ECONOMIA

Es de lo pior

José Manuel Pazos | Martes 07 de febrero de 2023

Supuestamente cerca de la fase final los bancos centrales mezclan compromisos con intenciones. Los compromisos han de cumplirlos, las intenciones, esas, hay que descubrirlas.

Continúan los bancos centrales del mundo desarrollado desplegando su proceso de endurecimiento de la política monetaria. Aunque lo hacen tratando de ajustar, y a su vez ajustarse, a las expectativas inmediatas de los mercados para así mantenerlos alejados de consecuencias indeseadas, no son capaces de alinear las diferentes expectativas que conviven a medio plazo. Es más, se consolidan las divergencias.



CORRIENTES DE OPINIÓN

Florecen más esas diferencias conforme las economías arrojan nuevos datos que, además de sorprender por alejarse del consenso, resultan, por definición, imposibles de encajar en las distintas corrientes de opinión. El anuncio del viernes del descenso de la tasa de paro a un mínimo histórico del 3.4% y de la creación de 517.000 empleos en enero en EE.UU. cuando se esperaban 190.000, es un ejemplo destacado.

Debilitará unas corrientes, particularmente aquellas que esperan una recesión inminente en EE.UU. y basan en ello su expectativa de reducción de tipos de interés en la segunda parte del año, y reforzará la de aquellos que sostienen que la inflación está lejos de ser reconducida y que consideran que los tipos han de seguir subiendo y mantenerse altos durante mucho tiempo.

En medio están los que creen interpretar lo que desean los bancos centrales que, en versión muy somera, consiste en llevar las economías a crecimientos del 0%, moderar mucho nuevas alzas de tipos y reconducir la inflación a base de afectar lo justo al mercado de trabajo de modo que se controle la espiral de precios y salarios. Son los partidarios del deseado “aterrizaje suave”.

ESTANFLACIÓN

Hasta qué punto tiene influencia en estas divergencias el error de partida de considerar la inflación un fenómeno transitorio, -justo en un momento donde al mando de los principales bancos centrales del mundo no están expertos en política monetaria-, o es la complejidad de la diversidad de los shocks de oferta y demanda que se suceden, o consecuencia la aplicación de políticas monetarias y fiscales no ajustadas a esos shocks, es asunto de difícil discernimiento.

La política monetaria es una y aunque busque equilibrio entre objetivos, ha de priorizar. Si se preocupa por la inflación tiene que endurecerse más y más rápido. Si pone por delante el crecimiento, lo hará menos y más lento, y esperará a ver qué pasa. En este caso se arriesga más, porque puede perder en ambos frentes y entonces tendrá estancamiento con inflación, es decir, estanflación. Puede hablarse de inflación buena y mala, e incluso de deflación buena y mala, pero la estanflación solo tiene un carácter; como diría el clásico: "Es de lo pior".

La estanflación es una consecuencia natural de shocks negativos de oferta, como una pandemia, una crisis energética, o una guerra. Si es temporal, debe de ser suficiente el apoyo fiscal, financiándolo con deuda y ajustando moderadamente los tipos, a la espera de que pase. Pero si es permanente, el ajuste preciso es mucho mayor.

Poner el énfasis en la inflación, precursora de la estanflación, parece la opción inteligente, pero si no lo haces y te equivocas, y ya estás inmerso en un océano de deuda, el tratamiento resultará erróneo y las consecuencias, las propias de quien no puede pagar lo que debe. Los bancos centrales optaron por imprimir dinero como alternativa a la deuda e inflaron sus balances entre 2008 y 2020. Con la guerra y el aumento del coste de la energía ya no pudieron hacerlo, y de vuelta a la deuda.

Como las fuentes se van secando, mejor que acierten en preocuparse tanto del crecimiento, que no sabemos si es lo que hacen, pero es lo que parece.