Raúl Heras

La democracia cero y las nuevas listas para el 10N

Raúl Heras | Martes 24 de septiembre de 2019
Hay que hacer listas de nuevo. Cientos de nombres que suben y bajan en los centros de poder de cada partido político. Los que desean seguir, los que desean volver y los que sueñan con llegar. Todos miran hacia el líder no hacia las bases. Saben que su destino depende de ese Rey laico que es el presidente o el secretario general de su formación.

Todas las monarquías europeas, incluida por supuesto la española, han renunciado al carácter absolutista que tuvieron en el pasado. Los Reyes reinan pero no gobiernan, se ajustan al papel que les dan sus Constituciones y dejan que sean los jefes de los distintos gobiernos los que administren las cosas públicas.

Podríamos pensar que el absolutismo, la voluntad " real" como suprema forma de decidir sobre los asuntos sociales ha desaparecido con el cambio de papel de la realeza en aquellos países que mantienen esa figura en la cúspide del estado; y que por supuesto no existe en los que imperan las Repúblicas. Craso y tremendo error como es fácil de descubrir mirando, por ejemplo, lo que ocurre en España.

Juan Carlos I no era un Rey absolutista, como lo fueron sus antepasados, y la aristocracia existente no tiene más privilegios que los que consiga con el trabajo, la herencia o la fortuna, como cualquier otro español que parta de situaciones económicas y sociales parecidas. Los privilegios de " sangre" son mínimos y han estado restringidos a las figuras del Rey y sus sucesores. Y, sin embargo y como pasa con las meigas gallegas, existir no existen pero haberlas, haylas.

El absolutismo real y la aristocracia de antaño se ha refugiado y sobrevive en los partidos políticos, en los que el ascenso al poder y el mantenimiento en el mismo se produce. Así por los mismos procedimientos por los que se alternaban las monarquías e incluso dentro de la misma familia el puesto que ocupaba cada cual. Es la voluntad del líder la que se impone siempre sobre los deseos y las voluntades de los que le siguen, y cuando no es así porque los de abajo tienen la fuerza suficiente para oponerse al gran y único dedo de visorio, asistimos al " magnicidio" interior, que suele desarrollarse como una tragedia, la primera vez, como una drama la segunda, y como una comedia bufa en las siguientes.

En los días en los que el PP tenía que elegir un nuevo presidente del partido en Andalucía. la aristocracia " popular" comenzó a moverse en la "Corte madrileña" para conseguir que el "trono" autonómico fuera para uno de los suyos, al mismo tiempo que en el virreinato se cruzaban los cuchillos entre los barones provinciales. Ese Rey laico y sin corona que era Mariano Rajoy y hoy es Pablo Casado siempre han esperado hasta el final, hasta los últimos minutos para hacer saber a todos lo que su gran dedo había decidido. Y hecho el gesto y tomada la decisión se produce la reacción de la obediente y sumisa " aristocracia" del partido. Nada de democracia interna, nada de dejar que los militantes andaluces, madrileños o valencianos decidieran quien quieren que les dirija en su lógico afán por conquistar o mantener el poder, nada de candidatos que presenten sus programas y sus ideas. Se exige disciplina y unidad con la amenaza de ser expulsados de las doradas listas. Incliuso, como en el tema de Andalucia, se mantiene a un candidato que “no gusta” para cambiarlo tras la derrota que se da por segura. Esta no se produce y el candidato que consigue del poder se convierte en líder autonómico y con aspiraciones de influencia directa sobre la cabeza central del partido.

En estos días que van del 28 de abril a la cita del 10 de Noviembre, también en el PSOE, se querían elegir a los candidatos, a la lista de dirigentes que iban a pelear por unos escaños en el Congreso, primero, y en el Parlamento europeo y las Asambleas autonómicas y grandes Ayuntamientos después. Muchos deseos de celebrar elecciones internas para ese cometido, muchas menciones de la palabra " primarias", nombres que entraron y salieron de las páginas y de las imágenes de los medios de comunicación. Hasta qué, de nuevo y desde la llamada izquierda, habla y elige el otro "monarca" sin corona para llevar la bandera del socialismo, y sólo queda quien acompañará y en que puesto a los encargados de buscar su victoria y de propiciar a su mentor la posibilidad de su propio y posterior triunfo en las urnas, a ser posible con mayor ventaja sobre sus oponentes que la conseguida en las últimas elecciones.

Sueña a broma macabra, a oportunismo, a engaño social y mayúsculo que mientras se lanza de forma periódica el debate entre monarquía y república se mantenga el carácter absolutista y aristocrático en las cúpulas de los partidos. Estos, todos ellos, deberían predicar y proponer con y desde el ejemplo. La democracia bien entendida comienza desde las propias organizaciones y desde las bases de las mismas. De abajo hacia arriba, no al contrario. Temamos lo peor y es que siga así hasta noviembre de este 2019 y mucho más allá.


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