En Estambul se sentarán de nuevo Putin y Zelensky, bajo la mirada a larga distancia de Donald Trump. El presidente ruso ni quiere, ni puede perder ninguno de los territorios que ha ganado en el este de Ucrania, ya que reconoceríaun fracaso y dejaría a ese 90% de la población del Donest, que deseaba mayor independencia de Kiev y más acercamiento a Rusia a merced de la voluntad de Volodomir Zelensky y de los que le apoyan, empezando por el cuarteto de países que se han erigido en los portavoces de una Unión Europea y de unos ciudadanos a los que no se les ha consultado para esas decisiones. Putin no va a retroceder y pensar y decir lo contrario es más el deseo de engañar que el de ver y contra la verdad, que no tiene que ser lo deseable, ni lo democrático, pero el mundo globalizado enseña que ninguna de las dos cosas son la base del futuro.
Se pueden alargar las conversacines, se puede lograr un alto el fuego que permita una paz inestable, se pueden buscar soluciones que terminen en la ONU para seguir discutiendo si son galgos o podencos, pero lo que no va a cambiar es la posición de Rusia sobre los territorios que ya considera suyos. Si no se a repita esa realidad seguirá la guerra, seguirán las muertes, seguirá el incremento de los presupuestos militares y seguirá el gran peligro de una extensión del conflicto a otros países. Se podrá romper la Unión Europea, se fracturará la OTAN y China y Estados Unidos seguirán avanzando en su proceso de dualidad imperial en el mundo, con Europa cada vez más alejada de los grandes ejes de la política global.