SOCIEDAD

La revolución de los nietos

Diego Armario | Martes 01 de febrero de 2022

No tenemos respuestas para todo pero deberíamos ser capaces de hacernos algunas preguntas fundamentales para no ser unos títeres en manos de seres inferiores que no nos igualan en inteligencia, pero nos superan en maldad.



Los que renuncian a conocer por qué algunos políticos adoptan decisiones que nos perjudican y a pesar de eso les apoyan, puede ser letrados pero estúpidos, quizás pensadores, aunque inútiles, e incluso intelectuales pero serviles, porque el masoquismo en politica nunca fue una virtud.

Los gobernantes y dirigentes que nos engañan son menos culpables que los ciudadanos que se lo permiten y cuando dejamos que los más mediocres nos conduzcan hacia el precipicio, nos quedamos sin argumentos para la crítica. Por eso resulta ilógico que mujeres y hombres muy preparados voten y defiendan lo que dicen y hacen algunos dirigentes solo porque exhiben una etiqueta ideológica, a la que traicionan si en algún momento les conviene hacerlo.

He votado a lo largo de mi vida a diferentes partidos políticos y cuando he cambiado de papeleta casi siempre ha sido por castigar al que me defraudó, pero ahora vivimos otros tiempos y en España existe una generación de nietos talluditos que han descubierto tarde que sus padres fueron incapaces de pelear por la memoria de sus abuelos y han decidido que les toca a ellos reivindicarlos en estos momentos, en los que ser valiente no sale tan caro.

Hace unos años me pidieron que diese una Conferencia sobre el escenario que se avecinaba en España con la irrupción de los nuevos partidos, y para explicar el momento de cambio que se estaba produciendo hablé de “La revolución de los nietos” porque una nueva generación de cuarentones había decidido reescribir la historia y necesitaban matar al padre dialogante para reivindicar al abuelo enterrado sin honores.

A partir de ese momento parece que en España importa más el insulto que el programa y la descalificación de líderes históricos que consiguieron que nuestro país se situase entre los más reconocidos, porque ahora se admira a los políticos que mejor saben gestionar el odio al rival. Los viejos de izquierda son fachas y los fachas de derechas son viejos, de forma que la lucha es generacional más que ideológica.

Una parte importante de la población no entiende por qué esta revolución de los nietos ha situado a demasiados mediocres entre los que se reparten el poder en España, pero existe una razón que lo explica: apenas hay líderes con credibilidad y prestigio, solo ciudadanos huérfanos que se conforman con que unos cierren el puño y otros levanten el brazo mientras el suelo se abre bajo nuestros pies.


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