Raúl Heras

Cataluña es el agujero negro de la democracia

Raúl Heras | Martes 12 de febrero de 2019
Convertida en un voraz agujero negro Cataluña puede tragarse la democracia española de la misma forma que lo hace el fenómeno astronómico con galaxias enteras

La comparación entre esa región del espacio, una de las más extrañas y violentas del Universo conocido, encaja en estos días en los que el juicio a los doce acusados de ser los dirigentes de la rebelión/sedición/malversación que sacudió a toda España el 1 de octubre y cuyas ondas gravitacionales amenazan con extenderse más allá de este espacio y tiempo en el que nos encontramos.

Si leemos la definición más común sobre un agujero negro y vamos colocando nombres y hechos ocurridos en los últimos años en la política catalana comprobaremos las similitudes:

“Un agujero negro es una región finita en el espacio (Cataluña) en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa ( el independentismo político y social ) como para generar un campo gravitatorio ( los hechos del 1 de octubre ) tal que ninguna partícula material ( los partidos ), ni siquiera la luz ( la justicia ) pueda escapar de ella”.

Puede que los agujeros negros sean restos de antiguas estrellas que han desaparecido, lo que es seguro es que tanto Puigdemont como Torra e incluso Oriol Junqueras son los restos de Artur Mas y Jordi Pujol e incluso de Josep Tarradellas y Lluis Companys. Sin las estrellas en el firmamento nacionalista, lo que han dejado es un polvo que envuelve todo, que tiende a pintar de negro el escenario político y a intentar destruir la democracia que nació en 1977 y se dio una Constitución votada de forma abrumadora por los españoles un año más tarde.

Durante los próximos meses y hasta años - juicio, sentencias y recursos - vamos a vivir dentro de ese agujero, que tiene tal capacidad de atracción que puede que no pueda este país escapar de su influencia. Esa que lleva pervirtiendo nuestro actual sistema democrático de forma parecida a lo que lleva haciendo desde hace trescientos años; y obligando a regímenes tan distintos como las monarquías absolutistas de los Borbones, las dos Repúblicas y la Dictadura de Francisco Franco a establecer claras diferencias entre el trato dado a ese territorio respecto al resto de España.

Junto a esa realidad, los dirigentes políticos y económicos se han propuesto y han conseguido convertir la vida pública española en una inmejorable serie de televisión. Tiene de todo: intriga,ambición, venganzas, traiciones, dineros, cadáveres y, por supuesto, sexo, del que se ve y del oculto. Hay políticos que ansían llegar al poder y están dispuestos a todo por conseguirlo, peleando a diestro y siniestro dentro de sus partidos y, con sus guardias pretorianas, buscando como destrozar al adversario. No basta con ganar, se busca la destrucción.

Hay financieros, casi siempre colocados en el lado de los malos. Es lo que quiere el público, tener a sus culpables y ser dueños del dinero funciona como un estigma: se les odia al mismo tiempo que se les envidia.

No podían faltar los abogados y sus correspondientes bufetes, de la misma manera que tenían que tener un papel estelar los creadores de imágenes, los asesores de comunicación, gurús al servicio de los lobbies que engrasan la maquinaria del poder y que les dicen a los auténticos protagonistas como deben vestir, sonreír, hablar y hasta cruzar las piernas en un estudio de televisión. Lo de tener ideas y proyectos se deja para un “más adelante” que nunca llegará.

Si miramos con esa perspectiva todo lo que se dice, se publica y se emite en los medios de comunicación entenderemos que los nuestros, nuestros dirigentes, parecen una copa de las series de televisión que cuentan las entrañas del poder.

Es una invitación a elegir canal, serie y colocarse a favor o en contra de los que pasan por buenos pero son malos y de los que aparecen como malos para terminar siendo buenos. Una vez hecha la elección el siguiente paso es colocar a los personajes de la ficción los nombres y caras de los españoles que cada día nos hablan de lo mismo, de sus intereses, para evitar así tener que hablarnos de los que nos interesa a todos.

PS.- Notable el “remake” que quiere hacer en Barcelona Albert Rivera de la manifestación del domingo 10 de febrero en Madrid, esta vez con él de protagonista.


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