176 y la matemática parlamentaria que necesita Sánchez
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176 y la matemática parlamentaria que necesita Sánchez

lunes 28 de mayo de 2018, 06:15h

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Sin el apoyo de los 32 parlamentarios de Ciudadanos, el secretario general del PSOE y su Ejecutiva saben que la moción se va a transformar en un ataque al PP y a su presidente por parte de todos y poco más. Para que triunfe necesita el apoyo de los 71 votos que Podemos, sus confluencias e Izquierda Unida tienen en el Congreso, más los 18 de los nacionalistas catalanes del PDe Cat y Esquerra, más los cinco del PNV, que sumarían así la mayoría absoluta de 178. Y aquí los problemas para convencer a tanto partido y tantos intereses se multiplican: las dos minorías catalanas van a exigir la aceptación del gobierno que pretende Torra, el reconocimiento de sus derechos y, dejando a un lado la situación de los presos y fugados, un calendario que les lleve a un nuevo y pactado Referendum de independencia, algo que desde el PSOE que se presenta como garante de la unidad territorial de España es imposible.

En el PNV ocurre otro tanto y ya lo ha dicho su presidente: no les gustan unas nuevas elecciones, con la posibilidad de una victoria de Ciudadanos y un gobierno presidido por Rivera que eche por tierra y anule lo conseguido frente a la debilidad de Rajoy; pero tampoco le gusta la moción de censura y casi por los mismos motivos: los Presupuestos Generales del Estado, en los que tantas ventajas han conseguido, no están aprobados en toda su tramitación. Tienen que pasar por el Senado, volver al Congreso y recibir el aprobado definitivo. Un cambio en la presidencia, con un primer ministro quwe dispondría tan sólo den 80 escaños y que tendría que negociar a cuatro o cincobandas y con la segura oposición de los diputados del PP y de Ciudadanos, no es el mejor de los futuros posibles.

Algo parecido les ocurre a los nacionalistas canarios y a los partidos amigos de los populares en Navarra y Asturias. Incluso no parece a priori que a los dos representantes de Bildu les parezca muy buena idea poner en peliogro sus sillones en la Carrera de San Jerónimo.

Los nacionalistas vascos se mueven en las elecciones generales entre cinco y seis representantes y han conseguido con la política de Iñígo Urkullu al frente del gobierno de Vitoria una estabilidad interna dentro de la derecha a la que representan, y contener el avance de la izquierda estatal de Podemos y la izquierda más radical y separatista de Bildu. Avanzan hacia un acuerdo de Monarquia o República federal más despacio que los catalanes pero con más seguridad. No hablan de romper el estado pero sí de estructurarlo de forma diferente. Y están enn una npoción inmejorable para mantener su caracter de bisagra en cualquiera de las negociaciones que se presenten y le presenten los partidos mayoritarios a nivel nacional.

Con ese panorama político, que es fácil de ver y analizar, la rapidez del PSOE de Pedro Sánchez de presentar la moción de censura, sin examen previo en su interior, y sin diálogo y negociación con el exterior se explica por dos razones: tienen que recuperar espacio político que están perdiendo desde hace tres años, en parte por sus propias luchas internas, y en parte por sus cambios de posición respecto al gobierno de Rajoy, al que con su abstención en 2017 dejaron que saliera de los más deb 300 días de provisionalidad; y su líder necesita “entrar” en el Congreso para que se visualice su propia figura.

Los socialistas no quieren ir a unas elecciones inmediatas. Saben que no pueden ganar y que tienen más probabilidades de quedar terceros o cuartos que de llegar a La Moncloa. Esa es la razón que les hace “pedir” a sus dirigentes un tiempo de cambio, unos meses de gobernanza antes de convocar a los españoles a las urnas. Sánchez y los suyos quieren que los ciudadanos les vean gobernando y tomando medidas sociales y ecponómicas dirigidas a esos cinco millones de parados, mileuristas y temporales que conforman la base de Podemos, por un lado, y a esos otros cuatro o cinco millones que nutren los posibles votos de Ciudadanos y que en algún momento del pasado votaron PSOE.

Doble necesidad: la del partido como organización acosada y sitiada por su derecha y su izquierda; y la de su secretario general y líder que necesita de forma urgente reafirmarase ante los suyos y ante el resto de los españoles que no perciben en él al dirigente que pueda garantizar un futuro mejor poara todos.

He dejado para el final la posición y las posibilidades del Partido Popular y sus dirigentes ante el doble envite de que es objeto:

Contra la moción de censura puede argumentar que para su triunfo se necesita una suma de partidos tan distintos en sus orígenes, principios y metas que la hace casi imposible. Y que de triunfar, haría muy difícil un programa de gobierno durante nlos meses que transcurrieran hasta la cita con las urnas, cita que en el más amplio de su recorrido llegaría a junio de 2020.

Rajoy tiene un buen argumento para defender: los Presupuestos Generales del Estado, que aún no han hecho todo su recorrido parlamentario, y que de no hacerlo se quedarían en papel mojado, con lo que ello significaría para algunos partidos nacionalistas y para colectivos como los funcionarios y pensionistas, a los que se les volvería a retrasar la aceptación de algunas de sus principales reivindicaciones.

Puede el presidente del Gobierno y del PP ofrecer a Ciudadanos una fecha electoral y mantener así el espejismo de coalicción gobernante. Y puede atacar primero a Sánchez y luego a todos y cada uno de los que con toda seguridad van a exigir su cabeza. Es lo que dejaba vislumbrar su inesperada comparecencia del viernes pasado. El problema para el Rajoy parlamentario es el Rajoy dirigente político; el problema para el presidente del gobierno de España es el presidente del Partido Popular. Y sin su renuncia no tiene solución.

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