Igual que Rusia no es Putin, el Sáhara no es solo el Frente Polisario ni Argelia, aunque sean necesarios para negociar. En los últimos años, movimientos como el de Saharauis por la Paz o la Asociación Saharaui para la Defensa de los Derechos Humanos han recogido el creciente malestar de numerosos habitantes de los campamentos de la región de Tinduf por la vida precaria que sufren desde hace tantos años a la que se une la represión de sus libertades que agrava la falta de horizontes de futuro y de esperanza de lograr una vida digna y mejor.
En los contactos diplomáticos que se han mantenido durante los últimos días entre el enviado especial de Naciones Unidas para el Sáhara, Staffan de Mistura, y representantes de los países de la región, entre ellos, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en Bruselas se ha abordado la adopción de una serie de decisiones que culminen en la convocatoria de una nueva mesa de negociación en Ginebra para las próximas semanas con el objetivo de alcanzar una solución al conflicto, que permita además un acercamiento entre los dos grandes países del Magreb, Marruecos y Argelia, que actualmente tienen rotas sus relaciones diplomáticas.
El papel que está jugando Estados Unidos es clave a la hora de contribuir a pulir los aspectos más delicados para las partes implicadas y lograr los avances necesarios para un entendimiento que signifique una estabilidad en el norte de África relevante para todos. La visita a Madrid, Rabat y Argel en la semana del 7 de marzo de la vicesecretaria de Estado de Estados Unidos, Wendy Sherman, posibilitó el cierre de aspectos esenciales entre Marruecos y España y planteó al Gobierno argelino la necesidad de admitir la dinámica abierta en favor de la autonomía del Sáhara bajo soberanía marroquí con la negociación correspondiente con demandas admisibles para las dos partes. Y la aceptación del Frente Polisario.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, es quien viaja a Rabat el 29 de marzo y a Argel el 30, para abordar en principio la invasión rusa de Ucrania, un contexto tan delicado que impone cerrar conflictos. La agenda de Blinken en Argel incluye seguridad, estabilidad regional, cooperación comercial, derechos humanos y libertades fundamentales. Que Argelia no mantenga su alianza histórica con Rusia, mirando al Sáhara y al Sahel, y pueda emprender mejores relaciones con Marruecos representaría un paso importante que ayudaría a clarificar la situación interna argelina e iniciar la recuperación que precisa su economía y sus ciudadanos. Que Argelia no haya tomado la represalia de cortar el gas a España tras su apoyo a Marruecos en el Sáhara puede considerarse como un síntoma para tener en cuenta, más allá del malestar expresado y la llamada a consultas de su embajador en Madrid.
En ese calendario virtual que los dirigentes políticos de los países de la región se han marcado en su móvil, al ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, le toca ir el día 1 de abril a Rabat para escenificar con su colega marroquí Nasser Bourita el fin de la crisis diplomática entre los dos países y el comienzo de una nueva etapa de las relaciones que en su discurso del 20 de agosto, el rey Mohamed VI, señaló que sería inédita con la recuperación de la confianza y el respeto mutuo con el ánimo constante de incrementar las relaciones en todos los sectores. Esta visita tiene en su agenda la apertura de las fronteras terrestres y marítimas entre los dos países, que se preparará en abril de acuerdo a los parámetros de seguridad indispensables, y se espera que los ministros convoquen una Reunión de Alto Nivel entre los dos Gobiernos, pendiente desde el mes de diciembre de 2020, para la firma de numerosos acuerdos sectoriales y con la presencia en Rabat del presidente Pedro Sánchez, quien debe sumar al Partido Popular a esta decisión de Política Exterior de Estado, y gestionar los reproches interesados de Podemos y de los independentistas catalanes y vascos y demás grupos.
Lo trascendente es que España apoya el plan de autonomía para el Sáhara bajo soberanía de Marruecos para solucionar el conflicto después de 46 años, al tiempo que el Gobierno del Reino ofrece garantías solventes y duraderas sobre Ceuta, Melilla, las aguas territoriales de Canarias y el control de los flujos migratorios con ayuda financiera de la UE. Las dos partes ceden, recuperan la confianza y el respeto mutuo y deberán cumplir sus compromisos. La solución beneficiará a miles de saharauis.
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