La derrota sin paliativos de la presidenta de la Junta va a tener consecuencias en la gobernabilidad de ese territorio. Sus rivales le van a echar en cara que si los suyos no la quieren al frente del partido, cómo se va a mantener al frente de los andaluces. A Juanma Moreno se lo han puesto en bandeja. El PSOE va a tener que cambiar de liderazgo por mucho que Díaz se quiera refugiar en que en su tierra ella es la que ha ganado a Sánchez. Lo mismo que ha pasado en el País Vasco y en Aragón. En el resto de Comunidades el nuevo secretario general ha conseguido claras victorias.
Se confirma que Susana Díaz no era el futuro del socialismo español. Puede que Sánchez no sea el mejor de los aspirantes a conquistar La Moncloa tras dos derrotas consecutivas pero los suyos, los que levantan de nuevo el puño y cantan la Internacional han dicho que estaban hartos de la vieja guardia y la han mandado al baúl de los recuerdos, con un Felipe González que desapareció al final y un Guerra que aceptó su inevitable pago de "andaluz" con su presidenta.
Mal resultado para el presidente extremeño, para su homólogo castellano manchego, para el presidente de la Gestora y hasta para el presidente aragonés. Bien para la balear Francia Armengol que, a ultima hora, cambió de bando y abandonó a López para pedir el voto para Sánchez. Han cambiado los tiempos y las bases de los partidos han dicho basta a las élites que los dirigen, algo de lo que tendrá que tomar nota el Partido Popular y también Ciudadanos y Podemos.
El PSOE sale de este primer envite escorado hacia su izquierda, más dispuesto a disputarle a Podemos ese territorio y dejando el centro para Ciudadanos, que se encuentra con otro regalo con el que no contaba. Albert Rivera y los suyos tienen motivos de celebración: cuando pocos apostaban por su mantenimiento y mucho menos por su posible crecimiento electoral se están encontrando por su derecha con un PP al que le acosa de nuevo la corrupción, y por su izquierda con un socialismo que parece volver a las imágenes que abandonó con Felipe González.
El viejo PSOE que renació en 1977 ha muerto al igual que la Transición. Con Sánchez y Pablo Iglesias estableciendo alianzas desde la izquierda es más que posible que Rajoy prefiera adelantar elecciones para "conquistar" con comodidad a un electorado que vuelva a moverse en el centro político.
Es verdad que los socialistas han hecho un ejercicio de democracia interna que ha permitido a los militantes elegir el camino que quieren seguir y con quien quieren hacerlo al frente de ellos. Queda por saber si los españoles que no militan en esas siglas están dispuestos a apoyar esa opción. En Francia, en Gran Bretaña y en Alemania ese mismo socialismo está siendo incapaz de plantar cara y ganar al centro derecha. En España están muy recientes las elecciones de 2015 y 2016. Si somos o no diferentes lo sabremos en unos meses.
La primera dimisión interna ha sido la de Antonio Hernando, que ya tenía el hacha sobre su cabeza. Tienen que llegar más y lo saben todos los dirigentes del PSOE. Las heridas que se han infligido unos y otros no se van a olvidar por mucho que intenten representar, ahora, una paz imposible. Es la hora de las felicitaciones, con la del presidente del Gobierno en primer lugar: Rajoy envió su mensaje al Real Madrid por ganar la Liga. Gallego por encima de todo.
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