NACIONAL

Illa y Aragonés y la alargada sombra del Peñón sobre Cataluña

Raúl Heras | Jueves 31 de diciembre de 2020
Habrá elecciones autonómicas en Cataluña el 14 de febrero. Unos comicios que pueden cambiar la actual situación del independentismo, que fue unido el 21 de diciembre de 2017 y que, ahora, está roto y con una parte, la de Esquerra, dispuesto a pactar con los socialistas del PSC. Puede que sean Pere Aragonés y Salvador Illa los que se sienten a hablar de la presidencia.

No va a será fácil, con los resultados de hace tres años llegar a los 68 escaños que den la mayoría absoluta es todo un reto para cualquiera de los candidatos. Veremos un tripartito y una larga negociación. El gran caladero para cambiar la situación que desembocó en doce procesados y condenados y siete huidos está en los 34 escaños que consiguió Ciudadanos con Inés Arrimadas al frente. Son los que necesita el PSC para compartir el gobierno, y los que quiere el PP de Alejandro Fernández para salir de las catacumbas de los 4 escaños que tiene hasta hoy.

Justo en el otro extremo, y tras la firma in extremis del Brexit pactado entre la Unión Europea y Gran Bretaña, está Gibraltar, otro de los problemas eternos de nuestra España. Es una diagonal que persigue a todos los gobiernos desde hace trescientos años, y a la Jefatura del Estado, sea ésta Monarquía o electiva. Recordar cómo empezó todo puede ayudar a entender el cruce de destinos entre los tres “protagonistas”: el independentismo catalán, la posición de Gran Bretaña y la Corona española. Es historia, tan actual que asusta.

La pelea por el trono de España hace 300 cambió y unió los destinos de Cataluña y Gibraltar. La llegada de la dinastía Borbón a España y el triunfo de Felipe V sobre el archiduque Carlos hace 300 años hizo que el futuro de Cataluña y Gibraltar se cruzara y que ambos se convirtieran en dos de los tradicionales problemas del estado, fuera cual fuera el régimen del mismo y fuera cual fuera el color del partido gobernante.

Hoy, en Gibraltar, y desde Gran Bretaña, el gobierno conservador de Boris Johnson sigue haciendo lo mismo que hicieron sus predecesores y la reina Isabel II mantiene la misma política que inició la reina Ana, bajo cuyo reinado el Peñón se " cedió " junto a Menorca para terminar con los conflictos que llevaban decenios asolando Europa dentro de las guerras que mantenían las potencias de la época y entre las que ya no estaba España, convertida en pieza de intercambio entre las casas reinantes.

El testamento de Carlos II, conocido como " El Hechizado" por sus evidentes carencias físicas y mentales otorgó la corona de España a uno de los nietos del rey francés Luis XIV, que veía una oportunidad de oro para ampliar y consolidar su poder en Europa y en América, gracias a las intrigas de la Corte de Madrid y a los más que buenos oficios del embajador galo. Incluso algunos historiadores sostienen que ese testamento es falso o que el rey no estaba física y psíquicamente en condiciones de dictarlo y firmarlo si se tiene en cuenta el informe médico de su muerte.

Sea como fuere desde el Imperio austro- húngaro se rechazó al duque de Anjou como Felipe V de España y se jugó la baza del archiduque Carlos, un Carlos III que sería reconocido como rey en una buena parte del territorio español y de manera especial en Cataluña al haber aceptado éste lo que Felipe V había traicionado: el mantenimiento de la Constitucion y la singularidad del antiguo reino de Aragón, algo que el primer Borbón ya se había encargado de anular en Valencia.

Miles de soldados entraron en España para defender las dos opciones: enviados por LuisXIV para ayudar a su nieto; y por la reina Ana para apoyar las pretensiones austriacas y sobre todo para impedir la expansión francesa. Todos los implicados jugaban sus cartas pensando en sus intereses ya fueran personales o territoriales y la víctima era España, olvidada como nación, como reino y como futuro. La considerada como la Primera Guerra Mundial del Continente se jugó en España casi de la misma manera que ocurriría tres siglos más tarde con Alemania y Gran Bretaña y sus respectivos aliados respecto a nuestra propia Guerra Civil.

Felipe V se encontró con que sólo tenía un trono a defender mientras que su rival, Carlos, se encontró con la carambola de la muerte de su hermano y tuvo la corona de emperador a su alcance. Dejó a su esposa en Barcelona para forzar nuevas y más lucrativas negociaciones, que es lo mismo que hicieron los británicos con las tropas que tenían concentradas en Cataluña. A Luis XIV le interesó poner fin a la guerra, pactó el reparto de los territorios con sus adversarios y en el verano de 1713 en la ciudad holandesa de Utrech se dió el primer paso para que un año más tarde, en la localidad alemana de Rastatt se cerrará el conflicto que les había enfrentado.

El nuevo rey de España pagó con Gibraltar, Menorca y el comercio con América la retirada de las tropas británicas de Cataluña. Abandonados a su suerte, los barceloneses aguantaron durante un año el asedio de las tropas realistas mandadas por el mariscal Popoli hasta que el soberano francés cambio de jefe militar y envió al duque de Berwick, Jacobo Fitz- James Stuart, descendiente bastardo del rey Jacobo Estuardo y antepasado de la actual duquesa de Alba, quien en dos meses consiguió que el abogado, conseller en cap y líder de la resistencia, Rafael Casanova, pactara las condiciones de la rendición de la ciudad.

El 11 de septiembre de 1714 Felipe V pudo decir a su abuelo que ya controlaba y reinaba en toda España y que la dinastía Borbón iniciaba una nueva era, más absolutista, menos democrática, más centralista, menos autonómista. La dinastía de los Hasburgo desaparecía del escenario patrio. Rafael Casanova volvía a su condición de abogado, profesión que ejerció durante 30 años más, Cataluña, Aragón y Valencia perdieron sus privilegios y su singularidad, Gibraltar se quedó " para siempre" en manos británicas, y España dejó de contar en el panorama mundial. Los días de gloria se habían terminado.


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