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Periodismo responsable para la nueva década

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Por Elsa González Díaz de Ponga

Martes 21 de octubre de 2014

A los periodistas, en general, nos va el riesgo. Seguramente la inconsciencia nos conduce a la aventura. En nuestro oficio, lo llamamos sentido del deber. Lo justificamos bajo el pretexto de que nos debemos a nuestros lectores, oyentes o espectadores, porque atendemos el derecho del ciudadano a recibir información veraz y rigurosa desde el lugar de los hechos.

Aventurar el futuro mediático en esta época de crisis económica y de modelo constituye un riesgo de primera magnitud. Sin olvidar que el soporte de la información ha condicionado, en gran medida, el modelo periodístico, y los productos tecnológicos permanecen un cuarto de hora en el escaparate de novedades.

La Sociedad de la Información ha inaugurado nueva Era. El ocaso del siglo XX abrió perspectivas insospechadas con la revolución digital. Pero no disolvió la etapa anterior.

Se han ido sumando medios y modelos informativos. Gutenberg no ha muerto. Ni morirá, a mi juicio. Sí, su primacía. Ha sido destronada por Internet.
Pero, el modelo online e Internet ha invadido todos los soportes. Y, seguramente los ha reforzado y enriquecido. El mundo digital ha penetrado en la radio, en la televisión y ha revolucionado la prensa escrita.


Con Internet ha muerto la periodicidad

Se ejerce un periodismo a tiempo real, interactivo, accesible y caduco, en cuanto a la vida de la noticia. Y el informador tiene que responder a las nuevas demandas del ciudadano. Surge el embrión del nuevo periodismo sin que hayamos enterrado el anterior. Con esta complejidad, se alumbra un horizonte que apunta nuevas particularidades para nuestra profesión.

El ciudadano exigirá mayor calidad. El periodista deberá aportar el plus de calidad que precisa la noticia. Esa característica que le diferencia de quien se limita a soltar un globo sonda en la red, sin contrastar, investigar, ni contextualizar.
Crecerá, sin duda, el autoempleo. Y se impondrá la marca, el sello del informador que se gane el respeto del ciudadano. La especialización permitirá obtener noticias novedosas y rigurosas. El blog de aficionados perderá representatividad. La credibilidad se gana con la confianza que acredita el trabajo profesional.

Convivirá el trazo rápido, más o menos superficial, de los contenidos con el análisis más profundo y exigente, que seguramente, no será abierto y gratuito. Y es que, no dudo, de que el futuro será híbrido, en soportes y modelo de negocio. Convivirán los medios de pago con los productos gratuitos en la red.

Pero, será el mercado, la publicidad, con diferentes fórmulas, la que garantice unos beneficios que permitan inversiones y contratos más pujantes que los actuales. No creo que tan cuantiosos, a corto plazo, como los pretéritos obtenidos por la prensa de papel.

El número de ciudadanos interesados en la información seguirá creciendo. Y, no olvidemos, que la radio y la televisión se reciben de forma gratuita y son rentables. Encontraron su fórmula de financiación. El modelo o los modelos de negocio se asentarán en la red.

Las tabletas, ligeras, ágiles, plurifuncionales aparecen como valor seguro en el horizonte más cercano, aunque las novedades tecnológicas seguirán gozando de una vida corta durante esta década.

Pero hay dos cuestiones que, a mi juicio, deben centrar nuestro interés: La ética y la responsabilidad en esta nueva Sociedad de la Información. De ellas depende el futuro de nuestra profesión y la calidad de nuestra democracia. Con incógnitas apasionantes a las que habrá que ir dándoles solución. Por ejemplo en el campo de la privacidad. Hasta dónde podemos llegar en los contenidos. Quién le pone coto en la red.

El periodismo atraviesa un momento árido para quienes practicamos este oficio, debido a las elevadas cifras de paro y precariedad. Sin embargo, tenemos la oportunidad de ser arquitectos del futuro cercano de esta nueva sociedad mediática. Información y tecnología van de la mano en la comunicación, pero es la sociedad quien marca la pauta del contenido. Y el periodista quien a diario lo humaniza y ejecuta.

De qué sirven tantas posibilidades de recibir información si su contenido no es fiable. La credibilidad, es decir, la ética es la clave del futuro del periodismo. Especialmente en esta nueva singladura, cuando el poder político aprovecha la flaqueza de las empresas periodísticas y cuando la figura del editor no aparece y es preciso dibujarla de nuevo.


(*) Elsa González Díaz de Ponga es presidenta de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE)