La batalla de Madrid ( 9 )

Seducir a Pujol cuando doblan las campanas
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Seducir a Pujol cuando doblan las campanas

miércoles 10 de abril de 2019, 19:51h

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Juan Carlos, de la misma manera que había hecho en la noche del 23 de febrero de 1981 para tranquilizar al presidente de la Generalitat, convence a un renuente Jordi Pujol de que la única alternativa viable para ser presidente es el ex inspector fiscal y seguidor en su juventud del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera


La tercera victoria de José María Aznar en Madrid en 1996 es también su primera victoria a nivel nacional. El mapa político se tiñe de azul y es en la Comunidad madrileña donde el PP basa su triunfo. Seiscientos mil votos, los que separan 1.642.489 de 1.046.904 dejan muy claro que que el antiguo “cinturón rojo” que rodeaba la capital ha desparecido. Representan el 50% de los ciudadanos que acuden a las urnas y que compensan, sobre todo, las cifras de Cataluña y Andalucía, allí donde los socialistas resisten la avalancha.

El Congreso se llena de caras nuevas , con nueve partidos que alcanzan la representación parlamentaria y una Esquerra Republicana que cierra la lista con 167.641 votos y una Pilar Rahola que terminará abandonando el partido. En Madrid, en la lectura de los integrantes de la candidatura del PP está la futura historia de los populares, con tantas luces como sombras, con tantas alegrías como disgustos, tantos éxitos como acusaciones en los juzgados. Son las últimas elecciones para Felipe González y para Julio Anguita, quien consigue para IU seis de sus 21 escaños en Madrid.

Los 156 escaños que consiguen los populares ese 3 de marzo de 1996 en toda España, con un PSOE que se queda en 141 y una Izquierda Unida que comprende que tendrá que conformarse con ser el segundón, no le abren a Aznar las puertas de La Moncloa de forma automática. La suma de escándalos del socialismo, desde el GAL a la huída a Laos del ex director general de la Guardia Civil, con Filesas y Malesas por medio, dañan a Felipe Gonzalez pero la obligada suma de escaños deja las puertas abiertas a negociaciones que van a durar dos meses.

Unos meses antes ETA está a punto de matar al presidente del PP, pero el blindaje del coche en el que viaja le salva. Con la victoria en el bolsillo descubre que no todos en el PP le ven como futuro presidente. Los recelos hacia Madrid por parte de los nacionalistas catalanes, vascos y canarios alargan las reuniones siempre en busca de nuevos “favores” y promesas económicas, hasta tal punto que Aznar no duda en afirmar que “ hablo catalán en la intimidad”.

Los tres compañeros, que más tarde y durante las dos Legislaturas que permanecerá en la Moncloa se convertirán en vicepresidentes del Gobierno, Francisco Alvarez Cascos, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy le allanan los difíciles caminos desde la sede central de la calle Génova en conversaciones con los dirigentes de CiU y PNV, en especial con un hombre que hará de muñidor en varios encuentros, el democristiano Jose Antoni Durán Lleida, portavoz en Madrid y el hombre al que encargaba vigilar muy de cerca Jordi Pujol.

También el Rey, pese a las pocas simpatías que se profesa con Aznar, y que se plasmarán ante toda la Comunidad Internacional durante el viaje que hacen a La Habana para asistir a la Cumbre Iberoamericana en 1999 y en sus encuentros con Fidel Castro. Y si cada reunión con el presidente cubano parecía sacada de un sainete o un vodevil, otro tanto cabe decir del tratamiento que hace el nuevo presidente a los “favores” que recibía Barbara Rey por parte del Estado para mantener en silencio sus antiguas relaciones con el Monarca.

Juan Carlos, de la misma manera que había hecho en la noche del 23 de febrero de 1981 para tranquilizar al presidente de la Generalitat, convence a un renuente Jordi Pujol de que la única alternativa viable para ser elegido presidente es el ex inspector fiscal y seguidor en su juventud del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. Lo contrario sería prender fuego a una mecha que podía incendiar el país.

Un año antes, en los comicios autonómicos, Alberto Ruíz Gallardón ha desplazado al socialista Joaquín Leguina y sus doce años en el gobierno autonómico, mientras que en el Ayuntamiento de la capital “reina” desde 1991 José María Alvarez del Manzano. El PP encierra bajo siete llaves la herencia de Tierno Galván y Juan Barranco, y desde los baluartes de la Comunidad y el Ayuntamiento capitalino presta su apoyo al triunfo de Aznar.

La nueva década de oro de la economía española le proporcionará al PP y a su presidente la primera mayoría absoluta cuatro años más tarde. De los 10.321.178 votos que consigue en toda España, con 183 escaños, un millón seiscientos mil y 19 parlamentarios corresponden a Madrid.

El rival de Aznar en las listas madrileñas por parte del PSOE en ese año 2.000 es Joaquín Almunia, que ha logrado “retirar” de la carrera a su compañero Josep Borrell pese a que éste le ha ganado en unas duras y complicadas primarias, y que es derrotado por dos millones y medio de votos ( seiscientos mil en Madrid ) y una diferencia de 58 asientos en el Congreso. También Izquierda Unida sufre un duro varapalo con Francisco Frutos al frente: pasa en Madrid de seis a tres escaños y pierde la mitad de los votos de cuatro años antes.

La izquierda acusa todos los síntomas de desmoronamiento, con un electorado que se siente decepcionado y opta por la abstención - casi 10 puntos menos de participación - o por la entrega de sus apoyos a las opciones del centro-derecha, que ha logrado en menos de diez años aglutinar en torno a unas siglas tanto a los ciudadanos más conservadores y nostálgicos como a los más jóvenes y liberales. Es la España que asume el euro con una energía que ya querrían para sí otros países de la cambiante Europa.

Alcanzada la gloria, José María Aznar convierte la boda de su hija Ana con Alejandro Agag en un fastuoso enlace en El Escorial al que asisten desde los Reyes Juan Carlos y Sofia a Julio Iglesias y Rupert Murdoch, pasando por Tony Blair y Silvio Berlusconi. Política internacional y nacional, finanzas, empresas, deportes y periodismo se fusionan el 5 de septiembre de 2002 en el Monasterio que mandó construir Felipe II.

Suenan las campanas y ninguno de los presentes une su tañido con la novela que sesenta y dos años antes escribió Ernest Hemingway tras sus experiencias en nuestra Guerra Civil. En España ya no suenan los cañones, que han sido sustituidos por urnas y votos, pero los enfrentamientos políticos son como salvas de artillería. Ni Alejandro es Robert Jordan, ni Ana se parece en nada María Sans. A la ficción y a la realidad les une Madrid como meta soñada para su amor.

Hay bandas de guerrilleros republicanos en la historia del escritor al que le gustaban los toros y el whisky por igual. Dos para ser exactos, la de Pablo y la de El Sordo. Y hay “bandas” de intereses cruzados en ese enlace de impresionante boato, las de Francisco Correa y Alvaro Pérez. Ninguno adivina el pésimo futuro que les aguarda, ni conocen la poesía de John Donne, cuyos versos sirvieron de base para el pesimismo que desprende la novela de Hemingway: “... nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por tí”.

En Madrid queda la memoria de sus calles llenas de manos blancas en protesta por el asesinato del concejal del PP Miguel Angel Blanco a manos de ETA, el 13 de julio de 1997, cruel y cobarde, tras anunciarlo y reclamar unas exigencias que ningún estado democrático podía cumplir. También esa sangre explica en parte el triunfo del PP. De la misma manera que explican otra sangres bajo el terrorismo la inesperada victoria del PSOE de José Luís Rodríguez Zapatero en 2004.

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