NACIONAL

Las preguntas sin responder detrás de la traición

Raúl Heras | Lunes 21 de marzo de 2022
De repente, sin explicarlo en el Consejo de Ministros, sin explicarlo en el Parlamento, sin explicarlo a los españoles, Pedro Sánchez ha cambiado la posición de España en el Sahara que hasta 1975 fue parte de nuestro país. Lo que podemos calificar de traición y que no pudo hacer con la exministra Arancha González Laya - que era una alta funcionaria de Naciones Unidas - lo ha hecho con nocturnidad y alevosía con José Manuel Albares, mucho más cercano a la volatilidad de las decisiones presidenciales.


Si hace apenas un año acogíamos de tapadillo al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para tratarle de una grave neumonía producida por el Covid en un hospital de Logroño, sin pensar en las consecuencias que tendría en nuestras relaciones con el Reino de Marruecos, que retiró a su embajadora mientras los hilos diplomáticos terminaban en una maraña judicial en la Audiencia Nacional, qué ha ocurrido para que el jefe del Gobierno de un giro de 180 grados a nuestra política exterior.
Interpretarlo como una de las consecuencias de la guerra en Ucrania y los también cambios en 24 horas de la postura de España en el envío o no de armas al gobierno de Kiev es demasiado simplista, pero si que evidencia la disposición de Pedro Sánchez a “escuchar con atención “ los “consejos o exigencias” que le han hecho, con toda seguridad desde Washington, Bruselas, París y Berlín. En estos tiempos no se admiten dudas, ni riesgos imposibles de asumir por la Unión Europea y la OTAN. Una crisis militar y energética en el sur de Europa, que implicase a dos aliados de Estados Unidos, Francia y Alemania como son Marruecos y España nos dejaría sólos.
La primera incognita y la primera pregunta que debería resolverse en el Congreso de los Diputados es: ¿ por qué en estos momentos de crisis energética y de renovada presión de Mohamed VI sobre Ceuta y Melilla utilizando la emigración ilegal, optamos por “impedir” una segunda “Marcha verde” sobre las dos ciudades españolas pese a la posibilidad de que el gas argelino no llegue a nuestro suelo?.
Ese miedo real, esa probabilidad real, ese recuerdo de noviembre de 1975 con la retirada de las tropas españolas del Sahara, pese a todas las declaraciones en contra que se hicieron desde Madrid mientras Franco se moría y Juan Carlos I ocupaba la Jefatura del Estado, ha vuelto a estar muy presente, al igual que lo estuvo entonces y con los mismos países protagonistas. Por encima de la sentencia de la Corte de Amsterdam, por encima de todas las resoluciones de la ONU, por encima de la voluntad de independencia del pueblo saharaui.
Sin Argelia la supervivencia de la “República Democrática Saharaui “ y del Polisario sería imposible. Desde Tinduff, en la frontera con el Sahara y Marruecos, se han mantenido durante 47 años y esa posición explica la guerra de guerrillas que se incrementaba en el mes de octubre de 2021 y que está en el fondo de los movimientos de Mohamed VI y de Pedro Sánchez, siempre con Ceuta y Melilla como moneda de intercambio.
En ese esecenario histórico la guerra de Ucrania y la necesidad del gas argelino se convierte en una oportunidad para nuestro incómodo vecinos del sur. También para que desde Estados Unidos y desde Francia y Alemania se aumente la presión sobre nuestro país. Los acuerdos firmados por Donald Trump y el monarca alahuíta para establecer una base permanente de Estados Unidos en esa zona del Sahara, de cara a controlar la parte de Africa a la que están llegando los intereses de Rusia y China, en busca de los nuevos materiales que necesita la Industria de la tecnología, es otro escenario de confrontación de las grandes potencias.
Está el gas argelino y sus dos grandes gasoductos que llegan a Europa desde España. El Medaz, que pertenece a la unión de Sonotrach con la española Naturgy - con una importante presencia del fondo BlackRock - con final en Almería; y el Magreb que llega atravesando el Estrecho hasta Zahara de los Atunes. Este segundo es más viejo y es el que cortó Marruecos a finales del año pasado; el primero está sujeto a las negociaciones directas entre la empresa española y su socio estatal. Aquí aparece la segunda de las preguntas que deben tener respuesta por parte del Gobierno español, sobre todo tras las visitas a Argel que hicieron Juan Manuel Albares y Teresa Rivera para asegurar la llegada del gas desde los ya comienzos de Hassi R´mel, en el centro del desierto.
¿Podemos asegurar que Argelia no tomará represalias por este cambio en la política exterior española?. Una tercera parte del gas que necesitamos llega por ese conducto, el resto lo hace a través de los barcos metaneros y es ahí donde vuelven a aparecer los intereses de Estados Unidos, que ya se ha convertido en el principal proveedor con su flota. Argelia necesita exportar gas para mantener su economía, pero al mismo tiempo su política está unida a la de Rusia y en menos medida a la de China. Existen opiniones de hasta dónde puede llegar esa relación histórica y hasta qué punto Vladimir Putin no ha contando con ese escenario para presionar a toda Europa en su estrategia militar en Ucrania.
La tercera de las preguntas la deberían contestar las dos formaciones que integran el Gobierno. Por un lado desde el PSOE que ha ido formando a su medida Pedro Sánchez, y por otro sus socios de Unidas Podemos, desde Izquierda Unida a Podemos y con sus derivadas hacia la CUP catalana, el Bildu vasco, las mareas gallegas y las nuevas formaciones andaluzas en torno a Teresa Rodríguez. No se puede estar en contra de las decisiones de un presidente, sentarse en el Consejo de Ministros y participar en la oposición a temas tan fundamentales para la estabilidad de España. Los sillones no pueden justificar los comportamientos políticos.
Es evidente la presión de Biden, Macron y Scholtz sobre el presidente de nuestro Gobierno. Como es evidente la satisfación de Mohamed VI por esta “nueva victoria diplomática” sobre España. Estamos ante un nuevo frente de la guerra real que se está viviendo en Ucrania y que podría extenderse al norte de Africa, con nuevos actores pero con el mismo fondo político y económico: el poder a nivel mundial y el control de los nuevos minerales que se necesitan para los desarrollo tecnológicos. Ucrania es tan sólo una parte, el Sahara es otra y más importante por sus yacimientos. España puede ganar con esta “traición” a su historia en ese territorio o perder de forma definitiva su valor como potencia regional y estratégica. Habrá que esperar.

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