NACIONAL

El último refugio de Pablo Iglesias

Raúl Heras | Miércoles 24 de marzo de 2021
Su escaño en la Asamblea de Madrid será el último cargo público que tenga Pablo Iglesias. Tiene el puesto asegurado al encabezar la lista de Podemos. Su victoria, la que podría proporcionarle una base de negociación dentro de una coalición de izquierdas, es casi imposible; y verle de vicepresidente o consejero en un gobierno presidido por el socialista Gabilondo produciría risas.

En cinco días como máximo ya no será el número tres del gobierno de España, ni tendrá un asiento e el Congreso de los Diputados. Conservará su cargo de Secretario general de Podemos y podría se le dejaran en la Asamblea madrileña representarla en el Senado. Formas de protección jurídica para no pasar del todo a la nada.

Ya ha demostrado que ni él, ni ninguna de las personas de su equipo y candidatura se había leído la Ley electoral de la Comunidad de Madrid. Otro golpe a sus intenciones de presentarse el 14 de abril como “heredero” de la II República. Habría sido error sobre error pero podría haber arañado unos votos en el cada vez menos atractivo y “votable” grupo que encabeza Iñigo Errejón.

Quiso unir las piezas del jarrón que él mismo había destruido. Los fundadores de Podemos, los profesores universitarios que aprovecharon el 15M para ofrecer una nueva alternativa a los ciudadanos, se marcharon cansados del hiperliderazgo de Iglesias. Hasta su fraternal amigo le abandonó en una operación de transfuguísmo electoral que merece un puesto de honor en esa historia de traiciones.

El ejemplo del PNV y la bicefalia que existe entre el presidente del partido y el presidente del gobierno vasco, que se puso en marcha con Xavier Arzalluz no es válido en esta España de 2021. Las circunstancias no son las mismas, las características del PNV nada tienen que ver con las de Podemos y la personalidad del dirigente que dobló el brazo al lendakari Garaicoechea para sustituirle por el fiel Ardanza es diametralmente opuesta a la del futuro ex vicepresidente del gobierno central.

Las incógnitas son muchas y no parece que Iglesias tenga las respuestas adecuadas en defensa de sus propios intereses. Dado que tampoco va a encabezar la candidatura de su partido en las futuras elecciones generales el que se conformara con pelear por volver al Congreso tendría más de cómico que de jugada política. Soñar es gratis y dibujar estrategias sobre un papel en una mesa de camilla le pueden llevar a cualquiera a un mal despertar.

Quiso ser presidente del Gobierno y habitar La Moncloa. Imposible. Se conformó y logró una vicepresidencia de más nombre que efectividad. Entre sus iguales socialistas, desde Carmen Calvo a Nadia Calviño, se diluyeron sus expectativas como lo hace un terrón de azúcar en un vaso de agua.

Dice que quiere gobernar Madrid. Un nuevo imposible. Cambiar un escaño nacional por un escaño autonómico es pan para hoy y adiós para mañana. Iglesias se está yendo. Lo quería hacer y entre García Egea y José Luís Abalos se lo han conseguido. El papel de héroe no le pega y los adioses se pagan mal y pronto. Son los propios sucesores los que se encargan dr las desagradable tarea de recordarlo. Hay tantos ejemplos en los últimos 40 años que con leerse esa porción de la Historia de España es suficiente.

Quedan por colocar en el calendario los tiempos y las preguntas: ¿cuánto tardará Yolanda Díaz en abandonarle?, ¿ cuánto tardarán sus propios compañeros en recomendarle su regreso a la enseñanza universitaria?, ¿cuánto tardará Pedro Sánchez en ofrecerle el último favor, si es que está en condiciones de hacerlo?. Eso sí, siempre le quedará la familia.


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