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La agricultura, piedra angular

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Por Pedro Barato

Martes 21 de octubre de 2014

“Todas las políticas comunes, en particular la política agrícola común y la política de cohesión, apoyaran la estrategia. Un sector agrícola sostenible, productivo y competitivo contribuirá de forma importante a la nueva estrategia, teniendo en cuenta el potencial de crecimiento y empleo de las zonas rurales, al tiempo que garantiza la competencia”. Así reza el Capitulo 5, párrafo G, de las Conclusiones del Consejo Europeo de marzo de 2010 que, bajo presidencia española, faculta a la Comisión Europea para que desarrolle su Comunicación “Europa 2020: Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”, en la que el Ejecutivo Barroso se marca el Crecimiento y el Empleo como los principales retos para sacar a Europa de la grave crisis que atraviesa. A nadie debería extrañara que la agricultura forme parte de los planes de la Comisión Europea para su estrategia de futuro, ya que el sector primario ha sido piedra angular de la política comunitaria desde el Tratado de Roma hasta nuestros días, con un nuevo Tratado de Lisboa.

En todos los textos constituyentes, la agricultura y el sector agroalimentario tienen un carácter protagonista. Sin embargo, la inclusión de este párrafo en el nuevo esquema de prioridades políticas de la UE para abordar los próximos años, conocido por la “Estrategia 2020”, ha sido motivo de grandes esfuerzos diplomáticos, de búsquedas de alianzas y consensos y de no pocos retrasos en la redacción de los textos.

La colaboración de Francia y la decisión de Alemania de vencer sus reticencias y ponerse del lado de los que defienden una PAC fuerte, adaptada a las nuevas exigencias de la sociedad y con capacidad suficiente para abordar los retos de futuro, han sido cruciales en la conclusión de esta meta. En efecto, la PAC está llamada a jugar un papel importante, protagonista, en el cumplimiento de los objetivos europeos de futuro para alcanzar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador de la sociedad europea.

No en vano, el último Euro barómetro sobre la opinión de los ciudadanos Europeos acerca de la PAC indica que 9 de cada diez consideran a la agricultura como un factor determinante en el futuro de Europa. El Comisario de Agricultura y Desarrollo Rural de la UE, el rumano Dacian Ciolos, también parece entenderlo así, marcándose como objetivos en la nueva programación de la PAC el de garantizar una alimentación sana y suficiente en todos los sentidos, a través de una actividad agraria que, con su dinamismo, genere empleo en todos los territorios de la UE a la vez que se alía con las nuevas preocupaciones de la sociedad en materia de conservación del patrimonio natural y la diversidad de Europa, contribuyendo activamente en la lucha contra el cambio climático.

La sociedad europea goza de una alimentación sana, de calidad y equilibrada, gracias a una agricultura diversificada, que producen los agricultores y ganaderos de cada rincón de Europa, cumpliendo con los más exigentes criterios de producción y superando los más rigurosos controles, tanto de calidad, como de trazabilidad, bienestar animal o utilización de productos fitosanitarios.

Muy a menudo, demasiado, estas estrictas prácticas de producción no se ven debidamente reconocidas ni en los lineales de los establecimientos, en donde se destaca el precio más competitivo sin entrar en detalles de cómo se ha producido, ni las condiciones de trabajo que se practican en los países de origen, ni en nuestras mesas de negociación, donde nuestros representantes políticos utilizan nuestra agricultura como moneda de cambio para lograr ventajas industriales, financieras o de servicios.

El mundo parece apercibirse de que los mercados de productos agroalimentarios no pueden, ni deben, estar fuera de control, desprotegidos de unos mecanismos de sujeción que impidan una caída libre o un crecimiento súbito y desmesurado de las cotizaciones, alejado en definitiva de la situación y de las necesidades alimentarias de un planeta en continuo crecimiento. El reto de alimentar a más de nueve mil millones de habitantes a mediados de siglo es demasiado importante como para dejarlo en manos de cuatro operadores o de los vaivenes de los “brokers” de turno.

Los llamamientos de Naciones Unidas a través de la FAO, las resoluciones del G-20 y del G-8, así como las conclusiones últimas de Davos para poner limites a la especulación en las materias primas de primera necesidad, origen de la mayoría de las injusticias del Planeta y de numerosas revueltas, confirman que, más allá de una frase afortunada, “con las cosas de comer no se juega”. Como ciudadanos de sociedades avanzadas que somos, los agricultores europeos estamos más concienciados que ninguno en el mantenimiento y protección de nuestros espacios, de nuestro patrimonio rural y natural, de la biodiversidad de nuestros territorios.

No en vano llevamos siglos cuidándolo, frenando el avance de la desertización, evitando incendios a través de nuestra actividad, continua y diaria, en el campo, en nuestro lugar de trabajo. La propia actividad agrícola y ganadera, aliada con la tecnología y el avance científico, es en si misma una de las mayores aportaciones a la búsqueda de nuevas fuentes, más limpias, de energías alternativas al consumo de petróleo y energías fósiles, multiplicando así el beneficio medioambiental ya de por si logrado a través de la agricultura absorbiendo CO2 y liberando oxigeno a la atmosfera.

La empresa agrícola se distribuye, generando empleo directo e indirecto, en todas las regiones y las más remotas áreas de nuestro territorio, dando vida a los pueblos y conservando y enriqueciendo el patrimonio cultural de la UE. Es esta función de la agricultura, a la vez inteligente, sostenible e integradora, la que debe ser puesta en valor ante nuestros representantes políticos y ante nuestros dirigentes comunitarios, especialmente los encargados de redactar y aprobar los presupuestos de la Unión para el próximo periodo y que la PAC del futuro dé estabilidad de nuestras empresas agrarias y sea un aliciente para que las nuevas generaciones se vean atraídas hacia el medio rural.

 

(*) Presidente de ASAJA


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