Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso.
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Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso.

Rufián se pasa de rosca

viernes 27 de noviembre de 2020, 03:31h

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El colmo de un independentista es pedir que se aplique un 155 fiscal a una Autonomía para impedirle que rebaje los impuestos

El portavoz de ERC en el Congreso, un independentista convencido ha pedido que se aplique un 155 fiscal a Madrid. Increible pero en política vale todo.
Gabriel Rufián ha puesto su locomotora de exigencias a Sánchez a tope. ¡Más madera! Los republicanos necesitan con urgencia vender sus éxitos en Madrid para llegar con ventaja sobre Puigdemont en las elecciones del 14 de febrero, pero el peligro es que su portavoz en el Congreso acabe por pasarse de rosca, como cuando ha pedido que Sánchez haga un 155 fiscal a Madrid. Lo último que se podía ver en política es que un independentista pida que se limite el poder de las Autonomías.

Parece claro que la única manera que tiene un político de mantenerse puro es no formar parte del Sistema, como bautizó Mario Conde al Poder en un libro que escribió en la cárcel. Durante toda la transición tanto Izquierda Unida como ERC, dos partidos pequeños que no participaban en las mesas camilla de las negociaciones porque sus votos y sus diputados no eran vitales para formar gobierno, pudieron mantener sus programas ideológicos sin problema. Eran libres. Ahora, cuando ambos grupos han entrado en el Sistema y sus votos son decisivos ya dicen y defienden cualquier cosa, todo sea por el Poder.
Dos personajes que están sufriendo esa transformación radical son Gabriel Rufián, por ERC, y Alberto Garzón, por Izquierda Unida. El primero está convencido de que el actual gobierno de Sánchez va a entrar por el aro de las exigencias independentistas de su partido a pesar de que hasta ahora y por ejemplo se sigue sin reunir la mesa de diálogo que ambos partidos idearon para firmar el apoyo, en forma de abstención de los republicanos catalanes a la investidura del líder socialista.

El relevo en ERC de Joan Tarda, el veterano diputado que defendió casi en solitario la República y la independencia catalana durante casi cuarenta años, por su sucesor Gabriel Rufián llegó precisamente cuando la apisonadora del ex president Pujol dejó de funcionar y ERC comenzó a contar en la política al aumentar el número de votos y sus correspondientes diputados regionales y estatales.

Había que dar más duro en Madrid y ese fue el trabajo al que se dedicó Gabriel Rufián muchas veces ante la atónita mirada de Juan Tarda que fue cediendo al joven diputado la batuta siguiendo las indicaciones que llegaban de la nueva dirección de Esquerra, con Oriol Junqueras al frente.
El único peligro que tiene Rufián es que el Sistema y las direcciones de los partidos agradecen , en principio, el servicio prestado por este tipo de políticos más broncas, pero a la larga acaban relegándoles cuando ya no les sirven o creen que ya han jugado su papel.

Son claros los ejemplos que podemos encontrar tanto en el PP como en el PSOE que cuando están en la oposición lanzan a sus diputados más chillones contra el gobierno de turno para posteriormente taparles la boca y enviarles al banquillo. El diputado del PP, Luis Ramallo, conocido como el látigo de González, por sus diatribas contra el gobierno del líder socialista, fue recompensado por Aznar con la vicepresidecia de la Comisión Nacional del Mercado de Valores a cambio de quitársele de enmedio una vez que ganó las elecciones de 1996.

Más recientemente está el caso de Ignacio Gil Lázaro, uno de los látigos que más utilizó Rajoy en el Congreso y que finalmente decididó pasarse a Vox, partido con el que ha sido elegido diputado por Valencia, cuando se dio cuenta de que en el Partido Popular ya no le querían.

Hoy por hoy, Rufián se siente seguro y bien considerado por sus jefes políticos y hasta parece que se ha atrevido a señalarles que, en cambio, ve al actual president de la Generalitat, Pere Aragones, un poco blando y que el camino de la dureza es el único que entienden en Madrid.

Su problema es que está a punto de pasarse de rosca y que sus poses y sus diatribas podrían acabar por pasarle factura una vez que su partido consiga lo que quiere o que acabe por considerar que no puede lograrse más por muchos gritos que den.

Pasarse de rosca para un independentista es, por ejemplo, pedir al “Gobierno central que les roba” que intervenga las autonomías para ir hacia una unificación fiscal e impedir que la Comunidad de Madrid, en este caso -pero puede ser cualquiera otra- reduzca sus impuestos. ¿Cómo se va a entender que el Gobierno central controle la autonomías y haga un 155 fiscal contra Madrid? Y eso al mismo tiempo que pide que Sánchez libere a Cataluña de los controles presupuestarios que dice que todavía colean de la aplicación del 155 en Cataluña.

Es verdad que Oriol Junqueras y Pere Aragones tienen prisa por conseguir algo de Madrid antes de que se celebren las elecciones del 14 de febrero en Cataluña y de ahí que animen las sobre actuaciones de Rufián en los últimos días presentando sus exigencias en los Presupuestos.

En febrero, los republicanos se juegan mucho frente a Carles Puigdemont, por un lado, que parece estar dispuesto a dar la batalla por conseguir, de nuevo, la Presidencia de la Generalitat, y frente al PSOE, por otra, con el que podrían tener que volver a formar un tripartito -junto a Ada Colau- en el caso de que finalmente no hubiera acuerdo con Junts per Cat y el PdeCat.

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