Los tres muertos vivos que andan por Madrid
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Los tres muertos vivos que andan por Madrid

domingo 20 de mayo de 2018, 03:11h

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Andaba un día de 1966 el cantante catalán y gitano Pedro Pubill Calaf escuchando discos cuando descubrió en una grabación de un artista cubano conocido en la isla como el “Guapachoso” un tema que se convirtió en éxito durante cuarenta años. Lo había compuesto un año antes el colombiano González Arenas y con la voz y la guitarra de Peret pasaría de son a rumba hasta llegar en 2008 a Serrat y Joaquín Sabina.

En la letra de “el muerto vivo” se cuenta la historia real de Blanco Herrera que se fue de parranda, desapareció durante unos meses y cuando su mujer, su familia y sus amigos le daban por muerto, allá por la Antioquía colombiana, regresó para pesar de todos los que habían celebrado el duelo. Es algo muy parecido a lo que está pasando en la vida política de la Comunidad de Madrid con tres de sus dirigentes: Angel Garrido, del Partido Popular; Ignacio Aguado, de Ciudadanos; e Iñigo Errejón, de Podemos. Al primero le daban por amortizado y sustituible tras la abrupta salida de la que había sido su jefa durante tres años; al segundo le daban por necesariamente sustituible como candidato tras su flojo paso como parlamentario en la Asamblea madrileña; y al tercero por desaparecido en combate tras sus diferencias con Pablo Iglesias sobre el rumbo que debía escoger su formación si quería de verdad convertirse en alternativa de gobierno.

Estaban muertos para los suyos y para los votantes y están vivos para los suyos y para los ciudadanos que vayan a las urnas en junio del año que viene. Los tres tienen problemas pero sus grupos políticos pueden que acepten, por diversas y diferentes razones, que son los más idóneos para encabezar sus ofertas electorales. De la misma forma que el colombiano Herrera regresó en “entre los muertos”, Garrido, Aguado y Errejón han regresado del ostracismo.

En el Partido Popular dudaron hasta el último minuto de la reunión del Comité Nacional en si debían o no dejar al número dos de Cifuentes al frente del gobierno regional mientras para los asuntos internos se encomendaban a Pio García Escudero. Hubo tablas y ganaron Mariano Rajoy y María Dolores Cospedal: bicefalia durante un año, con el presidente del Senado llevando la calma a las inquietas y desmoralizadas huestes, y el ya presidente de la CAM dispuesto a “resucitar” el centrismo de Adolfo Suárez y lograr durante doce meses que le dejen ser cabeza de cártel, tanto por méritos propios como por el miedo de otros compañeros y compañeras de mayor postín a una derrota.

En Ciudadanos se daba por segura la salida de Aguado de la lista que apuntaba y apunta a ganadora en el centro derecha de la Comunidad. Con Begoña Villacís en el Ayuntamiento de la capital como baza capaz de batir a Manuela Carmena, se estaba buscando un compañero de igual “presencia” mediática para conquistar el sillón presidencial de la Puerta del Sol, pero... llegó la crisis del master y los perfumes, se destruyó la imagen de Cifuentes y del PP - de paso también la de Pablo Casado y sus estudios universitarios - apareció el portavoz parlamentario y de un plumazo parece que se ha ganado el liderazgo. Si Albert Rivera quisiera sustituirlo tendría más problemas en su discurso de cambio y regeneración que si lo mantiene, y la política dentro de la formación naranja se basa en la oportunidad y en ese refrán tan castizo de que “más vale pájaro en mano que ciento volando.”

En ese amplio espectro ideológico que es Podemos todo es siempre mucho más complicado. Si en el PP quieren jugar a socialdemócratas y en Ciudadanos a liberales, entre los “podemitas” se pelean tanto por los puestos en las listas como por demostrar quién de ellos tira más al rojo del marxismo ortodoxo que al morado de los comuneros y republicanos. Ya sabían que mantener a Carmena como oferta municipal iba a tener el coste de desdibujar sus siglas - ya un tanto desdibujadas entre los Ahora y los Ganemos - pero confiaban en que la victoria interna de Iglesias en la persona de Ramón Espinar acabara con las dudas: Iñigo, el renacido Iñigo, sí pero con muchas condiciones. Las primarias internas despejaron la mayor parte de las dudas: el ex número dos sería la “pareja de baile” ideal para la actual alcaldesa, la persona ideal para vencer a la dos ofertas del centro derecha y para convertir, de verdad, a Podemos en gobierno de la Comunidad de Madrid.

El destino es siempre caprichoso y si se trata del que se pasea por la vida pública aún más. El intocable Iglesias y su portavoz en el Congreso y compañera sentimental, Irene Montero, anuncian que van a ser padres de gemelos. Triple enlace para la pareja en lo personal, en los político y en lo paterno/maternal. Les faltaba encontrar un nuevo “nido” y lo encontraron - de nuevo otra casualidad - en el entorno de Carolina Bescansa a 40 kilómetros de la capital: zona libre de contaminación, colegio indicado y chalet con piscina y cesped al alcance de su presupuesto mensual e hipotecario. Tenía tan sólo un pequeño problema numérico, los cinco ceros con un seis por delante del precio y el recuerdo de una declaraciones con esas misma cifra de Pablo sobre Luís de Guindos, el que fuera ministro de Economía de Rajoy. Y llegó la avalancha de ataques y declaraciones desde dentro y desde fuera del partido, como si la izquierda estuviera condenada a vivir en 80 metros cuadrados y en viviendas de protección oficial. Han explicado euro a euro cómo lo van a pagar, herencia incluida, y van a poner sus cargos a disposición de los suyos. Es lo que tienen las barricadas ideológicas cuando se trasladan al maldito ladrillo.

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