La carta pactada del Rey al Rey

La carta pactada del Rey al Rey

miércoles 09 de marzo de 2022, 04:06h

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No ha sido una carta de un padre a un hijo, ni tampoco la carta de un Rey que fue al Rey que es. Es la carta que los dos Reyes envían a todos los españoles. Era tan esperada que no causa sorpresa. Era una necesidad que ya ha satisfecho a un tercio de españoles, ha dejado descontento a otro tercio, y se ha recibido con indiferencia por el resto de la población.

Don Juan Carlos no quiso marcharse en el inicio de agosto de 2020 al resort de lujo de Abu Dabi. Le obligaron y no tuvo más remedio. El exilio-prisión en el que todavía vive tenía fecha de caducidad y dependendía de la voluntad política del Gobierno de turno; de la voluntad jurídica de los fiscales de turno en Suiza, en España y en Gran Bretaña, que es el episodio que queda pendiente tras las acusaciones de Corinna Larsen; y de la voluntad histórica de la Monarquía española representada por Felipe de Borbón y Grecia, el sucesor que miró desde el principio de la crisis institucional al futuro de la Casa que reside en la Princesa de Asturias.

Sobre estás tres premisas y para satisfacer a las tres, los redactores de la carta tuvieron que viajar entre el Emirato árabe y Madrid varias veces hasta conseguir que el texto final recibieron la aprobación del padre y del hijo. Matices importantes que son fáciles de adivinar si se leen con atención seis de los párrafos.

Comienza la carta destacado que Don Juan Carlos ya ha decidido vivir de forma “permanente y estable” entre las arenas del desierto, con el matiz que parece escaparse apenas unas palabras después y que dejan abierto el futuro. Así el regreso es un no regreso, tan sólo una visita privada que permanecerá dentro de la esfera privada, o lo que es lo mismo, lejos de las miradas y discusiones políticas.

La “frecuencia” de esas visitas queda abierta. Podrá ser semanal, mensual, anual… esa puerta se deja sin cerrar del todo. Tampoco se menciona el posible o nulo control que se ejerza sobre la misma, ya sea desde la propia Jefatura del Estado como desde el Gobierno, y desde luego lejos del control social.

De la residencia a la que vendrá en su visitas frecuentes Don Juan Carlos tampoco se dice nada. No será el Palacio de La Zarzuela, salvo que ocurra una emergencia que lo aconsejara. Un lugar privado, en una zona privada, en una ciudad o ciudades de las que nada se sabrá, si resultan efectivas las medidas de aislamiento periodístico que se tomarán en los primeros meses.

Los mejores párrafos están al final de la misiva entre padre a hijo. Don Juan Carlos se “lamenta sinceramente” por lo conocido de su conducta en loos temas financieros, pero a renglón seguido tiene la Imperiosa necesidad de reivindicarse ante la Historia de España por su papel decisivo en “ la convivencia democrática “ de la que goza nuestro país tras la salida de la Dictadura y la derrota de las tres intentonas miltares que vivimos en la década de los años ochenta del siglo pasado.

En la balanza que se pone sobre la gestión global de la Monarquía se resalta lo bueno conseguido y se pasa de puntillas sobre lo malo conocido. Una lluvia menuda sobre la memoria de los españoles que ya preparaba desde hace meses el regreso lógico y necesario. Por medio tímidas reacciónes políticas desde los partidos, la misma frase del presidente del Gobierno sobre “la necesidad de mayores explicaciones” que nunca llegarán, y el momento escogido para convertir en realidad - eso sí a cámara lenta - lo que era una hipótesis de trabajo desde aquel agosto de 2020.

Estaban obligados los dos por la gran razón que sustenta a toda Monarquía, la continuidad por encima de las personas que la encarnan en cada momento. La Casa Borbón llegó a España en 1700 y ha tenido que pelear por su existencia desde el primer momento, tanto por los deseos republicanos de una mayoría de españoles como por las propias luchas dinásticas que arrojaron ganadores y perdedores. Por no hacer la lista muy larga: perdió Isabel II y ganaron Alfonso XII y Alfonso XIII para volver a perder este último. Perdió Alfonso de Borbón Dampierre y ganó Juan Carlos ante otro perdedor como ha sido su padre.

De nuevo, la maldición de las abdicación le alcanzó cuando pensaba que iba a batir el record de pertenencia en el trono, que sigue ostentando Felipe V. Los Reyes se mueren en la cama era una de sus afirmaciones. Juan Carlos I morirá como Rey pero sin la Corona.

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