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Entre nacionalistas

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Por Jorge M. Reverte

Martes 21 de octubre de 2014

Hay razones que la razón no entiende. Salvo las de los nacionalistas, que entienden ellos, solo ellos pero ellos. Hacía mucho tiempo que no sabíamos de un tal Joseba Egibar, que es el jefe de la cosa del PNV en Guipúzcoa. Y como tal jefe no ha tenido otro remedio que hablar, y hacerlo en castellano (para que no pudieran darle el premio nacional de Literatura: en euskara no le habría entendido y podría haber pasado de todo). Ha tenido que hablar, por supuesto, de Bildu, la formación política que apoyan los anteriores vascos de Herri Batasuna y, por supuesto, de ETA. Se trataba de dar cuenta de las primeras conversaciones que han mantenido el PNV y Bildu sobre la posibilidad de formar un gobierno conjunto después de las elecciones municipales. Y según Egibar la cosa no promete mucho. ¿Por qué? Bueno, pues porque los de Bildu, según Egibar, están desestructurados, que no tienen programa, vaya. A Egibar no le importa lo demás. No le importa que no hayan pedido perdón a las víctimas del terrorismo, no le importa que lleven detrás lo que llevan. Ahora, resulta que no tienen programa, y eso es lo que impide a los nacionalistas de derechas estudiar la posibilidad de acuerdos. La postura de Egibar puede resultar chocante. Pero, si se mira bien, es lo natural, casi lo racialmente natural. Porque Bildu ha conseguido un 25 por ciento de votos en Euskadi sin tener que presentar un programa; se ha presentado a sí misma. Y con eso le han votado una cuarta parte de los vascos, y una tercera de los guipuzcoanos. Pero ni a ese escalofriante porcentaje de ciudadanos ni a Egibar les ha importado un pito la historia política de esa cuadrilla. Yo no tengo otro remedio de acatar la decisión del Tribunal Constitucional, pero lo de los ciudadanos vascos que votan a Bildu y los dirigentes nacionalistas que consideran que su primer defecto es la falta de programa, no puedo respetarlo. Me repugna, directamente. Estos tipos eran los que aplaudían los asesinatos de ETA o, en tiempos más cercanos, miraban para otro lado. Nos los tenemos que tragar, porque lo ha dicho una institución de la democracia que se encarga de eso. Nos queda el derecho al pataleo después de su victoria cuando ETA ya estaba liquidada. Y dentro de ese derecho al pataleo se inscribe el poder demostrar que nos repugna Egibar y nos repugna una parte enorme de la ciudadanía vasca. También nos repugna que siempre sepamos, antes de que se produzca, cual va a ser el voto de los magistrados de algunas altas instancias del Estado, porque casi todos ellos se alinean dentro de etiquetas que les identifican por el origen de su nombramiento. Pero ese es asunto para otro día. (*) Jorge M. Reverte es periodista y escritor