La pasión del poeta que logra desatar los nudos del Ibex
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La pasión del poeta que logra desatar los nudos del Ibex

jueves 17 de noviembre de 2022, 20:35h

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El lunes 14 de noviembre de 2022 la lluvia fría, menuda, molesta, desagradable invitaba a quedarse en casa, en el despacho profesional o la búsqueda de un buen restaurante en el que cerrar un acuerdo financiero, o demostrar al último amor de la lista secreta, hasta qué punto se conoce el mapa gastronómico más de moda en el Madrid que demuestra cada día su liderazgo nacional. Amantes y mendigos disfrazados mientras en la música y los versos de Aida resuenan en el Teatro Real.

Trescientos personas decidieron a las ocho y medía de la tarde hacer justo lo contrario. Vestidos y vestidas con sus mejores galas se acercaron a ver y a que les vieran en la presentación del último libro de un poeta que convierte la tierra jienense en la que nació en versos. La poesía no le da para vivir, ni su sabiduría para contar las andanzas de los principales agentes financieros de este tiempo turbulento, para ese menester de ganarse el pan con el sudor de su frente estudió derecho, se hizo abogado y demostró que junto a los artículos de la Ley, mano derecha, hay que saber manejar con soltura, eficacia, habilidad, respeto y cercanía las relaciones de amistad. Así se desatan los nudos que se han hecho a sí mismos los grandes del Ibex 35.

Ese poeta se llama Manuel Medina y ese lunes, 14 de noviembre de 2022, consiguió que su último libro “Pasión por la vida” tuviera dos presentadores tan lejanos en lo político y tan cercanos en su amistad como la ministra de defensa, Margarita Robles, y el presidente del PP y ex presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Nuñez Feijóo.

A la primera la conoció desde antes de que se convirtiera en la Secretaria de Estado del Ministerio de Interior con el también juez, Luís Alberto Belloch, como doble titular de Justicia e Interior. Tiempos aquellos en los que había que resolver las duras acusaciones sobre el GAL y en los que el que más tarde se convertiría en alcalde de Zaragoza aspiraba a suceder a Felipe González, desplazando a Narcís Serra y a José Bono de ese destino.

Con el segundo la relación de Manuel y el resto de su familia es más personal. Tan personal y directa como para que el aspirante a ocupar el mayor despacho de La Moncloa sea padrino de uno de sus nietos. Ni una, ni otro hablaron de política, ni de sedición, ni de las carnes abiertas en la alta Judicatura del país. Esa tarde de lluvia y frío, se trataba de sumarse al homenaje a un hombre que ha utilizado su memoria y su escritura para declarar el amor que siente por los suyos, por su historia, por sus padres, sus ocho hermanos, su mujer, Amelia, y sus cinco hijos.

Ni las penurias de un nacer pegado a la dura tierra del Jaén de la postguerra, ni las enfermedades vencidas han logrado que a sus 78 años, casi recien cumplidos, el rencor, la envidia o la avaricia hayan hecho habitación en el cuerpo del hombre que fuera policia nacional antes que abogado y agricultor antes que perseguidor de zorzales, esas aves esquivas que se abrazan a los olivos y evitan los disparos de las escopetas de fin de semana.

Entró Manuel en el salón del hotel del brazo de su “hermano” - como ambos gustan en llamarse - Isidre Fainé para ver como iban sumándose jueces y abogados que viajan desde los despachos al Supremo pasando por la Plaza de Castilla y la Audiencia Nacional. Esas esferas de poder y pasión que se encuentran tan lejos de Villanueva del Arzobispo como las historias que recoger sus sumarios de la vida de Carmen Medina, su hermana, una de las piezas del libro coral en el que el poeta que quiere ser y el abogado que es, Manuel recorre su historia, la que puede contar, la que está llena de anécdotas y situaciones que dan para una larga serie de televsión, y en la que las alpargatas dejaron paso a la utilización, como despacho jurídico, de la casa y el gran salón en el que Francisco Franco y Carmen Polo vivían alejados del palacio de El Pardo, con Consejos de Ministros incluídos en la larga mesa que se utilizó, mucho después, para que protagonistas de la vida empresarial y política de este país comieran y discutieran una vez al mes. El anfitrión hacía la lista.

Atrás, en la lejanía de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado quedó el cortijo jienense en el que había que defender las cosechas frente al hambre que campaba por los campos. Difícil de reconocer cuando se cruzan Baltasar Garzón y María Dolores Delgado con Margarita Robles y Enrique López o Santiago Pedraz; cuando el presidente blanco que tuvo la fortuna de abandonar la política, Florentino Pérez sonrie a Enrique Cerezo, el poseedor de la mejor cinemateca de España. Uno pensando en la inaugración del mejor estadio de futbol del mundo, y otro a la espera de lo que su socio mayoritario, la familia Gil, exija por la venta de los colores rojiblancos.

Si Blas Herrero es capaz de recordar con amargura y resignación sus millones perdidos en la Bolsa, mientras espera a que Alberto Cortina y Alfredo Sáenz mueven ficha en el Banco de Dakar ante las ofertas chinas y las dudas norteamericanas; Pepe Navarro cuenta los minutos para volver a su casa/refugio de Ibiza y Julia Navarro cuenta las horas que debe dedicar a su próxima novela.

Era inevitable la presencia de Ernesto Mata, como era inevitable la de Antonio Alonso Ureba, tantos secretos empresariales guardados en las alforjas de los dos; como era inevitable que aparecieran Angel Corcóstegui, preocupado de sus inversiones tras su estelar salida del Banco Santander gracias a la generosidad de Emilio Botín, y Javier de Jaime, eternamente dispuesto a participar en todas las conspiraciones empresariales siempre que se puedan transformar en activos monetarios en su cuenta corriente.

Existen otros mundos que corretean de Washington a Ginebra con escala en Madrid, mundos con miradas lejanas como la de Miguel Sánchez, como la de Ignacio López del Hierro y las arenas calientes de los Emiratos o las que se cruzan, sin puñetes en sus muñecas, aquellos que tienen la obligación de defender la tercera pata de nuestra Constitución.

Esa tarde lluviosa, pesada, fría, desagradable, trescientas personas asistimos a un desnudo integral, con la ropa puesta en azul, blanca camisa, corbata oscura y relucientes zapatos negros, de un poeta que se esconde tras las rimas y los retratos literarios que hace a los amigos, para salvarse del Madrid de las navajas y las ambiciones. Son las palabras las que en diez libros le permiten refugiarse en los viñedos y en los olivares de su tierra, con sus cinco hijos, sus cuatro nietos y su siempre Amalía, la mujer que aportó desde el principio su apellido al bufete, que mira con ternura al compañero de viaje en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en las risas y en el llanto.

No van a comprar ningún banco por un euro, pero los dos están convencidos de que todas las crisis pueden esperar pero que la vida no. Es un buen ejemplo para dejar a un lado los abrazos finales, los saludos finales y coger del brazo a tu hijo y caminar bajo el cielo negro del Madrid hambriendo de víctimas políticas, en busca de una tasca de barrio para tomarse dos vasos de vino y unos huevos rotos.

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