Pedro Sánchez y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen
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Pedro Sánchez y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen

Sánchez, atrapado entre las mentiras de Calviño y Díaz

jueves 04 de noviembre de 2021, 18:40h

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No es la primera vez, ni será la última. El presidente del Gobierno ya ha demostrado que es capaz de escaparse del laberinto de mentiras que el mismo ha creado. Lo hizo para conseguir los votos necesarios para ganar la moción de censura, lo volvió a hacer para sacar adelante su investidura, y lo hará todas las veces que crea necesarias. Una buena aplicación de “La paradoja de Condorcet” puede salvarle.

Firmó un acuerdo de Legislatura con Unidas Podemos en el que se incluían varias lineas rojas. La principal era y sigue siendo la derogación de la reforma laboral que llevó a cabo el gobierno de Mariano Rajoy. Sabía que la mentira le alcanzaría más pronto que tarde. Así ha sido y hay que comprenderle. Entre mentir a Podemos y a Izquierda Unida y mentir a la Comisión Europea, al Banco Central y al Fondo Monetario no tenía escapatoria.

Europa le ha amenazado, por activa y por pasiva con no enviar ni un euro de los 140.000 acordados en los Fondos de Recuperación. Y sin ese dinero no hay salida para España del agujero de deuda en el que estamos. UP le ha amenazado con no apoyar los Presupuestos y con irse del Gobierno de coalición. Un tema menor que encierra la propia mentira de una formación con tres cabezas, la de Yolanda Díaz, la de Ione Belarra y la de Alberto Garzón.

Atrapado en ese universo de falsedades, que es una de las más ciertas verdades de la política, Pedro Sánchez ha esperado a la última cumbre del Clima para decir que de derogación nada de nada, que unas reformistas de aliño y ese toro de vuelta a los chiqueros del Congreso de los Diputados. Es verdad que necesita los 35 votos de UP pero éstos tienen menos peso que los dineros de Europa.

Además de que ya se ha asegurado los 19 votos de ERC y PNV, insuficientes pero que marcan la senda de lo posible y lo imposible. Se puede dejar las ayudas del Mínimo Vital al gobierno vasco, y se pueden grabar series y películas en la televisión pública en catalán. Ninguna de las dos “cesiones” afecta al corazón del Gobierno y menos al del PSOE.

Si alguno de nuestros políticos quiere de verdad convertirse en un virtuoso en el arte de mentir le puedo recomendar los mejores escritos que han aparecido a lo largo y ancho de los últimos quinientos años: empezaremos por Nicolás de Maquiavelo, todo un clásico cuyos consejos no son sólo para el “Príncipe”. Son aplicables tanto a nuestro presidente como a sus adversarios.

El escritor florentino, desde su exilio en la casona familiar de San Andre en Percusina, le proporcionó la mejor de las excusas a cualquier gobernante: “ respetar la palabra dada por un gobernante se considerará un síntoma de debilidad”.

Tras esta sentencia no es de extrañar que dos siglos más tarde un escritor y religioso irlandés y un filósofo y matemático francés escribieran dos pequeños opúsculos de título muy parecido: “El arte de la mentira política”. Jonathan Swift pasaría a la historia por sus “Viajes de Gulliver” y Nicolás de Condorcet lo sería por apoyar la revolución francesa, para después enfrentarse a Robespierre e intentar salvar de la guillotina a Luis XVI.

La mentira ya era todo un arte en la vida pública pues se trataba de hacer creer al pueblo las falsedades saludables que, en el fondo, perseguían un buen fin. ¿ Es esa la razón, el argumento que emplea Pedro Sánchez cuando se sienta ante sus adversarios y cuando justifica sus actos entre los suyos?

Swift terminó su vida enfermo y al borde la locura tras una intensa vida de consejero político del partido Tory británico mientras criticaba a su propia Monarquía. Condorcet fue más lejos y casi al mismo tiempo tras establecer de forma matemática cómo las decisiones sucesivas y contradictorias de una misma mayoría terminan siendo contrarias al uso de la razón individual.

Se le puso nombre a ese estudio sociológico y matemático: “ La paradoja de Condorcet”. El presidente español puede utilizar su propia experiencia, recurrir a su vicepresidenta primera y a su sociólogo de cabecera y cambiar el apellido de la paradoja. Tal vez dentro de trescientos años sea estudiada en las Universidades.

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