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Poder político sobre los mercados

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Vicente Álvarez Areces

Martes 21 de octubre de 2014

Uno de los grandes desafíos de nuestras sociedades, que es un derecho ciudadano: es el empleo.

A lo largo de estos años se han expuesto y debatido diversas estrategias empresariales y políticas  públicas para el fomento del empleo, la mejora de las condiciones de trabajo, la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, la conciliación de vida laboral y familiar…; y se ha hablado incluso de la posibilidad del pleno empleo cuando, hace poco menos de tres años, la tasa de desempleo en la Unión Europa de los 27 se había reducido al 6,7 %.

Ahora, en los comienzos de la recuperación de la primera y grave crisis económica de la globalización, la situación del mercado laboral en Europa es bien distinta. En un contexto de recuperación, con un crecimiento del PIB del 1,8 % en 2010, en la Unión Europea de los 27 siguen aumentando las personas sin empleo (99.000 más en enero de 2011 que hace un año).

Hay 23 millones de personas sin empleo (casi 16 millones en los países de la zona euro); 7 millones más que al comienzo de la crisis, a mediados de 2008. En Asturias, la crisis entró un poco tardíamente y todavía en el año 2008 creamos empleo; Asturias fue la única comunidad española donde se creó un poco de empleo en el saldo final.

A raíz de la crisis internacional, es cada vez más necesario reivindicar el valor del factor trabajo como motor de desarrollo y justicia social. Además, hay que analizar el mercado para intentar desentrañar sus intereses y cómo afectan al terreno de las relaciones laborales y del derecho al trabajo.

El neoliberalismo económico confió a las fuerzas e intereses del mercado la ilusión de un crecimiento sin límites. Esto fue el gran señuelo que prevaleció hasta no hace mucho tiempo. Los mismos ideólogos, políticos y agentes económicos que habían trabajado para reducir a la mínima expresión el papel del Estado en la vida social y económica de los países, no sólo acudieron al auxilio de los gobiernos para recuperar la liquidez y confianza del mercado financiero; también les han añadido la responsabilidad de articular medidas para financiar la recuperación de la actividad económica.

Es, por tanto, una situación verdaderamente chocante desde un punto de vista conceptual. Todo el mundo, haciendo una reflexión económica, acepta el gran fracaso del neoliberalismo; los antes defensores del neoliberalismo hasta explicitan la vuelta a la política, y, curiosamente, los ciudadanos, que deberían castigar a las políticas neoliberales y conservadoras imperantes durante muchos años en el mundo, generalmente castigan a los gobiernos y les piden soluciones inmediatas de sus problemas. Por eso, distanciarse un poco del debate cotidiano y levantar la mirada no está nada mal para provocar una reflexión un poco más profunda.

La crisis de las deudas soberanas y la demora en la articulación de la respuesta de los países de la zona euro a los movimientos especulativos influyó en la percepción de que el mercado está imponiendo la agenda política europea. Y esto, en algunos momentos, es así. Pero si lo aceptamos como una lógica, estamos aceptando el fondo del funcionamiento de las teorías neoliberales, que han fracasado y que son las causantes de la crisis. Si aceptamos como algo irremediable que son los mercados financieros los que marcan la agenda política poco habremos hecho para resolver esta situación.

Por el contrario, aunque hay que reconocer una evidente falta de liderazgo y de respuestas ágiles en la propia Unión Europea, que todavía no tiene su política económica consolidada y debidamente articulada, sí es cierto que el euro, como moneda única, y la libertad de movimientos en el conjunto de este espacio europeo nos ha consolidado como un área geopolítica determinada, pero hay hándicaps que no se han resuelto y que tienen mucho que ver con esa falta de respuesta y de operatividad que muchas veces los ciudadanos, angustiados ante las situaciones, exigen respuestas inmediatas a los gobiernos y si estos no las dan, les castigan.

Estrategia 2020

La agenda política europea ya marcó esas prioridades hace muchos años. Lo que ocurre es que no se cumplieron porque, en el fondo, la Agenda de Lisboa del año 2000 marcaba un camino que si se hubiese consolidado en sus objetivos estaríamos hoy en mucha mejor situación para hacer frente a esta crisis. Pero la agenda del 2000 no se cumplió en aquellos ambiciosos objetivos. Es verdad que esa falta de liderazgo europeo exige respuestas más ágiles, más fuertes y cada vez más rápidas y eso, quizás, es el gran déficit europeo en estos momentos. Ahora, nuevamente, se marca una nueva agenda.

Después del Tratado de Lisboa, la Estrategia 2020 marca las grandes prioridades no solo de Europa sino del mundo: la prioridad del conocimiento, de la inteligencia. En definitiva, está hablando de la cualificación de las personas. Esa es la gran prioridad del mundo actual para hacer frente a los grandes retos. Una economía más competitiva, más ecológica, que contribuya a un nuevo modelo energético que tenga en cuenta el cambio climático, que cumpla los grandes objetivos del 20 % de reducción en las emisiones contaminantes, otro 20 % para la incorporación de renovables o un 20 % en la eficiencia, es decir, gastar menos y mejor.

En ese sentido, creo que los objetivos son reconocibles y hay que subrayar que Europa tiene en ese frontispicio de grandes objetivos la inclusión social, la sostenibilidad de sus sistemas sociales y la cohesión territorial que está incorporada al Tratado, algo que a veces se olvida, porque en este debate tan economicista que tenemos en Europa, los aspectos más políticos se van difuminando.

Europa tiene un buen número de gobiernos conservadores que tienen prioridades distintas a las de los gobiernos socialdemócratas y por eso los que estamos más en esta última línea echamos mucho de menos en el debate europeo el que se vayan incorporando elementos muy sensibles respecto a los temas de inclusión, cohesión social y territorial. Se enuncian pero luego se actúa como si nada hubiese cambiado. Por ejemplo, ahora estamos en vísperas de un debate muy importante ya que se va a presentar el Documento de Perspectivas Financieras para el nuevo periodo y nadie discute estas cuestiones, es como si no interesase. Ni siquiera se debate si va a haber más ingresos en Europa para hacer frente a los retos de esas estrategias. Es verdaderamente sorprendente cómo ha perdido actualidad en el panorama político español el debate europeo sobre lo que nos interesa hacer para el futuro y estamos exclusivamente centrados en el PIB.

Por cierto, he sido el ponente de un dictamen que fue aprobado por unanimidad en el Comité de las Regiones en el que se plantean nuevas expectativas de como orientar y medir el bienestar de los pueblos sobre otros parámetros complementarios del PIB, ya que el PIB no es el marcador más justo del bienestar.

El PIB tiene muchas desviaciones porque países emergentes pueden tener un PIB aceptable y, sin embargo, tienen un sistema social muy bajo en prestaciones, en beneficios para sus ciudadanos; puede haber grandes desigualdades interiores; puede haber un PIB basado en el deterioro medioambiental; puede haber incuso países en los que crezca el PIB sobre la base de catástrofes. Puede haber tantas cosas que creo que desde el punto de vista conceptual, tanto la OCDE como las Naciones Unidas como Europa, reconoció que había que replantearse ese tema y utilizar, además del PIB otros indicadores sociales y medioambientales que atinan mejor que el PIB para medir el bienestar de los pueblos.
Pues bien, si van ahora a Europa y ven como se está preparando la clasificación de las regiones para ver en qué medida se les puede aplicar los nuevos elementos de las perspectivas financieras se sigue hablando del PIB como si nada hubiese sucedido. Parece que estuviésemos haciendo un discurso conceptual por un lado y por el otro trabajando de la misma manera, con un funcionamiento del día a día como si pusiésemos parches a lo que a diario nos trae el servicio a la deuda de los países, u otros elementos enunciados como estratégicos y que no se actúa sobre ellos.

Es una curiosa reflexión que hago en voz alta y la hago en voz alta, hoy por vez primera, porque me sorprende ver como en Europa en estos momentos no se abordan como una prioridad real.

Soy miembro del CdR y del Bureau del Comité de las Regiones casi desde su fundación y veo que se ha perdido totalmente el pulso político del debate. Y, dicho esto, también hay otros elementos que desde el punto de vista de por dónde deben ir las cosas son bastante acertados porque, para mí, la Estrategia 2020, como estrategia global, es un camino que se puede seguir incluso desde cualquier concepción política avanzada en Europa, de contenidos más o menos referenciales socialdemócratas o formaciones que inciden más en lo ecológico. Es una buena orientación. El problema es que a la hora de la verdad y de instrumentar las respuestas vamos, como siempre, con nuestro PIB a cuestas, sin cambiar nada.

Poder político

La crisis financiera, sin duda, ha acelerado todo el proceso de dar una respuesta desde la zona euro, porque somos los Estados de la Zona Euro los que contamos con el mejor instrumento, la moneda única, para imponer el  poder político de los gobiernos democráticos sobre los intereses del mercado. Reivindicamos el poder político sobre los mercados.

En Europa si no conseguimos al menos dos grandes objetivos va a ser muy difícil avanzar en esa dirección. El primero de ellos sería organizar una verdadera gobernanza económica, como se denomina en términos europeos, un gobierno económico europeo. Para poder tener el poder político hace falta, evidentemente, una conjunción de intereses entre los gobiernos para poder estar por encima de los mercados, para poder establecer una regulación de los mismos para que no primen los intereses especulativos sobre los intereses generales. Y el segundo gran tema es la armonización fiscal.

Y, en este sentido, creo que todos los Estados de la Zona Euro tienen una especial responsabilidad en la empresa de articular una gobernanza europea que sea garante también del modelo social europeo, en la cual es básica tanto la protección de los derechos y libertades de los trabajadores como el fomento de políticas dirigidas a la consecución del pleno empleo, con altos niveles de calidad y seguridad. Este es, desde mi punto de vista, el gran objetivo de la Europa actual.

Ante la crisis de la deuda soberana se articuló el Fondo de Estabilidad Financiera para responder a la crisis de la deuda originada inicialmente en Grecia y las posibles secuelas en otros países de la UE. Un fondo que permite cubrir las necesidades de los socios con problemas de solvencia, reforzar la moneda única, y proteger frente a los movimientos especulativos a las estructuras financieras de los países con mayores dificultades de la Unión. Ha sido, sin duda, un paso positivo pero insuficiente para articular esos dos grandes objetivos de gobernanza económica y una adecuada armonización fiscal.

El pasado 25 de marzo el Consejo Europeo aprobó el denominado Pacto por el Euro Plus, dirigido a «reforzar el pilar económico de la unión monetaria, imprimir un nuevo carácter a la coordinación de la política económica y mejorar la competitividad, y lograr así un mayor grado de convergencia». Este Pacto que puede ser el inicio del gobierno económico europeo, compromete a los 17 miembros de la eurozona en un programa de reformas económicas a largo plazo para garantizar una disciplina presupuestaria reforzada y evitar los desequilibrios macroeconómicos excesivos.

La salud del mercado laboral, que es lo que más nos interesa en España, tiene especial atención en este Pacto por el Euro como factor de competitividad. Además encomienda a los Estados medidas concretas para, por un lado, reducir el desempleo de larga duración y juvenil, el trabajo no declarado y aumentar la tasa de actividad, y por otro reducir la presión impositiva sobre las rentas del trabajo y fomentar la educación permanente de las personas. Pocas personas estarían en desacuerdo con semejantes objetivos porque parece que ese es el camino. Todo ello, orienta hacia una cultura empresarial y sindical asentada en los valores del diálogo social, la productividad del trabajo, la innovación y, por supuesto, el diálogo social.

Estos son a grandes rasgos objetivos que persigue también el saneamiento presupuestario que debe de completarse con reformas estructurales que potencien el crecimiento.

Los Estados miembros subrayan su compromiso con esa Estrategia 2020 y, en particular, priorizan medidas con el fin de, primero, conseguir que el trabajo sea mucho más atractivo y que influya en la creación de empleo: medidas para que se ayude a los desempleados a volver a trabajar; luchar contra la pobreza y fomentar la inclusión social; invertir en educación y en formación; lograr un equilibrio entre flexibilidad y seguridad; reforzar los sistemas de pensiones; atraer al capital privado para que financie el crecimiento; impulsar la investigación y la innovación; hacer posible un acceso a la energía con una buena relación coste-eficacia e impulsar medidas de eficiencia energética. Ese es un resumen muy breve de lo que se pretende.

Situación en Asturias

Todos los gobiernos estamos asumiendo serios ajustes para reducir los déficits públicos y a la vez garantizar el mantenimiento de la inversión pública y la futura sostenibilidad de los servicios públicos. En este contexto de ajuste se pone en especial evidencia la importancia de la gestión pública de los últimos años.

El Principado de Asturias aborda esta situación cumpliendo sus deberes. Tenemos un elevado desempleo pero es verdad también que tenemos mucho más empleo que teníamos en el pasado, teniendo prácticamente la misma población. Tenemos más de 80.000 empleos más de los que teníamos en la época en la que se iniciaba este seminario. De esa importante creación de empleo, una gran parte, 62.000 empleos, es de mujeres incorporadas al mercado laboral. En el futuro, tendremos que ir recuperando nuestra tasa de actividad, que todavía es muy baja (es una de nuestros untos débiles por el envejecimiento de la población, por el saldo demográfico natural negativo), basándonos en esos dos pilares fundamentales. Nos queda una lucha intensa por los derechos de la mujer, su incorporación al mercado laboral y su participación en ámbitos laborales masculinizados en el pasado. E incorporar, además, una inmigración controlada y necesaria para que pudiésemos mejorar nuestra tasa de actividad.

Asturias es una comunidad que ha hecho bien los deberes, entre otras cosas porque hemos hecho una concertación social modélica y hemos hecho cosas juntos, por eso nos equivocamos menos. Por eso Asturias tiene una estructura productiva mucho más potente que en el pasado. Ha renovado en una década todo su tejido productivo. Es una economía más diversificada, más competitiva, con una productividad mayor. Es una economía que se ha internacionalizado; Asturias es este año la segunda comunidad española es exportaciones con cifras muy superiores al promedio del país. Acaban de publicarse los datos de 2010 del Instituto Nacional de Estadística que indican que España creció un 0,1 % mientras que Asturias creció un 0,3 %, algo importante porque Asturias siempre estuvo a la cola de estos fenómenos y ahora es la cuarta comunidad española en crecimiento. Después de País Vasco, Navarra y Castilla y León crecemos, poco pero estamos creciendo. Es un cambio claro de tendencia.
Asturias se ha mantenido siempre en la disciplina fiscal y presupuestaria. Siempre hemos estado en la corresponsabilidad con el Gobierno de España para dar respuesta también a esa necesidad de orientar en el año 2013 el déficit público en los términos aceptables del tope del 3 %. Hemos estado siempre dentro de esa disciplina que marca el Consejo de Política Fiscal y Financiera y hemos invertido mucho. Hemos hecho inversiones que llegan a ser sorprendentes porque en etapas de crisis no se paró nada, ningún gran proyecto de Asturias se ha parado. Y no se paró porque en la época de las “vacas flacas”, estos dos últimos años, hemos hecho un presupuesto inversor basado en más endeudamiento pero, aun así, como hicimos una eficiente gestión pública, ahora somos la segunda comunidad menos endeudada de España, después de Cantabria.

Si hemos sido rigurosos en la corresponsabilidad del control de déficit público, si hemos sido rigurosos para mantener las inversiones que han sido fundamentales para que muchas empresas siguiesen trabajando, para tener proyectos finalizados, también para mantener empleo. Si hemos sido rigurosos en el endeudamiento para mantenerlo en niveles razonables, quiere decir que algo habremos hecho bien. Y la prueba de ello es que el crecimiento Asturias, según los últimos datos del INE, se caracteriza porque la base fundamental de su crecimiento es el sector industrial, que crece mucho más que el de España. Esto significa que nuestra estructura productiva, en general, es una estructura solvente. Estamos exportando, estamos compitiendo, el sector industrial es fuerte… ese es el panorama actual, un panorama que no es para confiarse pero que muestra la realidad y esa realidad es bien distinta de la que, por ejemplo, teníamos en 1999.

Hoy Asturias no tiene prácticamente empresa pública, queda un poco en la minería. Por cierto, reivindicamos el papel del carbón en el mix energético porque es coherente ya que pertenece a un modelo europeo vigente porque el mix europeo no hace desaparecer el carbón. Lo que sí es cierto es que tenemos que incorporar más renovables y ahora entraremos en otro debate, el debate nuclear, en el que vemos como las fuentes autóctonas juegan un papel revalorizado.

Nosotros no nos imitamos solamente a reivindicar el carbón sin más. Hay un escenario consolidado en Europa de 2018 -que probablemente se alargue a raíz de este debate que está teniendo lugar en el mundo y, cómo no, en Europa-, pero lo que hacemos simultáneamente a esa reivindicación es la minoración de las emisiones de CO2 para su almacenamiento. En Asturias ya tenemos plantas, como la de La Pereda, de secuestro y almacenamiento de CO2 que van a entrar de forma operativa en el mercado seguramente de las primeras porque cuentan con unas tecnologías de investigación muy distintas de las que se hacen en otros lugares.

Se está trabajando a la vez en el horizonte político del carbón y al mismo tiempo en la minoración de emisiones de CO2, en un carbón más limpio. Y, al mismo tiempo, en algo fundamental para un país como España, tan escaso en fuentes autóctonas, como pueda ser la reivindicación del carbón y orientando el cambio de modelo energético en Asturias a una fuerte velocidad porque no nos olvidemos, nadie puede hacer un cambio de modelo energético en dos días.

Si la estrategia 2020 dice que hay que incorporar renovables en un porcentaje del 20, (ojala fuese del 30 o del 50), en Asturias y en Europa el carbón y el gas van a seguir teniendo un papel. Pero se está haciendo ese cambio, con la biomasa, con la energía fotovoltaica, con la térmica solar, con la geotermia, con los parques eólicos… El cambio de mix energético es uno de los grandes retos que creo que estamos haciendo razonablemente bien en Asturias y que puede sorprender en una comunidad identificada casi exclusivamente con el carbón.

Mejor preparados

Este es, a grandes rasgos, el panorama actual asturiano. El futuro lo afrontamos más preparados, con más infraestructuras básicas que han culminado en el ámbito de las comunicaciones y también en el de los sistemas sociales, muy consolidados y apreciados por los ciudadanos, sistemas sociales que en modo alguno podemos perder. Tendremos que abrir en este país, cuanto antes, el debate de la sostenibilidad sobre fuentes racionales pero que es también el modelo europeo. Que nadie se olvide que Europa tiene su modelo en la inclusión social; no hay que aceptar eso de que el crecimiento económico tiene que ir con la merma de los sistemas sociales y deberíamos de defender un modelo socialdemócrata en Europa que difiere bastante del que defienden los gobiernos conservadores.

Y lo defendemos en concertación social porque ese es el gran patrimonio, lo hemos hecho siempre. La concertación social es un capital extraordinario para armonizar en la sociedad los diferentes intereses, para defender las conquistas sociales y para trabajar juntos en la misma dirección con contradicciones, como siempre hay porque cada uno tiene su papel, pero ha sido de un efecto muy beneficioso para Asturias y espero que así sea en el futuro.

Ese diálogo social nos ha permitido hacer una profunda trasformación de nuestra estructura económica sin que hubiese ninguna crisis social y, a la vez, impulsar las inversiones necesarias para dotarnos de unas infraestructuras modernas que constituyen una aportación pública a la mejora de la capacidad productiva y la competitividad internacional de nuestras empresas. No olvidamos la auténtica prioridad: la cualificación de las personas.

Es importante, en momentos de crisis en algunos sectores productivos y de evolución en otros, reforzar las políticas educativas y de formación de para el empleo. La formación y el conocimiento son las bases sobre las que debemos asentar una recuperación económica a medio y largo plazo.

Se ha acabado el tiempo en el que cualquier tipo de crecimiento era válido. Estamos ante una nueva etapa en la concepción del mercado, que exige  actuar con valentía política para que el poder democrático no retroceda ante las grandes corporaciones financieras, pero también acometer cambios en la cultura laboral y empresarial en nuestro país en la línea en que se ha hecho en Asturias durante los últimos doce años.

Es necesario asumir un mayor compromiso, tanto por parte de los sindicatos como de la empresa, para asegurar la productividad, la I+D+i y la internacionalización como factores de mejora de la competitividad de nuestra economía, generación de empleo y, también, mejora del nivel salarial.

Estos son los desafíos económicos, sociales y políticos que tenemos por delante para recuperar las dinámicas de un crecimiento económico sostenible, integrador y creador de empleo estable y de calidad en Asturias, España y el contexto europeo.

(*) Vicente Álvarez Areces, es presidente del Principado de Asturias


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