La carrera de baja intensidad en busca de un líder
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La carrera de baja intensidad en busca de un líder

miércoles 27 de junio de 2018, 05:47h

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Es una carrera de baja intensidad o lo que es lo mismo, una carrera con poco público y menos interés. La batalla interna del Partido Popular por elegir un presidente y candidato a la Moncloa es aburrida, previsible, sin alma. Los tres candidatos con aspiraciones se hartan de repetir sus slogans ante los militantes que consiguen reunir en sus desplazamientos - que cada vez son menos - sin que se sepa ni bien ni mal qué quieren hacer con el partido si ganan, y menos aún con la España que perdieron el 1 de junio de las manos de Mariano Rajoy. En apenas un mes parece que ha pasado una Legislatura.

La cada vez más favorita, María Dolores Cospedal, repite y repite que ella encarna la defensa a ultranza de las siglas, en los mejores y en los peores momentos, y que sabe lo que es ganar unas elecciones: lo hizo por dos veces en Castilla la Mancha pese a que en la segunda tuvo que ver como se quedaba a un escaño de la mayoría absoluta, que era lo que necesitaba ante la posterior unión de la izquierda.

Soraya Sáenz de Santamaría - la otra mujer, que es una forma machista que tenemos los medios de comunicación para referirnos a dos dirigentes del todavía primer partido del país - no habla de la batalla en la que está metida, insiste en que su mejor virtud está en que sabe gobernar, que para eso ha sido la número dos del gobierno durante seis años y ha llevado las riendas del equipo.

Pablo Casado, el tercero en discordia, asume que le pregunten mil veces por sus estudios universitarios mientras afirma que no va a pactar con nadie y que quiere dirigir un nuevo partido desde el liberalismo, así sin más. Ofrece liderazgo frente a gobierno y victorias mientras que con el rabillo del ojo mira a la magistrada que pregunta por su condición de aforado temiéndose lo peor.

Cospedal y Santamaría miran a su rival con suspicacia, entre el temor a lo inesperado y la esperanza de que en unos días, los que faltan hasta el 20 de julio, una imputación como investigado dejen a Casado fuera de la competición. La pregunta que se hacen es ésta: ¿Elegiría el PP como presidente y candidato electoral a un dirigente con la espada de la Justicia sobre su cabeza y con toda su carrera académica pendiente de un hilo?.

Puede que el Partido Popular haya tenido en algún momento 800.000 militantes, pero el único dato fiable para ver de verdad el número de españoles que se pueden considerar como tales lo dieron las primarias autonómicas, en las que no llegaron a setenta mil los participantes. Ahora los augurios son peores y algunos dejan la cifra por debajo de los 30.000, lo que sería una desastre para el vencedor y para la propia organización.

Haya segunda vuelta - lo más probable - o alguno de los aspirantes consiga más del 51% de los votos el día 5, lo que tendrá que hacer es darle la vuelta al partido como si fuera un calcetín. Si ya aparecía viejo y cansado como organización mientras gobernaba, desde que perdió el poder las arrugas ideológicas se han acentuado hasta tal extremo que tiene la necesidad urgente de pasar por la cirugía, salvo que quiera enfrentase dentro de unos meses a una acumulación de derrotas que le lleven a plantarse de nuevo el cambio de líder o lideresa.

Tal vez esa percepción de que la actual carrera por la sucesión de Rajoy va a terminar con un fracaso en las urnas, y que será entonces cuando en el PP descubran que necesitan un líder sin tener que pasar por la guerra de unas primarias, es la que ha llevado a Núñez Feijóo a renunciar a participar escudándose en su compromiso gallego, para a continuación colocar en su futuro la fecha del 2020.

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