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La tecnología, una necesidad y una oportunidad en momentos de crisis

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Por Francisco Ros

Martes 21 de octubre de 2014

El principal objetivo, social y político, en el desarrollo de cualquier sociedad debe ser el de la búsqueda del aumento de la calidad de vida y del bienestar de sus integrantes. En un mundo tan complejo como el actual la definición conceptual de bienestar o calidad de vida puede responder a diversas interpretaciones o, incluso, incorporar matizaciones relacionadas con diferentes culturas e ideologías.

 

Cualquiera que sean esas diversidades, hay componentes de ese concepto de bienestar que, con mayor o menor prioridad, tendrían que permanecer constantes en esas diferentes definiciones. Me estoy refiriendo a cualidades como el pleno empleo, el derecho a la educación y a los cuidados sanitarios, la perdurabilidad del modelo de desarrollo, el impacto medioambiental y, obviamente, una renta per cápita razonable.


La Necesaria Apuesta por la Tecnología


Para la consecución de esos objetivos sociales, las sociedades necesitan embarcarse en actividades productivas, uno de cuyos propósitos fundamentales debe ser el aumento de la riqueza de sus economías. Ese aumento de riqueza se puede conseguir básicamente de dos maneras: o bien explotando y transformando los bienes patrimoniales (materias primas, clima, territorio y bienes culturales acumulados) o bien generando actividades productivas a partir del uso de las capacidades humanas e intelectuales de los integrantes de esa sociedad.

Si una sociedad dispone de reducidos bienes patrimoniales o su modelo anterior de desarrollo ha conducido a la sobre-explotación de los mismos, su nuevo esquema de crecimiento económico, en pos de la búsqueda de ese mayor bienestar y calidad de vida, debe cimentarse  en un proceso de generación de riqueza en el que los  recursos intelectuales y humanos de sus integrantes constituyan su pilar fundamental.

En una sociedad moderna y global, como la que vivimos, esa mencionada actividad productiva, generadora de riqueza, tiene que estar necesaria y estrechamente vinculada con el uso y dominio de tecnologías -al menos, de determinadas y seleccionadas tecnologías-. Aparte de las mejoras en la calidad de vida que el uso de esas tecnologías pueda traer a los ciudadanos de esa sociedad,  la necesidad de la incorporación de las tecnologías surge también del hecho de estar en un mercado de ámbito global en el que las demás sociedades, con las que cualquier grupo tiene que relacionarse y competir comercialmente, basan cada vez más sus producciones, eficiencias, competitividad y productividad en el uso de potentísimas y dinámicas tecnologías.

Cada sociedad tiene que seleccionar aquellas tecnologías sobre las que considera que tiene ventajas competitivas para basar su desarrollo. Tecnologías que, en cualquier caso,  deben abrir nuevos campos a la innovación para impulsar, así, mayores eficiencias de procesos, ahorros de recursos o satisfacción de nuevas necesidades. De esta manera las sociedades más conscientes y responsables encontrarán nuevas oportunidades de generación de riqueza y apostarán decididamente por afrontar, con espíritu emprendedor, los nuevos retos que plantea el nuevo orden económico y geopolítico que está surgiendo de esta crisis mundial.

El papel clave de la tecnología en el desarrollo productivo está fuera de toda duda. A modo de ejemplo, The Economist Intelligence Unit (EIU) realizó un estudio en 2008, que incluía respuestas de más de 650 ejecutivos, acerca del papel reservado a la tecnología en la vida empresarial. Para el 76 % de los encuestados, la tecnología tenía un papel profundo y decisivo en el desarrollo de nuevos productos y servicios y un 73 % opinaba que tenía una influencia positiva en la cuenta de resultados. Para Brynjolfsson y Saunders, “el efecto de la tecnología en la economía (de los países) va mucho más allá de su producción. El uso innovador de la tecnología por parte de individuos, empresas e industrias cambia verdaderamente la economía”.


Salida de la Crisis y Tecnologías de la Información


España está en una magnífica posición coyuntural para, forzada por la crisis, consolidar la puesta en marcha de un nuevo sistema productivo basado en esa innovación que surge de la aplicación de tecnologías en diferentes sectores económicos, desde el energético al financiero, pasando por el educativo, el sanitario, las comunicaciones, la racionalización de los procesos de las Administraciones, la automoción, la cultura, el aeroespacial, la biología, los servicios y, por supuesto, el turismo.

Entre todas las tecnologías a nuestro alcance hay un sector que goza de una importancia singular, tanto por tener un gran peso específico propio (actualmente alrededor del 6 % del PIB, con posibilidades de llegar al 8 ó 9 %), como por servir de apoyo al desarrollo y mejora de la eficiencia del resto de los sectores. Me estoy refiriendo al sector de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (de ahora en adelante, TIC).

Según un estudio preliminar orientado a evaluar el peso global de las TIC en nuestra economía, que incluye sus efectos indirectos (efectos de arrastre sobre otros sectores), inducidos (efectos positivos sobre la renta y el consumo), así como los derivados de las externalidades de red asociadas a su funcionamiento, las TIC supusieron alrededor de un 22,5 % del PIB español en 2008.

El desarrollo de las TIC en los últimos 30 años en el mundo supera, tanto por su alcance económico, como por el grado y rapidez de penetración social y productiva, cualquier desarrollo tecnológico o revolución industrial anterior en la historia de la humanidad.

De acuerdo con la Comisión Europea, las TIC son responsables de más de una cuarta parte del crecimiento del PIB y de más del 50 % de los incrementos de productividad en la Unión Europea, y constituyen fuentes de empleo y de nuevos perfiles profesionales extraordinariamente prolíficas.

Según Brynjolfsson y Saunders, “las tecnologías de la información son las responsables, directa o indirectamente, de la mayor parte del resurgimiento de la productividad en EEUU desde 1995,” y, continúan más adelante, “la razón por la cual la tecnología jugó un mayor papel en la aceleración de la productividad en EEUU, que en otros países industrializados, se debe a que las empresas norteamericanas adoptaron en sus negocios prácticas potenciadoras de la productividad conjuntamente con sus inversiones en TIC".

La aportación a la innovación del sector TIC está fuera de toda duda, ya que la capacidad de reinventarse, o inducir al reinvento, es consustancial a estas tecnologías. La propia Comisión Europea ha calculado que alrededor del 25 % de la inversión en I+D del sector empresarial procede del sector TIC. Por su parte, Brynjolfsson y Saunders, mencionan que en EEUU, “cada año del periodo 1995-2007 el capital riesgo destinó entre el 50 y el 70 % de sus fondos a financiar empresas del sector TI”.

Por su parte la OCDE  menciona que, en sus países, la industria de las TIC dedica a I+D cerca del doble que el sector de automoción y del triple que el sector farmacéutico. Además, en los diversos ránkings  que se vienen elaborando, relativos a los inventos que están teniendo más transcendencia en los nuevos avances de la humanidad, las TIC siempre asumen un papel preponderante.

Asimismo, es importante mencionar que las TIC constituyen, además, una herramienta de primer orden para cimentar un nuevo modelo de desarrollo más perdurable. De acuerdo con el Climate Group, el uso transversal e intensivo de las TIC en todos los sectores económicos permitiría ahorrar cinco veces el CO2 emitido a la atmósfera por el propio sector TIC en 2020.

La revolución que han traído estas tecnologías deriva, en gran medida, de su gran capacidad de miniaturización, de su enorme potencial para añadir “inteligencia” a componentes físicos, productos y servicios, y de su continua y extraordinaria disminución de precios. Todo ello está contribuyendo enormemente a mejorar la eficiencia de los procesos de producción en casi todos los sectores de actividad, así como a la supresión de barreras físicas y sociales. No sólo permiten cambiar la manera en la que hacemos las cosas, sino también cambiar lo que hacemos, creando nuevos esquemas de negocio, de ocio, de comunicación y actividades más sostenibles.

Por otro lado, su facilidad de uso supone que su utilización no ha quedado restringida exclusivamente a expertos en la materia, sino que, al contrario, se ha popularizado hasta tal punto que se ha convertido en una herramienta básica en las actividades cotidianas. Las TIC constituyen, además, el mejor instrumento para poner en marcha y materializar nuevas ideas empresariales, que nos conduzcan, como ya se ha mencionado, desde un modelo económico en crisis hacia otro nuevo en que basar nuestras esperanzas de futuro.

Es precisamente en las crisis donde adquieren nuevos bríos la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias y es, por lo tanto, el momento actual uno de los períodos clave en el que estas tecnologías pueden contribuir a crear los catalizadores que hagan aflorar tales progresos.


Las TIC, el Empleo y los Nuevos Perfiles Profesionales


Con estas premisas, es fácil deducir el papel capital que pueden asumir las TIC como plataformas impulsoras de crecimiento económico, productividad, innovación y, por supuesto, empleo, especialmente juvenil, asociado a la irrupción de nuevos perfiles profesionales. En este sentido, hace algunos años, Richard Riley, que entre los años 1993 y 2001 sirvió como Secretario de Educación de la Administración Clinton, predijo que “los diez puestos de trabajo más demandados en 2010 podrían no haber existido en 2004.” El curso de los acontecimientos ha permitido certificar la validez de esa afirmación.

Crecimiento, productividad, innovación y empleo, constituyen, precisamente, los pilares fundamentales de la nueva estructura productiva que puede surgir apoyándose en la Sociedad del Conocimiento. Una  nueva estructura productiva que lleva implícita la generación de más valor, y por lo tanto riqueza, y cuyos empleos asociados requieren de mayor cualificación y ostentan características más gratificantes, tanto individual como familiar y socialmente.

Según un reciente y premiado estudio realizado en España por David Gago, “estas tecnologías son relevantes en todas las categorías de impacto de la innovación, no sólo las ligadas a la mayor productividad o el ahorro de costes, sino también, por ejemplo, a las ligadas al logro de mayores niveles de calidad, la disponibilidad de una mayor variedad de servicios, el fomento del empleo de carácter cualificado, o distintas mejoras de carácter organizativo en las empresas".

Todos estos efectos pueden resumirse en el hecho de que las TIC son capaces, como no lo hace ninguna otra actividad económica/tecnológica, de crear un círculo virtuoso de mejora de la competitividad. Círculo virtuoso que puede posibilitar, entre otras cosas, la apertura de nuevos mercados, con el correspondiente aumento de la capacidad exportadora, de la internacionalización de las empresas y el agrandamiento de la economía. Además, este círculo virtuoso no solo tiene efectos de medio o largo plazo, sino que, contrariamente a otras políticas, y gracias a su facilidad de uso y competitivos precios, manifiesta su influencia desde el corto plazo ofreciendo resultados casi inmediatos en gran parte de sus aplicaciones.

Todo lo anterior pone de manifiesto hasta qué punto la apuesta por estas tecnologías constituye una respuesta sólida a la crisis por parte de muchos Gobiernos de países desarrollados. En el entorno de la OCDE, los países con menores tasas de desempleo y mayores ratios de productividad (Alemania, EE.UU., Reino Unido) son también los que cuentan con un mayor porcentaje de puestos de trabajo, directos e inducidos, intensivos en TIC.


Las TIC una Prioridad y una Oportunidad para España


Esas medidas, puestas en práctica por los principales países de nuestro entorno para el fomento de las TIC, están teniendo su adecuada contrapartida en España. Así, gracias a la puesta en marcha en 2006 del Plan Avanza, surgido de la Administración Central pero subscrito por todas las CCAA y por el sector privado, España se enfrenta a esta gran oportunidad tecnológica “con su reloj en hora”.

La gestación del Plan Avanza tuvo como objetivo primordial la redefinición, de forma progresiva y consensuada, de las bases de la estructura productiva de nuestro país, otorgando a las TIC un peso creciente y un papel cada vez más protagonista. De esta forma, se diseñó todo un conjunto de políticas de desarrollo de la Sociedad de la Información, con la intención de que constituyeran un instrumento fundamental para modernizar la economía española, crear riqueza social, mejorar la productividad y la competitividad de las empresas, fomentar la igualdad social y territorial y mejorar el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos.

Son muchos los éxitos logrados hasta la fecha en el marco del Plan Avanza, los cuales han sido objeto de reconocimiento internacional. Gracias al esfuerzo de todos, incluida la aportación y compromiso de numerosas empresas e instituciones privadas, España puede presentar hoy credenciales internacionales en áreas como Administración Electrónica, Servicios Públicos Digitales (Sanidad, Educación, Registros Civiles, Identificación Electrónica Segura y Firma Digital), TV Digital Terrestre, gestión del Espectro Radioeléctrico, o cobertura de Banda Ancha y de Móvil.

Pero la tarea no está acabada y un desvanecimiento en este incipiente esfuerzo puede volver a colocarnos en puestos rezagados ante esta gran oportunidad de progreso. Empresas y Administraciones, el sector privado y el público, deben seguir apostando por la tecnología, por la innovación y por la I+D, en general, y por las TIC, en particular, y no volver a niveles de infradesarrollo. De hecho, tal y como señala el Informe COTEC 2010, “uno de los problemas más importantes de nuestro sistema de innovación es el lugar preferentemente secundario que la I+D+i todavía ostenta en la estrategia de muchas empresas”.

Las Administraciones, por su parte, deben seguir apostando por este sector, tanto como grandes usuarias del mismo como a partir del fomento de apoyos a iniciativas empresariales de esa gran población de jóvenes emprendedores y pequeñas empresas surgidas al rebufo de las mencionadas iniciativas. Asimismo es necesario hacer un gran esfuerzo de formación que acelere la aparición de especialistas en esos nuevos perfiles profesionales.

Perder, tanto por parte de los poderes públicos como de la iniciativa privada, la posición de partida conseguida y las oportunidades de expandirla sería un gran error histórico, que retrasaría de forma considerable las recuperaciones de los empleos y riqueza malogrados como consecuencia de las dos crisis, la nacional y la internacional, surgidas en estos años.

A diferencia de otros sectores o tecnologías, no estamos, en este caso, hablando de grandes inversiones sino del establecimiento de prioridades y de la puesta en marcha de actuaciones derivadas de un convencimiento firme y decidido, a partir de datos como los aquí mencionados, de que el sector TIC se puede constituir, tanto por peso especifico propio como por su influencia en la mejora de los demás sectores, en uno de los grandes vectores generadores de innovación, crecimiento, valor añadido, productividad, competitividad y empleo para la economía española.

En efecto, el sector TIC está en condiciones de impulsar y liderar en España los procesos de cambio necesarios para superar muchas de las deficiencias del contexto económico y social que actualmente está viviendo nuestro país. Solo es necesario incrementar, entre todos, la apuesta por estas tecnologías.


(*) Francisco Ros ha sido secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información.


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