pedro Sánchez en nada se parece a Adolfo Súarez, ni existe el peligro de un golpe de estado de caracter militar, pero España está dentro de una crisis política de igual o mayor tamaño de la que había en el inicio de 1981. Los ataques entre partidos, sobre todo contra el Gobierno y su presidente son más duros, más salvajes que entonces. Se le pide, se le exige a Sánchez que se vaya, que convoque elecciones generales. Ya no se trata de una crisis económica, que no existe, se trata de exigir un cambio de personas al frente del Gobierno que sólo es posible desde las urnas. Se puede recurrir a un Calvo Sotelo con la condición de una convocatoria electoral para la Primavera del año que viene, pero puede que sea tarde. Demasiadas ambiciones, demasiados escándalos, demasiados rencores y hasta odios vemos cada día. Todos quieren salvar a España pero ninguno se para a conocerla.


Noticias relacionadas