Raúl Heras

Golpes de estado, Referéndum y un presidente para 14 años

La batalla de Madrid (7)

Raúl Heras | Lunes 08 de abril de 2019
La historia de la democracia en Madrid es la historia del Reino con mayúsculas. En la Comunidad y sobre todo en el Ayuntamiento de la capital confluyen todas las miradas y todos los intereses. Se gobierna desde Madrid y por ello es aquí donde se suceden las conspiraciones, se organizan los grandes cambios estratégicos y se extienden los enormes tentáculos del poder.

En las primeras elecciones democráticas de 1977 fueron cinco los partidos que obtuvieron representación parlamentaria. La UCD, con Adolfo Suárez al frente ganó por una estrecha diferencia de 6.000 votos al PSOE de Felipe González. El primero consiguió 737.699 votos y 12 escaños, mientras el segundo tenía 731.300 y 11 parlamentarios. Les siguieron el PCE de Santiago Carrillo con 247.078 votos y tres escaños; los mismos que logró Manuel Fraga con cinco mil votos menos; y los mismos que logró el que luego se convertiría en alcalde de la Capital, Enrique Tierno Galvan, con las 211.440 papeletas del Partido Socialista Popular, la formación que dos años más tarde estaría integrada en el PSOE. Suarez formó gobierno con el enjambre de ministros conservadores, liberales y socialdemócratas que era la Unión de Centro Democrático, la formación que había fundado el monárquico José María de Areilza unos meses antes.

En 1979, ya con la Constitución aprobada, es Felipe González quien le gana al entonces presidente la batalla de Madrid por 4.500 votos. Los dos partidos mayoritarios consiguieron 12 escaños, ambos por encima de los 760.000 votos; con el PCE de Santiago Carrillo ganando un escaño y sesenta mil sufragios, la antigua Alianza Popular de Fraga bajando en votos pero manteniendo sus tres escaños; y apareciendo en escena y en el Congreso, con un diputado, la ultraderecha que representaba el notario Blas Piñar con sus 110.730 votos al frente de Fuerza Nueva.

El “ruido de sables”, los continuos rumores sobre un levantamiento militar por parte de los mandos más críticos con la reciente estrenada democracia, circulaban por Madrid todos los días a todas las horas. En medio el cada vez más claro enfrentamiento entre las fuerzas que formaban la UCD, con un presidente que a duras penas podía mantener el orden en el Consejo de Ministros. Resultado: doble dimisión de Suárez el 29 de enero de 1981, de la presidencia del gobierno y de la presidencia del partido.

Abandonado por casi todos, incluido el Rey que le había elegido para iniciar la Transición Democrática, el político del “ puedo prometer y prometo” dejó su puesto a uno de los presidentes que más medidas trascendentales a tomado para España en menos tiempo, Leopoldo Calvo-Sotelo. Tuvo que “aguantar” dos intentos de golpe de estado, uno durante la sesión de su investidura el 23 de febrero de 1981 y otro unos días antes de las elecciones que en octubre de 1982 darían la victoria al PSOE de Felipe González con la más abultada mayoría absoluta que un partido ha tenido hasta este abril de 2019. Su mayor legado: meter a España en la OTAN, un hecho con el que los socialistas jugarán al despiste con su “ de entrada, no” y que les permitiría convocar un Referendum el 12 de marzo de 1986, ya asentados en el poder, para reafirmar la pertenencia de España a la Organización de Defensa Atlántica.

Con los coroneles y hermanos Crespo Cuspinera detenidos, el 28 de octubre de aquel convulso 1982 los socialistas “barrieron” en Madrid, al igual que en el resto de España a sus eternos rivales de la izquierda. Un Felipe González con las sienes plateadas en los cárteles consiguió 18 escaños y 1.439.137 votos dejando al PCE con la única representación de Santiago Carrillo y unos exiguos 137.459, menos de la mitad de lo logrado tres años antes. Los mismos y solitarios asientos que consiguieron Landelino Lavilla al frente de la moribunda UCD con 92.508, y Adolfo Suárez con 113.384 para su Centro Democrático y Social. Por la derecha y dueño y señor de la misma, Manuel Fraga conseguía 11 parlamentarios gracias a los 891.372 madrileños que decidieron agrupar en una formación los votos de todo el espectro liberal y conservador y hasta ultraconservador que estaba disperso .

Desapareció Blas Piñar y quiso ocupar su puesto, sin conseguirlo, el mismo teniente coronel de la Guardia Civil que había entrado casi dos años antes en el Congreso al grito de “todos los suelo”. Antonio Tejero, al igual que el resto de mandos condenados por el intento de golpe militar, se sentaría en los bancos de la cárcel. De los 28.451 votos que consiguió en toda España, diez mil fueron en la Comunidad madrileña, y su slogan de campaña “Entra con Tejero en el Parlamento” en un guiño para los más nostálgicos. Las cien mil papeletas que le separaron del notario que soñó con emular al José Antonio Primo de Rivera de la II República ya se habían marchado a lo que luego sería el Partido Popular.

Cuatro años más tarde, en 1986, Felipe González vuelve a ganar a Manuel Fraga. El PSOE es el único partido por encima del millón de votos. Su 1.054.730 le proporciona 15 escaños, por los 11 del claro líder de la derecha en el que sería su último intento de llegar a La Moncloa y antes de “retirarse” a su Galicia ancestral en la “reinará” de forma indiscutible durante quince años. En ese año el CDS de Adolfo Suárez se consolida en Madrid con cinco escaños y 360.246 votos, muy por encima de los que logra el PCE que, con su nuevo secretario general, el ex minero Gerardo Iglesias, logra dos asientos en el Congreso con 155.932 papeletas en las urnas. El bipartidismo avanza en toda España y aún más en el centro de la misma.


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